Jimena Bezares es docente y licenciada en Filosofía. Se especializa en Aristóteles, trabaja, sobre todo en una lectura política de su obra. Hoy en día, se encuentra dando clases de Filosofía en el curso de ingreso de la UNLaM y trabajando en algunos proyectos de cursos antiacadémicos.
El lunes 7, recibimos este texto, en donde Bezares busca iluminar la cuestión siria, mediante Aristóteles. Milenios después, ella se pregunta «¿somos bestias?, ¿somos dioses?». Y se insinúa la apabullante idea de que no hay nada nuevo bajo el sol, el poder económico siempre determina la vida, como pensaba otro filósofo, moderno.
La indiferencia del mundo. Aristóteles y la crisis inmigratoria
Esta semana el mundo se conmovió por la foto de un niño muerto, ese niño tiene nombre, ese nombre suena en sirio. Una situación que viene de lejos, muchos niños, muchas vidas, y, otra vez, todo se repite. Una vez más, los hombres huyen de la guerra y, como efecto, los estados los desechan, les ponen número, los obligan a establecerse en campos, hasta poder mandarlos, nuevamente, al lugar que los expulsa, por el horror y el desgarro de la violencia continua.
Aristóteles, en su Política, sostiene la necesidad de una vida en común, y esta vida en común entre los hombres está basada en la tendencia natural a unirse para subsistir: «y el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino como una bestia y un dios. En todos existe, por naturaleza, el impulso hacia tal comunidad».
Unirse para subsistir, porque el que no necesita no es miembro y, entonces, es como un dios o una bestia. Y yo me pregunto, hoy… ante esto que sucede, ¿qué somos?, ¿somos dioses?, ¿somos bestias?
Hoy, buscando más información sobre este hecho, en un conocido diario español on line, encontré un video. Y ese video estaba preludiado por una publicidad, y esa publicidad mostraba una familia feliz en Disney. Luego, y como si de lo mismo se hablara, se pasaba a la imagen de miles de personas caminando por vías, intentando salvar su vida. Al margen de todas la valoraciones que podemos hacer de esto, porque hay una razón de ser, esto habla de cómo se comporta el mundo al respecto, los líderes, los emporios económicos, los ciudadanos recelosos de su posición y lugar. Aristóteles nos puede ayudar a pensar esto, porque esa famosa frase que se resume en «ni dioses ni bestias» está en un contexto económico.
Y la economía se sigue valiendo de los cuerpos, los conduce, los consume, los descarta.
Aristóteles habla de la crematística como una de las relaciones primarias y fundamentales de los hombres y su vida en común. Las relaciones monetarias se basan en el valor de cambio y de uso pero se remarca la peligrosidad de la acumulación infinita. Aristóteles otra vez pro-blematiza y señala ya no al piso como en la «escuela de Atenas» sino, más bien, hacia adelante. La búsqueda de dinero por el dinero mismo es antinatural para Aristóteles, porque si los hombres viven en común, la ciudad feliz será aquella en la que todos tengan lo que necesiten para vivir, y si todos tienen lo que necesitan, nadie tiene que hacerse con más, porque el bien común es el mayor de los tesoros de la política.
Entonces, y sin caer en consideraciones intelectuales, ideológicas (en el sentido más infantil del término) y románticas: ¿somos dioses o somos bestias? No sé si alguna vez lo supimos, pero, definitivamente, ya no lo sabemos, no sabemos vivir en común y pensamos que la felicidad es una familia en Disney, un lugar que no es lugar, que no es estado y donde nadie comparte su vida con nadie. Mientras tanto, miles de personas siguen cruzando el continente para salvar su vida, para volver a vivir en común con otros, para intentar pensar en la posibilidad de ser felices.
Jimena Bezares