Griegos

Los griegos son un pueblo maravilloso, quién lo puede poner en duda

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Autor: Wari

Los griegos son un pueblo maravilloso, quién lo puede poner en duda. Sus aportes universales son, desde luego, reconocidos por todos. Como todos los pueblos herederos de las grandes culturas antiguas, poseen una inmensa sabiduría. Una suerte de humanidad esencial. Eso presenta a veces, sin embargo, aspectos no fáciles de entender, como el hecho de que para ellos las normas en general constituyen más bien una referencia. Es decir, no necesariamente algo que haya que cumplir a la letra. Este criterio se aplica desde las leyes del tránsito y las declaraciones de impuestos hasta las cuentas nacionales.

Primo Levy, que conoció al hombre como nadie en las condiciones más extremas, lo explica en un párrafo notable referido al caso de los italianos. Dice que han visto pasar a demasiados invasores a lo largo de los siglos, cada uno imbuido en su propia moral y regidos por su propio código de normas, que consideran naturalmente superiores a todo el resto. Sin embargo, a todos los han visto actuar más o menos de la misma forma y terminar haciendo brutalidades parecidas. No es raro, entonces, que desconfíen de aquellas o más bien, las aprecien con cierta distancia. Y los griegos, no hay que olvidarlo, fueron los padres e inspiradores del Imperio Romano, de cuya rama oriental formaron parte más tarde, por dos mil años seguidos. Más que los propios italianos.

Su historia durante el siglo 20 es menos conocida, pero no por ello resulta menos heroica y trágica. Así como la Segunda Guerra Mundial tuvo su prólogo en la Guerra Civil Española, su epílogo fue la Guerra Civil Griega. Ambos pueblos enfrentaron con heroísmo a las fuerzas reaccionarias en el campo de batalla, a lo largo de los dos o tres años previos y posteriores a la Guerra Mundial, respectivamente. En definitiva les doblaron la mano. Sin embargo, sus enemigos asentaron su superioridad solo gracias a los masivos apoyos internacionales recibidos, de los fascistas italianos y alemanes en el primer caso y los británicos en el segundo. Aquellos, utilizaron al pueblo español como conejillo de indias de la sanguinaria estrategia y maquinaria de la guerra total, con que arrasarían a toda Europa poco después. Los últimos, desembarcaron en Grecia cuando su pueblo ya había expulsado a los invasores alemanes de su territorio. A pulso. Por propia mano. Tras una resistencia formidable que se extendió desde el primer día de la guerra. Al igual como ocurrió en toda Europa, desde el inicio de la guerra en España hasta el fin de la guerra en Grecia, la resistencia antifascista fue encabezada por los comunistas.

Todo presagiaba que el desenlace en Grecia sería parecido al de la vecina Yugoeslavia, dirigida por Tito. Sin embargo, la línea trazada en una servilleta por Stalin y aceptada por Roosevelt y Churchill al otro lado de la mesa, los dejó en el campo de influencia de este último. No había mucho que discutir. La línea debía pasar por algún lado y Grecia quedó en el bando equivocado.

Ambos pueblos derrotados escribieron dos de las páginas más notables de la historia moderna de Europa. Inspiraron a una generación alrededor del mundo entero. Pagaron muy cara su osadía. Cayeron decenas de miles de patriotas. Centenares de miles fueron confinados por muchos años en las islas griegas. Si, las mismas que hoy son uno de los más apetecidos destinos turísticos.

Ha transcurrido más de medio siglo y todavía no se recuperan plenamente de aquellos traumas. Como muestran las bellísimas, finas y profundas películas de Theo Angelopolus, uno de los más grandes cineastas contemporáneos, las imágenes de la Guerra Civil reaparecen a cada rato, del modo más inesperado, en la Grecia contemporánea.

Ahora han reaparecido, a raiz de la crisis mundial. Los griegos sencillamente no están dispuestos a aceptar que les obliguen a pagar, con inmenso sacrificio, las deudas que contrajeron principalmente su burguesía y su gobierno. Exigen compartir sacrificios también con los bancos acreedores, que son franceses y alemanes, principalmente. Por estos días, se han volcado a las calles por cientos de miles, luchando como leones para impedir que los bancos extranjeros les obliguen a aceptar la imposición que sumisamente tuvimos que acatar los latinoamericanos en los años 1980 y que resultó en la llamada década perdida.

