La ciencia confirma que vivir en pueblos fumigados aumenta el riesgo de padecer y morir por cáncer
La revista Clinical Epidemiology and Global Health publicó el trabajo “Incidencia de cáncer y tasas de mortalidad en pueblos rurales argentinos rodeados de tierras agrícolas tratadas con pesticidas”
Si bien, la muestra de la investigación se concentra en localidades de Argentina, la realidad de los agrotóxicos golpea a diversos países de América, incluido Chile. Han existido diversos episodios de numerosos casos por intoxicación en varias regiones del país y también con evidencia científico. Uno de los últimos, fue un hecho ocurrido en la comuna de Paillaco, Región de Los Ríos, ocasión en que familias del sector Regina, reclaman por usos de agroquímicos en mocultivos de avellanos europeos roceados bajo la responsabilidad de un holding empresarial.
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A continuación, compartimos la nota sobre la Investigación científica realizada en zonas rurales de Argentina y que confirma que pesticidas agrotóxicos aumenta el riesgo de padecer cáncer en poblados rurales
La ciencia confirma que vivir en Pueblos Fumigados aumenta el riesgo de padecer y morir por cáncer
el equipo sistematizó la información epidemiológica de 8 localidades santafesinas de la zona núcleo, rodeadas en un 80% de campos agrícolas: Acebal, Arteaga, Chabás, Luis Palacios, San Genaro, Sastre, Timbúes y Villa Eloisa. De allí se analizó información de 27.644 personas que representan el 68% de sus poblaciones, relevada entre el 2014 y 2018 por el trabajo de los Campamentos Sanitarios que el equipo del Dr. Verzeñassi coordinaba como instancia final para el egreso de la carrera de medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR); y que demuestra estadísticamente que en poblaciones expuestas a la liberación de pesticidas de uso agrícola la incidencia de cáncer es mayor, particularmente entre jóvenes, y que allí estas enfermedades se ubican a la cabeza de causas de fallecimientos comparándolas con las medias nacionales.
Mientras las corporaciones del agronegocio, medios de comunicación y sectores de la ciencia y la política vinculados a este entramado insisten en negar el impacto que el modelo agroindustrial dominante tiene sobre la salud de las poblaciones y los ecosistemas; publicaciones como esta corroboran las denuncias de las comunidades que reclaman la intervención estatal en amparo de sus derechos, y que en su lucha acuñaron el nombre de Pueblos Fumigados.
Para Facundo Fernández del InSSA y coautor del trabajo “lo importante de esta publicación es que parte del trabajo de casi 10 años en los campamentos sanitarios pudo ser reflejado y evaluado, no solamente por compañeros y compañeras de los movimientos sociales y gente de la ciencia argentina, sino por gente que hace ciencia en epidemiología a nivel internacional, donde se evalúan estrictamente los procedimientos para construir la información; y que corrobora las conclusiones que son lo que la gente nos decía en las pequeñas localidades: que la forma en que ellos observaban cómo la población enfermaba y moría se había modificado en los últimos 20 años, y sobre todo en población joven”.
La investigación publicada refleja tres situaciones:
> Primero la incidencia de cáncer, a partir de cuántas personas recibieron un diagnóstico de cáncer en el último año: este índice para los pueblos fumigados fue de 291 personas cada 100.000 habitantes, mientras que en la Argentina globalmente ese valor es de 212. Esto revela que es un 37% más probable que una persona que vive en un pueblo fumigado contraiga cáncer, respecto al conjunto de la población argentina.
> Esta situación enfocada sobre jóvenes, entre 15 y 44 años, adquiere dimensiones dramáticas: allí la cantidad de muertes por cáncer por año es 2,5 veces más alta en los pueblos fumigados que en el resto del país. Es decir que quién tiene esa edad y vive en un pueblo fumigado tiene dos veces y media más probabilidad de morir de cáncer que si viviera en otro lugar del país.
> Por último, que esta situación global llevó al cáncer a estar a la cabeza de las causas de fallecimiento, mientras en el resto del país se encuentra por debajo de los problemas cardiovasculares.
Para Guillermo Hough “estos 3 índices: la incidencia, los fallecimientos en población jóven, y los fallecimientos por cáncer respecto al resto de las causas, están indicando claramente que vivir en pueblos fumigados implica un mayor riesgo frente al cáncer respecto al resto del país”.
La Argentina fumigada
La Argentina tiene la enorme mayoría de su área cultivable ocupada por transgénicos: sobre todo soja, maíz y algodón; son hasta el momento 62 eventos aprobados que en su enorme mayoría se corresponden con resistencia a agrotóxicos y liberación de toxinas; para ellos la industria tóxica logró la aprobación (ampliamente cuestionada) de cerca de 500 principios activos (como el glifosato) a través de varios miles de formulados comerciales (como el “roundup”), y el estudio publicado refiere que en Argentina más del 45% de estas sustancias son “altamente peligrosas” o están incluso prohibidas en otros países. Aún con este drama en curso, la Argentina no cuenta con datos oficiales de uso de agrotóxicos y las corporaciones ocultan esta información, sin embargo estimaciones de organizaciones y movimientos registran un crecimiento exponencial que la ubican hoy en más de 500 millones de kilos/litros por año; sin estudios serios de impacto a mediano y largo plazo para la salud o el ambiente, o de sus sinergias en el ambiente o entre ellas; cuando se sabe que más de la mitad deriva, o sea que no cae sobre su “objetivo”, sino que por distintos mecanismos y dinámicas ambientales esas moléculas se mueven hacia tierras linderas, poblaciones cercanas, cursos de agua potable o lagunas, se evapora en el aire y cae con el agua de lluvia, etc. Y por eso, estos venenos están en todos lados, incluso en los cuerpos de quienes vivimos muy lejos de las áreas agrícolas.
En este contexto, la investigación publicada aporta información clave, para Hough “es muy difícil establecer una causalidad directa entre alguno de estos agrotóxicos o pesticidas de uso agropecuario y algún tipo de cáncer, pero el principio precautorio, que es la base de nuestra Ley General del Ambiente, nos debería amparar con toda la evidencia que existe ya. Es urgente adoptar políticas de reducción del uso de pesticidas agropecuarios para contrarrestar de forma directa estos índices que lamentablemente publicamos”.
Sobre la importancia de la publicación Fernández destaca que “este referato, con estas evaluaciones, y la publicación en una revista con impacto a nivel internacional en epidemiología y salud global le da mucha fuerza a la tarea de seguir visibilizando la problemática de las comunidades. Viene también a refrendar que la ciencia que se está haciendo en nuestro país y en Latinoamérica cuenta con todo el rigor de la ciencia internacional, y que todo esto a su vez viene a recuperar la voz de las poblaciones y a compartir lo que las comunidades están viviendo y diciendo, desmintiendo que es un relato o un mito, sino que es una verdad gravísima que se replica en gran parte del territorio argentino”.
Frente a este panorama oscuro para amplias franjas de nuestra población, ambos entrevistados destacan la potencia de las alternativas productivas que crecen en todo el país; Hough destaca que “esperamos que este trabajo sirva para que las autoridades aborden esta situación y podamos avanzar hacia otro modelo agropecuario que sabemos que es la agroecología”.
Fuentes: Huerquen / BiodiversidadLA