Por Manuel Hasbun Zaror
El sionismo chileno, al igual que el Estado de Israel, insiste en repetir su versión del ataque de Hamas de octubre pasado y, en especial, lo relativo a las supuestas agresiones sexuales y otros actos de barbarie. Se afirma que niñas y mujeres fueron abusadas, violadas y mutiladas. Decenas de bebés degollados, corte de seno a una mujer y algunas habrían sido decapitadas y otras atrocidades.
¿Cuál es el fundamento de todas estas terribles denuncias? Ellas se basaron en un reportaje del periódico The New York Times publicado el 28 de diciembre de 2023, titulado “Gritos sin palabras”. A continuación, analizaremos cómo se originó dicho reportaje y los detalles de su realización, basándonos en un podcast de su autora y en información de los sitios web independientes “October 7 fast check”, “Mondoweiss” y el de Max Blumenthal, en los cuales se detectan incoherencias y falsedades del reportaje en cuestión.
Hechos:
1) El Times encargó el reportaje a Anat Schwartz, exoficial de inteligencia de Israel, sin ninguna experiencia periodística.
2) Ella contaba con el antecedente de haber dado un like a un posteo que afirmaba que “Israel tiene que convertir a Gaza en un matadero».
3) Y en un posteo propio, había afirmado, “violar cualquier norma, camino a la victoria”.
4) El encargo específico que recibió de parte del periódico, era investigar exclusivamente los hechos de violencia sexual del 7 de octubre.
5) Como caso emblemático del reportaje se presenta la violación de Gal Abdush.
6) La familia de Abdush negó con posterioridad y terminantemente que ella hubiera sido abusada y denunció que sus declaraciones habían sido manipuladas por las autoridades israelíes.
7) Representantes del kibutz Be’er, supuestamente afectado por la agresión, negó su ocurrencia.
8) Durante la ejecución del reportaje, se consultó a hospitales israelíes especializados en atender a víctimas de violación y en sitios de atención telefónica para las mismas y no se encontró ninguna denuncia.
9) Se comprobó también que no existía ninguna prueba forense de las violaciones ni de los bebés decapitados.
10) Hubo permanente presión israelí sobre los reporteros para que se publicara acerca de las “violaciones”.
11) Las autoridades israelíes no recogieron pruebas en el lugar de los hechos, según declara Schwartz.
Los cuestionamientos en EEUU al reportaje del Times fueron durísimos y afectaron de forma importante su reputación, su credibilidad y pusieron en cuestión su ética periodística.
El detalle de estos hechos pone de manifiesto la clara intención de difamar a los palestinos, en momentos –diciembre 2023- en que arreciaban las presiones sobre Israel para que detuviera el genocidio.
Por otra parte, esta serie de falsedades permite legítimamente poner en duda el resto de la información entregada por Israel, sobre la distribución de las bajas el día del ataque, entre las civiles, soldados israelíes y efectivos de Hamas.
No es aventurado entonces suponer que, a través de la emisión de falsedades, se buscó tres objetivos: difamar una vez más al pueblo palestino; enardecer hasta el límite el odio de la sociedad israelí -especialmente el de sus soldados- en contra de dicho pueblo, y convencer al mundo de que Israel se está enfrentando a un pueblo que practica la barbarie (“alimañas”, “animales humanos”, los epítetos utilizados) y que así se considere con benevolencia los efectos de la furia homicida israelí.
Los resultados de esta nueva arma de guerra israelí y de su armamento tradicional, están a la vista: hoy día, a más de cinco meses del inicio de la ofensiva contra Gaza, el número de palestinos masacrados ya se acerca los 35 mil, con un promedio escalofriante de 230 asesinados cada día. Y del total, al menos 15 mil son niños: el mayor genocidio cometido desde la II Guerra Mundial. Y sin contar aún a los miles que se encuentran bajo los escombros y aquellos que morirán a causa del hambre.
Los agentes del sionismo que participan de esta miserable campaña de difamación en contra del pueblo palestino, son tan culpables de este genocidio como aquellos que aprietan el gatillo.
Por Manuel Hasbun Zaror
Presidente del Centro de Información Palestina (CIP)
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