En la actualidad que vivimos, hay abundancia de información, eventos, talleres, cursos, propagandas, etc. Dónde se ofrece un producto o servicio, para adquirir un objeto o aprendizaje. En este último punto, al parecer, se ha olvidado la importancia de algo tan simple, cotidiano y cercano, pero a la vez tan complejo, extraño y poco observado: hablar desde el corazón.
“¿Qué es eso de hablar desde el corazón?” o “¿Cómo se hace?” son preguntas que por lo general surgen cuando se pone en el tapete este tema. Hay una cierta incredulidad en un comienzo, al momento de escuchar “hablar desde el corazón”. La incredulidad del inicio pasa a la duda y luego a la curiosidad (cómo en este momento le debe estar pasando al que está leyendo está columna). Se empieza a sentir unas ganas de aprender a hacerlo o por otro lado, escuchar un ejemplo. Cualquiera de los dos casos, se abre la posibilidad de adentrarse a este tópico. Justamente de estar en una posición incrédula, a una abierta a conocer o experimentar el tema, es el primer paso.
HABLAR DESDE LA RAZÓN
Antes de adentrarnos un poco más a lo relacionado de hablar desde el corazón, me parece apropiado referirme a lo que estamos más acostumbrados: hablar desde la razón. Hablar desde la razón o mente, es la enunciación de palabras para mostrar un contenido u idea. Algunas de esas ideas, están basadas en razonamientos (muchos de los cuales son falacias) y la gran mayoría, en retórica (que apunta a producir un efecto en las emociones de los auditores o lectores). Gran parte de estos discursos están centrados en lograr un objetivo u efecto de influir en los demás, más que mostrar una idea para ponerla en el debate o reflexión.
Lo anterior tenemos ejemplos de sobra en la televisión – desde los programas de farándula hasta los noticieros – en el primer caso tenemos una gran cantidad de programas en las mañanas, tardes y noches, dónde se indaga sobre la vida de personajes televisivos, sin importar el escándalo real o creado que se muestre (como el caso del video de la Argentina Mariana y el ex chico Mekano Rony Dance) sino que lo central es el rating. Y en el caso de los noticieros, los asesinatos, robos, en definitiva violencia o miedo expresado en distintos contextos, son el eje central de lo que informan a la ciudadanía. En ambos casos, se produce un efecto mediático afectivo en las personas, sin asumir primero las consecuencias y segundo, si se está fomentando la capacidad crítica o más bien, atrofiando.
No se trata de que seamos serios y todo sea objeto de reflexión, y que no hayan programas de entretención para olvidarse de los problemas un momento. No me refiero al hecho, sino al exceso que se hace de ello.
Por lo tanto, en los medios que nos rodean de información, más que fomentarnos la mente, hacen lo contrario. Es decir, ni siquiera hablando más desde la mente, se hace de forma constructiva.
«El hombre moderno es un hombre-masa… pero también está muy solo. Esta enajenado de los demás y enfrentado a un dilema: tiene miedo a una relación íntima con otro, pero también tiene miedo a la soledad. La función de la conversación trivial, ¿no será la de resolver el problema de cómo seguir estando solo sin quedar aislado?» (Fromm)
HABLAR DESDE EL CORAZÓN
Hablar desde el corazón es totalmente diferente. No deseas influir en otro para un objetivo determinado, ni tampoco mentir con tal de lograrlo. Hablar desde el corazón es un gesto del interior, dónde el hecho de enunciarlo, se transforma en una acción que desborda sinceridad. Las expresiones más conocidas son la poesía. No es la única. Existen tantas formas de expresarse desde el corazón, como la creatividad de cada persona. Un “te quiero” sincero, no solo es la palabra, es también la mirada, gestos y en definitiva, toda la persona expresando aquello.
Cuando hablas desde los sentimientos, para compartirlos con otro, no te apresuras ni te llenas de justificaciones por lo que dices. Todos en algún momento hemos tenido la experiencia de escuchar a alguien que nos habla desde el corazón: son esas conversaciones que marcan por lo que nos hizo sentir, más que su contenido intelectual. Un amigo, familiar, profesor e incluso un desconocido, han sido parte de ese tipo de comunicación. Y es una comunicación dónde curiosamente, se deja de hacer diferencias por unos momentos y en una suerte de melodía, dos o más personas se sienten cómodos, tranquilos, por el hecho de compartir. Son de esas veces que te desahogas con algún cercano por algún problema o te toca a ti escuchar a alguien que te pide ayuda. A veces no se sabe cómo reaccionar o qué decir, si alguien esta adolorido o con pena. Esas dudas son desde la racionalidad, que se forja en certezas para estar seguros, más que simplemente decir lo que uno siente indicado.
«… Cuántas veces, en el curso de una conversación no nos hemos sentido aburridos, molestos, descontentos con lo que pasa sin saber como salir de la situación cuando la salida estaría en poder simplemente decir: «En este momento no me gusta lo que está pasando»; o «No sé qué es lo que está pasando, pero algo no me gusta». Esta sola libertad de hablar desde la experiencia del momento, pese a su vaguedad, cambiaría el rumbo de la conversación. «(Naranjo)
Lo más cotidiano por lo general, es hablar de lo que se ha hecho o quiere hacer. Preguntar “¿Cómo estás?” en vez de “¿Cómo te sientes?” son las más comunes, dónde se recae en un mero intercambio de racionalizaciones. Estar consciente de ello es un paso. Tomar la decisión de que se sume hablar desde el corazón, el siguiente.
El status quo no depende de los otros para que siga igual, sino de uno mismo. Si se crítica la frialdad con qué se trata la gente, las pocas instancias para abrirse de verdad y un cansancio de tanta banalidad, el cambio parte por uno mismo. Atreverse a decir lo que se siente; tener la valentía de justamente mostrar el descontento de tanta trivialidad es una forma de construir la realidad que se quiere vivir y aportar a que las relaciones entre las personas sean más humanas.
Finalmente hablar desde el corazón más que una idea, es una experiencia…
«La edad no es un mérito, sino el haber aprendido a mirar sin reservas las realidades de la vida y la capacidad para soportarlas y para estar interiormente a su altura» (Weber)
Benjamín Podlech