Ese es todo el asunto. Tienen la justicia y toda la razón de su parte. Ojalá logren juntar la fuerza necesaria, además.

Ciertamente es posible y el mundo no se viene abajo porque los acreedores pierdan parte de lo que prestaron. Al revés, es lo lógico. Así es este negocio. Si se presta plata, siempre hay un riesgo que los deudores no puedan cumplir. Puede sobrevenir una crisis o un terremoto. Tratar de garantizar a los acreedores a todo evento siempre termina en desequilibrios peores. Cuando llueve todos se mojan.

Argentina lo logró, por ejemplo, después de la crisis de principios de los años 2000. Bajo la firme y decidida conducción de los Kirchner, forzó a sus acreedores a aceptar el valor real de los malos bonos en su poder, que ciertamente estaba muy por debajo de su valor nominal. Terminaron pagando no más del 30 por ciento del capital adeudado. Total, ya les habían reembolsado el total con creces, en intereses pagados a lo largo de muchos años.

Gracias a ello, el Estado argentino pudo dedicar sus recursos a reactivar la economía, en lugar de servir una deuda contraída, al igual que en Grecia, mayoritariamente por el sector privado.

Argentina tenía el peso amarrado al dólar por una tablita, que terminó hecha astillas. De este modo, al devaluar, se restablecieron de un viaje muchos de los desequilibrios acumulados en los años previos, en que corría la plata dulce. Eso no lo pueden hacer los griegos, que están amarrados al Euro.
Sin embargo, eso no es el tema fundamental. Lo principal son las deudas: se pagan integramente o solo en parte, esa es la cuestión.

Lo otro, los precios relativos y la competitividad futura de la economía griega, se restablecerán rápidamente por la masiva caída de los precios de los terrenos y propiedades inmobiliarias, lo cual puede redundar en una baja de los salarios sin sacrificios mayores. Si bajan los arriendos, pueden bajar los salarios en la misma proporción, sin que los trabajadores se vean muy afectados. Los propietarios inmobiliarios y los acreedores externos pueden gritar hasta desgañitarse, pero parece muy justo que sean ellos, esta vez, los que carguen con el muerto que ayudaron a crear.

Los gobiernos de los países desarrollados, encabezados por los jefes de la zona Euro, Alemania y Francia, han aprobado el domingo 9 de mayo del 2010 un paquete de rescate de más de 750.000 millones de Euros, equivalente al plan de Obama en los EE.UU. Antes que la marejada iniciada en Grecia barriera con varios otros países más endeudados que ellos, en una semana tuvieron que subir sucesivamente el monto del rescate, que a principios de la semana habían estimado en 40.000 millones de Euros.

La combinación de políticas expansivas, las monetarias recomendadas por Friedman y las fiscales inspiradas en Keynes, ambas acertadas, desde luego, lograron evitar que la crisis se convirtiera en una segunda Gran Depresión en los países desarrollados. Sin embargo, cuando se trata de países emergentes, como Grecia, Hungría y varios otros, el FMI vuelve por sus fueros, en este caso de acuerdo con los gobiernos europeos, y pretende imponer  ajustes draconianos. Como muchos han venido argumentando consistentemente, entre ellos el Financial Times, por ejemplo, ello agravará la crisis porque significará una brutal caída del producto, lo que acentuará su insolvencia. En otras palabras, terminarán en default de todos modos y el FMI terminará más magullado que en la crisis asiática o en Argentina.

Ello se agrava por el hecho que en Grecia es un gobierno progresista, socialista en este caso, el que encabeza el apretón de su propio pueblo, para intentar cumplir con los bancos extranjeros. Al igual que ocurrió con los radicales de De la Rua en Argentina o los socialistas de Gyurscany en Hungría.

Los Húngaros viraron a la derecha y se pusieron fachos nuevamente. Los Argentinos viraron decididamente hacia la izquierda y arreglaron las cosas. Confiemos que los Griegos lograrán hacer lo mismo.

¡Fuerza compañeros!

Por Manuel Riesco

Economista del Cenda


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