Para quienes viven en el Desierto de Atacama, uno de los más áridos del mundo, «el cielo es un oráculo», explica el astrofotógrafo Alexis Trigo. Ésta es la razón.
Selección de imágenes publicadas desde finales del 2022 e inicios del 2023, destacadas por la revista National Geographic, junto a historias de este territorio en el norte de Chile y la del astrofotógrafo Alexis Trigo
El-Espacio: Así se ve el cielo cuajado de estrellas en el Desierto de Atacama, Chile
En 2016, Alexis Trigo tomó una decisión: dejar su ciudad natal para mudarse al Desierto de Atacama, una de las regiones más áridas de Chile —y tal vez, del mundo. Después de estudiar turismo en Valparaíso, se interesó por la relación que las culturas originarias atacameñas tenían con los objetos en la bóveda celeste. Y desde entonces, no ha dejado las dunas.
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En el momento que compró una cámara especial para hacer foto nocturna, «fue un camino sin retorno«, admite el astrofotógrafo chileno, en entrevista exclusiva con National Geographic en Español. Así fue como se dejó cobijar por el manto de estrellas que se extiende sobre el desierto, que enciende las noches entre las montañas del Atacama.
300 noches despejadas al año
Quienes trabajan en el Desierto de Atacama saben que la observación astronómica es parte del patrimonio cultural de Chile. De hecho, actualmente se le hace referencia como ‘patrimonio astronómico’ a las tradiciones, leyendas, mitos y esfuerzos de investigación científica que se hacen ahí.
Aunque existen varios tipos de astrofotografía —como la planetaria, lunar o de espacio profundo—, Alexis Trigo se ha enfocado solamente en los cuerpos celestes visibles desde la Tierra. Con respecto a si el desierto influye sobre su mirada de las estrellas, Trigo no tiene dudas:
«TODO LO QUE YO HE APRENDIDO SOBRE LAS ESTRELLAS, LA ASTRONOMÍA MODERNA Y LA CULTURA LOCAL HA SIDO EN EL DESIERTO DE ATACAMA», NARRA SOBRE SU EXPERIENCIA. «[EL DESIERTO] HA SIDO MI ESCUELA: COMO TIENE UNAS CONDICIONES CLIMÁTICAS TAN PERFECTAS, SON 300 NOCHES DESPEJADAS AL AÑO.»
Con cada caída del Sol, una nueva experiencia se le manifestaba en las alturas. Sólo durante los meses de lluvias es que el cielo se apaga. Por ello, sus propias jornadas de fotografía nocturna y estudio autodidacta han nutrido su trabajo detrás de la lente.
No sólo eso: escuchar las historias locales sobre las estrellas también ha fortalecido los cimientos de su trabajo fotográfico. «Todo eso ha moldeado mi visión sobre lo que es el cielo», explica el autor.
En la cuna de la astronomía contemporánea
«El Desierto de Atacama tiene una mezcla única entre ciencia y cultura«, dice el especialista. Más que nada, porque gran parte del trabajo científico de observación astronómica se hace precisamente ahí. Sin contaminación lumínica, nubes o satélites artificiales que interfieran con la bóveda celeste, las estrellas se despliegan sin interrupciones.
En la actualidad, el desierto concentra el 60 % de la infraestructura de observación de todo el mundo, explica Trigo. De hecho, ésta es la experiencia más cotizada entre los turistas, que viajan a Chile con la única intención de ver las estrellas. «Aquí se respira astronomía», asegura sobre su experiencia.
Aún así, Trigo reconoce que la parte más difícil de trabajar en el desierto no es enfrentarse a la hostilidad del entorno natural. Por el contrario, uno de sus retos principales fue acercarse a los atacameños. Como una comunidad que ha habitado el territorio desde hace más de 7 mil años, son conscientes de que su ciencia, sus tradiciones y, sobre todo, de sus estrellas son aspectos íntimos de su cultura.
La intimidad de las estrellas
Hay festividades y conocimientos locales, explica Alexis Trigo, que los atacameños consideran muy íntimos. Por lo tanto, no cualquiera puede acercarse: «no puede ser bien visto que yo me involucre o intente aprender de ellos [como un externo]». Antes que nada, dice el astrofotógrafo, es necesario acercarse con mucho respeto.
A diferencia de algunas tribus seminómadas en el Amazonas, las comunidades originarias del Atacama están integradas al desarrollo urbano. Muchos de ellos establecen relaciones comerciales con el exterior —principalmente en el campo turístico—, para fomentar el conocimiento de sus tradiciones y que más personas tengan la experiencia de una bóveda celeste despejada. Sin embargo, no acceden a cualquier cosa.
Quienes han conseguido el interés y la bienvenida de las comunidades originarias han estado ahí, a veces, por años. Conocerles es esfuerzo casi artesanal, que no obedece a las exigencias de Occidente. Más que nada, porque la decisión de aceptar a alguien de fuera no la toma una sola persona: es algo que se discute en comunidad.
DE HECHO, NO ES COMÚN QUE LOS ATACAMEÑOS ESTÉN DE ACUERDO CON QUE LA GENTE EXTERNA SE ACERQUE. «NOSOTROS TENEMOS QUE FUNGIR COMO UN PUENTE», RECALCA TRIGO. LA FOTOGRAFÍA ES UNO DE LOS MEDIOS PARA LOGRARLO.
El cielo es un oráculo
En la astronomía moderna, explica el astrofotógrafo chileno, todo se trata de mediciones, composiciones químicas, información técnica. Sin embargo, la cosmovisión de las comunidades en el Desierto de Atacama está cuajada de historias que se trenzan con la bóveda celeste. «La relación con el entorno lo cambia todo: […] se percibe la realidad de manera más unificada».
Por eso, las plantas y los animales son parte de la familia. Las montañas, por su parte, son seres sagrados. El cielo, por supuesto, también está incluido en este gran esquema universal: «Es una especie de oráculo para los eventos sociales«, se maravilla el especialista.
ESTO SE MANIFIESTA EN LAS FESTIVIDADES DE LA CULTURA LOCAL. CASI TODAS ESTÁN RELACIONADAS CON LOS ASTROS, DE ALGUNA MANERA: LAS FASES LUNARES, EL CALENDARIO AGRARIO Y LOS CÚMULOS DE ESTRELLAS INFLUYEN DIRECTAMENTE EN LA VIDA DE LAS PERSONAS.
Los atacameños encuentran formas de llamas en los espacios oscuros de la Vía Láctea, documenta el arqueólogo Ricardo Moyano. La comunidad se anticipa a determinados eventos sociales con base en «la posición que tienen determinadas estrellas y zonas de la Vía Láctea en el firmamento», añade.
Aún con lo gratificante que es para Alexis Trigo trabajar en el Atacama, reconoce que, en la hostilidad del desierto, mirar al cielo no es una tarea sencilla. «Cuando uno está en medio del altiplano, haciendo fotografía nocturna a 4 mil 800 metros y 17ºC bajo cero«, concluye el astrofotógrafo chileno, «lo único que te mantiene ahí es simplemente pasión.»
National Geographic, versión en español