Un joven investigador andaluz es premiado por su trabajo sobre los efectos del aprendizaje musical en el cerebro. El desarrollo y la conexión neuronal mejora a edades tempranas. La música permite más fortaleza ante la degeneración de la memoria por el envejecimiento y los expertos destacan también su papel en las aulas como integrador social.
«¿Por qué es tan difícil?», se preguntaba ante las interminables teclas del piano Rafael. Llevaba desde los ocho años tocando el violín con excelentes resultados, pero sus manos y su cerebro no se adaptaban a la lógica del teclado. Esa dificultad hizo que el joven músico se interesara en cómo nuestro cerebro y cuerpo conectan a través del instrumento musical.
Como investigador de la Universidad de Granada, Rafael Román Caballero acaba de confirmar que cada instrumento musical es como una herramienta que moldea nuestro cerebro. Su trabajo le ha servido para ganar la I Edición del Certamen de Divulgación sobre Medicina y Salud de la Fundación Lilly – The Conversation, imponiéndose a otras 127 candidaturas.
Los premios reconocen a jóvenes investigadores del ámbito sanitario en español. El jurado ha valorado además el hecho de que Rafael hable de ciencia y de arte, pero también de desigualdades sociales, «hemos comprobado que a largo plazo, la música actúa como igualador social, ya que tiende a equiparar las competencias y habilidades de los niños, independientemente de su procedencia socioeconómica», revela.
Al compás de la igualdad
Aprender a tocar un instrumento potencia las habilidades cognitivas, la memoria, la lógica y la adquisición de nuevos lenguajes a lo largo de la vida, eso es algo que la comunidad científica valida ampliamente y con enormes rangos de análisis. Pero ahora, la nueva investigación se vale de análisis metaestadístico para cruzar las competencias musicales con información educativa y también social.
«Hemos comprobado que niños de nivel socioeconómico bajo, tenían una mayor estimulación y desarrollo en su cerebro gracias al aprendizaje con instrumentos musicales», detalla Rafael, que ha valorado aspectos estresadores a nivel físico como psíquico». Aspectos como no tener una buena alimentación, horas de sueño o un entorno hogareño óptimo donde, por ejemplo, haga frío, son condicionantes físicos. Pero también, a nivel de evolución psicoemocional, lo es que la familia no tenga recursos para pagar actividades de ocio o aprendizaje para el niño. «En estos casos, el aprendizaje musical reduce diferencias [entre clases sociales]».
Como herramienta de nivelación social, la música «es esencial, es la única resistencia a la docencia pasiva en las aulas. Se estimula tanto concentración, escucha activa, como trabajo en grupo y la propia confianza», nos explica el músico e investigador Moncho Rodríguez. Como profesor, se ha valido del flamenco o del rock para luchar contra el absentismo escolar en institutos problemáticos. La música, en los casos de mayor exclusión social sirve para «reintegrar a los jóvenes en las dinámicas educativas y sociales».
La experiencia de Moncho Rodríguez no implica sólo una mejora a nivel de socialización o integración, también «les da más habilidades cognitivas, quien aprende a tocar un instrumento tiene más facilidad para el desarrollo lingüístico o matemático, no falla». La ciencia confirma su experiencia.Tocar un instrumento es una de las maneras más efectivas de integrar diversas zonas del cerebro. Para empezar, activamos la noción espacial en los lóbulos parietal y occipital, la planificación motora del cerebelo y la corteza motora y premotora, ya que llevamos un ritmo y anticipamos la llegada de un estribillo, por ejemplo. El cerebro se ilumina como una gran constelación cuando tocamos la primera nota.
Pillar el ritmo al envejecimiento
No solo para mejorar el cerebro de los niños y su integración social, la música es un arma para envejecer más y mejor, y para enfrentar la degeneración neuronal provocada por enfermedades como el alzhéimer, por ejemplo. «El análisis de datos masivos nos permite confirmar que los músicos, de cara al envejecimiento, tienen una ventaja cognitiva ya que su cerebro se degrada desde un punto muy superior, si lo comparamos con el de los ancianos no músicos», detalla Rafael, que se ha valido de análisis internacionales para sus conclusiones.
El análisis del cerebro a través de las nuevas técnicas de neuroimagen evidencia que el cerebro de los músicos es diferente, la música mejora la conectividad funcional. «Lo ves en el mismo grosor de los tractos que permiten una mejor conexión estructural (y por lo tanto un mejor intercambio de información) en las redes de alto alcance. Hay una mejor integración vista–oído, por ejemplo, que son distintas capacidades», explica Rafael.
Por lo tanto, un cerebro mejor engrasado —o entonado— es una garantía contra el envejecimiento y la pérdida de memoria. «En trabajos de campo etnomusical me he topado con mujeres de más de 80 años que no recuerdan su propio nombre, pero que son capaces de cantar decenas de canciones que aprendieron en su juventud. La música es un anclaje en el tiempo que resiste a la vejez», comparte Moncho Rodríguez.
¿Qué y cuándo empezar a tocar?
No es que haya diferencias en el fortalecimiento de nuestro cerebro si tocamos la guitarra o si tocamos la trompeta. Pero sí es cierto que cada instrumento y estilo musical, derivan en un desarrollo específico. Cojamos una guitarra como ejemplo de versatilidad, podremos tocar música clásica, rock–pop, flamenco o jazz, por ejemplo. En orden, potenciaremos la capacidad de leer partituras y aprendizaje de un lenguaje desde el vista–oído, la capacidad de síntesis en el rock para volar no sobre precisas partituras sino tablaturas, o potenciaremos la creatividad, gracias a la improvisación del jazz o el flamenco.
«Cada estilo, al igual que cada deporte, modela nuestro cerebro, si toco la batería, potencia por la actividad aeróbica la conexión mente–cuerpo, por ejemplo», detalla Rafael. Sí es más determinante la edad a la que empezar a tocar y la «profundidad del aprendizaje», no es lo mismo tocar un par de canciones y saberte las notas que leer una partitura de un solo vistazo.En general, «cuanto antes empiezas, más efecto hay a nivel de cognición por cambios estructurales en el cerebro, no quita que no haya efectos positivos en las personas mayores, pero el impacto es más permanente si se empieza a tocar a edades más tempranas».
No obstante, los expertos advierten: no se trata de acudir en tropel al conservatorio para ser más inteligentes y envejecer mejor. No podemos olvidar que aprender a tocar música no es un objetivo, sino un proceso. «La mejora en el cerebro no es el objetivo sino el resultado, lo positivo es el disfrute que te ofrece la música en sí, no hay que buscar un rédito cognitivo», reflexiona Rafael. Moncho Rodríguez apunta en la misma línea, «la música es de las pocas cosas que mantenemos que no es resultadista, uno no aprende música pensando en lo que va a conseguir, sino que reporta un placer instantáneo». La música, esa rareza en la sociedad que educa desde el pragmatismo.
Cortesía de Gonzalo Wancha Sputnik