Homenaje a Rosa Rubilar: Se necesitan millares de Rosas

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, dimos el último adiós a la compañera Rosa Rubilar, incansable luchadora por los derechos humanos y el socialismo que falleció luego de una prolongada enfermedad en Santiago de Chile


Autor: Cesarius

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, dimos el último adiós a la compañera Rosa Rubilar, incansable luchadora por los derechos humanos y el socialismo que falleció luego de una prolongada enfermedad en Santiago de Chile. Desde Bélgica la periodista Patricia Parga comentaba: “Se va una de las imprescindibles. ¡Una Rosa ha partido, dejando su semilla de ternura y consecuencia germinando en todas nosotras!

La conocí y me inspiraba su fuerza, su carisma, su coraje y su mirada siempre crítica y certera. Tristona por tu partida, Rosita, estoy a la vez feliz de haberme cruzado contigo en el camino de la vida. Qué este 8 de marzo renazcan millares de Rosas Rubilares en todas nosotras!”

Sin duda, a lo largo de Chile, miles de mujeres, heroínas tan anónimas y de bajo perfil como lo fue Rosa en vida, están hoy en la primera fila de la solidaridad tras el terremoto. Y así como Rosa en dictadura ayudó a todos los que luchaban por recuperar la democracia, con su energía, alegría y  coraje al servicio de la causa libertaria, es seguro que hoy muchas nuevas Rosas, desconocidas gigantes, se juegan enteras lejos de la televisión y de de los burócratas de turno.

Rosa, militante del Partido Socialista, de una familia sureña y campesina, fue fundadora de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Traía ya con ella una historia de lucha y compromiso desde sus tiempos de estudiante guevarista de Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad, en Valdivia, y luego, con su trabajo de tiempo completo en el Partido Socialista, en tiempos de la reforma agraria. También portaba el desgarro sin fin provocado por la desaparición de su pareja, Octavio Boettiger, dirigente socialista, detenido en 1976, a quien buscó incansablemente ligando su lucha a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y a la Agrupación de Ejecutados Políticos (AEP).

FUNDADORA DE LA COMISIÓN CHILENA

Desde 1973 Rosa trabajaba en tareas de solidaridad junto a Clotario Blest en el Comité de Defensa de los Derechos Humanos. Rosa fue a la vez alma y motor de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, que dirigía Jaime Castillo Velasco, creada en 1978, elaborando el Boletín Mensual de Derechos Humanos que denunciaba las desapariciones y crímenes de la dictadura. Gonzalo Taborga, actual Presidente de la Comisión, rindió tributo al compromiso, la inteligencia, visión política y claridad de  Rosa, afirmando que de ella surgían las iniciativas que desarrollaba la entidad en distintos planos, aunque siempre evitaba la figuración pública. Sus compañeros de trabajo en la Comisión, hasta hoy veían como una verdadera maestra a Rosa “Rubi-rosa”.

Durante los largos años de dictadura, Rosa visitaba cada domingo las cárceles y apoyaba a las familias de los presos políticos, movilizando a vastos sectores por su libertad.

La Comisión, inspirada en los principios de la Declaración Universal por los Derechos Humanos, había sido creada por personalidades de la democracia cristiana y otros partidos no marxistas, y se marginaba de la defensa de los presos políticos miristas, separando aguas respecto de la lucha armada. Sólo desde 1980, la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu), encabezado por Fabiola Letelier, inició la defensa jurídica de esos casos. Pero para Rosa la Comisión Chilena representaba sólo una parte de su compromiso, porque según recuerdan sus compañeros y amigos su accionar era amplio, no sectario y “compartimentado”. A lo largo de los 17 años de dictadura su solidaridad se hizo extensiva a socialistas, comunistas, miristas, lautaristas y miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

UNA EPOPEYA FESTIVA

Por eso tantos y tantas conocimos, de cerca o lejos, esa suerte de festiva epopeya de lucha realizada mientras criaba a tres hijos – Francisca y los mellizos René y Andrea – flanqueada en su hogar por Yolanda Abarca, también militante socialista, que mantenía su hogar funcionando al ritmo del activismo y la lucha.

Para su hija, Andrea Marcel, lo que define a su madre es la pasión volcánica que inundó toda su vida. Y recordó que hace poco cantó con Rosa aquella canción de Joaquín Sabina que concluye: “…porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren.” Rosa no tuvo suerte en el amor. Como recordaba alguien, ella, que tanto cuidó de los otros, no pudo o no supo cuidar de sí misma. Y lentamente se consumió de pena y desamor.

EXONERADA

Rosa, socialista como  el Presidente Allende, se negó sistemáticamente a encajar en el molde neoliberal post dictadura que incluso la exoneró de la oficina del Programa de Reconocimiento de Exonerados Políticos, desde donde había ayudado a centenares de compañeros y compañeras a optar a ese beneficio legal. Ella estaba hondamente decepcionada de otros antiguos compañeros de lucha y sobre todo de quienes ocupaban altos puestos en el gobierno de la Concertación.

Patricio Orellana Vargas, académico de la Universidad de Chile, dedicó su libro “Probidad en Chile” a Rosa Rubilar, Octavio Boettiger (desaparecido) y Eduardo Charmé (ejecutado político) “en la esperanza de que estos apuntes estén inspirados en sus ideas e ideales”. Y la roja bandera del PS de la seccional “Eduardo Charmé”, cubrió el féretro de Rosa, tapizado de claveles y rosas rojas.

A mediados de los años 70, en la zona Matta, había funcionado una Bolsa de Trabajo ligada a la Vicaría, con ex presos políticos, cesantes y sus familias. Allí la conoció Juan, mi compañero, y en 1981 me presentó a Rosa, una inagotable fuente de información y apoyo para mí. La recuerdo con sus ojos brillando de entusiasmo al describir con el mismo calor alguna acción exitosa de protesta o resistencia, o una anécdota de la cárcel, o una receta de comida; y la escucho riéndose de todo el mundo un poco, sin tomarse ella misma en serio.

En 1987, para evitar una inminente detención o ejecución, debí partir a Argentina y activamos un sistema que teníamos para dejar a Rosa encargada de mi hija Eva María, cuyo padre, el periodista Augusto Carmona, dirigente del MIR, había sido asesinado por la dictadura en 1977. La niña, entonces de 12 años, no podía salir de Chile. Por razones de seguridad no era yo legalmente su madre. “Mi niñita”, la llamaba Rosa, porque para ella todos los hijos de los compañeros y compañeras eran en verdad hijos suyos. Y se encargó de conseguirle alojamiento con su red de amigos. Cuando al fin se logró  conseguir la autorización notarial de la “madre” de  Eva para viajar, Rosa, impulsiva y generosa ¡envió a dos de sus propios hijos, también adolescentes, a dejar a mi hija a Argentina!

Un caluroso lunes de marzo dijimos adiós a Rosa Rubilar, esta desconocida heroína de la lucha antidictatorial, “cantando al sol como la cigarra”, entonando esa canción de María Elena Walsh que era su favorita, “ igual que sobrevivientes que vuelven de la guerra”… y allí estábamos de nuevo sobreviviendo, ahora al terremoto, en el Día Internacional de la Mujer. Nada es casual, tampoco esta partida.

Por Lucía Sepúlveda Ruiz

Periodista con una larga trayectoria en materias de derechos humanos. Más artículos de ella:
www.periodismosanador.blogspot.com

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