Guardia Indígena Arcadio Aguilar: «En Cali, nos disparaban. Pero nosotros seguimos caminando, seguimos caminando y ‘hágale'»

El colombiano relata la experiencia de lucha de los pueblos originarios en su país durante las protestas y asegura que la medicina natural ha sido una aliada para atender los ataques del ESMAD

Guardia Indígena Arcadio Aguilar: «En Cali, nos disparaban. Pero nosotros seguimos caminando, seguimos caminando y ‘hágale'»

Autor: Sofia Belandria

Cuando llega a una marcha, nunca pasa inadvertida. Sus bastones y pañoletas de color rojo y verde suelen abrirse paso entre los manifestantes de Colombia, al ritmo del «guardia, guardia, fuerza, fuerza» que la caracteriza.

Ninguno de estos símbolos de la Guardia Indígena es casualidad. Por el contrario, éstos representan su espiritualidad y cosmovisión, claves para ejercer como «cuerpo de paz» de las comunidades nativas de Colombia.

«La vara del guardia consta de tres partes: cabeza, tronco y extremidades. Para el hombre, esta vara es una mujer», explica Arcadio Aguilar, miembro de la Guardia Indígena del pueblo Coconuco, del oriente del departamento del Cauca.

El bastón tiene un gorro en el extremo, «el cubrecabezas». Un poco más abajo, unas cintas que simulan «el cabello», usualmente de color rojo y verde, colores bandera del Consejo Regional Indígena del Cauca —CRIC, ente rector de las comunidades nativas de esta zona—. Todo se agarra al cuerpo por medio de un «chumbe», o tejido terciado.

Un bastón, frente a los fusiles a los que se han enfrentado históricamente en sus territorios del suroccidente del país, lugares de paso de grupos armados ilegales y también del Ejército.

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O más recientemente, para mediar en los enfrentamientos entre manifestantes y policías, en las movilizaciones más prolongadas de los últimos años en Colombia -y también las más violentas, con decenas de manifestantes muertos y agentes de la fuerza pública heridos.

Una vara, usualmente de madera fina, «de 80 centímetros de largo por una pulgada de grosor». Y lo más importante, limpiada por el médico tradicional, para uso exclusivo de cada guardia.

«No se puede dejar por ahí o dejar que nadie más la tome, porque la sala [le da mala suerte]», agrega Aguilar, antes de asistir a las marchas del 20 de julio en Bogotá, junto con un centenar de personas que iban en ruta desde el Cauca hasta la capital colombiana.

Barrera espiritual

Aguilar, un hombre menudo de 52 años con tono pausado, explicó que la espiritualidad de este símbolo, así como los «remedios» de su medicina tradicional, representan la fuerza de la Guardia Indígena.

Por eso, sumado al bastón, sus miembros llevan una mochila terciada, con remedios dentro, como el chirrincho: un «alcohol de caña que destilan los mayores en las casas», según Aguilar.

«Llevamos nuestra botellita y, cuando viene el gas, lo echamos en el trapo y nos lo ponemos en la cara», añadió.

Igualmente, «muchas cremas para la piel, porque hay gases picantes», subrayó.

La Guardia Indígena usa esta y otras soluciones propias para protegerse de las armas no letales de los agentes antidisturbios en Colombia (ESMAD).

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El cuerpo de seguridad de los pueblos nativos ya conoce el accionar de los uniformados, debido a los bloqueos de vías principales que han protagonizado desde hace décadas en zonas del sur de Colombia, donde piden más tierras.

«En Cali, nos disparaban. Pero nosotros seguimos caminando, seguimos caminando y ‘hágale’. Las balas le pueden pasar muy cerca», pero lo importante es obedecer a los médicos tradicionales, que «trabajan para que a los guardias no les pase nada».

Protección internacional

La cosmovisión de la Guardia se suma igualmente a su estrategia de acudir en masa a lugares de tensión, y aprovechar también su estatus de protección internacional, al pertenecer a comunidades indígenas.

Los «cordones de seguridad, así sea agarrados de las manos o con nuestros bastones y simbología», conformados por «10, 20, 50 ó 200 guardias», evitan los choques, agrega Aguiar.

Durante el Paro nacional, que duró del 28 de abril al 15 de junio, ver a los integrantes de la Guardia caminar al lado de encapuchados se volvió una escena común. Aguilar reconoce que los indígenas intentan aconsejar a los jóvenes de Primera Línea, como se conoce a quienes se enfrentan con cascos, gafas, escudos y piedras, con la policía.

«Intentamos sensibilizar a las Primeras Líneas, porque a veces quieren entrar a chocar ya», reconoce el líder coconuco. «Uno les dice: ‘Mijo, no se haga dañar, no se deje dañar un ojo'».

«La presión debe ser de otra manera», afirma.

Más de 12.000 indígenas conforman la Guardia del Cauca, el cuerpo de paz nativo, en el que también participan mujeres. Varios de estos se repartieron en distintas ciudades durante el Paro Nacional.

El 10 de mayo pasado, grupos de civiles armados atacaron a integrantes de la minga indígena (movilización), que bloqueaban una vía de Cali.

Cortesía de Paula Carrillo Sputnik


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