Fotografía referencial portada: niño mapuche (Camilo Tapia) / Imagen segunda: árbol canelo
La información de la costumbre de plantar un árbol por cada nacimiento mapuche, fue destacada en un histórico trabajo de investigación en los años posteriores a la invasión militar de los estados de Chile y Argentina.
“Una curiosa costumbre, que hace pocos años persistía entre los huilliches al sur del Toltén, pero que no ha sido mencionada por ningún cronista o historiador, era la de plantar un árbol al nacimiento de cada niño”, se señala en una parte de la publicación.
En su libro titulado “La organización social y las creencias religiosas de los antiguos araucanos” (1924), Latcham se refiere a la costumbre de plantar un árbol con motivo del nacimiento de un pichi wentru, el inicio de la vida en esta tierra.
“Desde la invasión española hasta nuestros días hemos sido objeto de un sistemático despojo. Mucho de nuestro srakisuam, kimün y müpiltun ha sido arrebatado y, quizás, mucho ya no pueda recuperarse. Sin embargo, hay elementos de nuestra cultura que, junto a nuestro territorio, sí pueden y deben ser recuperados para proyectarnos con newen hacia el futuro”, señala el portal mapuche huilliche “Futa Willi Mapu”.
La información fue rescatada por el portal mapuche huilliche y se comparte a continuación.
Nacimiento mapunche y plantación de árboles: un vínculo de vida
Desde la invasión española hasta nuestros días hemos sido objeto de un sistemático despojo. Mucho de nuestro srakisuam, kimün y müpiltun ha sido arrebatado y, quizás, mucho ya no pueda recuperarse. Sin embargo, hay elementos de nuestra cultura que, junto a nuestro territorio, sí pueden y deben ser recuperados para proyectarnos con newen hacia el futuro.
Si bien es el culpable de la creación del mito del origen «trasandino» o «argentino» de nuestro pueblo, Ricardo E. Latcham realizó un interesante trabajo de investigación en los años posteriores a la invasión militar chilena a los últimos territorios mapunche independientes.
En su libro titulado “La organización social y las creencias religiosas de los antiguos araucanos” (1924), Latcham se refiere a la costumbre de plantar un árbol con motivo del nacimiento de un pichi wentru, el inicio de la vida en esta tierra:
“Una curiosa costumbre, que hace pocos años persistía entre los huilliches al sur del Toltén, pero que no ha sido mencionada por ningún cronista o historiador, era la de plantar un árbol al nacimiento de cada niño varón. Estos árboles se plantaban en las inmediaciones de la müchulla, generalmente al contorno del lepun, en la ocasión de la ceremonia de poner nombre al niño. La operación la efectuaba el padre del niño, con ciertos ritos que no hemos podido averiguar en detalle, pero que incluían invocaciones al tótem, al pillán, aspersiones y libaciones. No sabemos si enterraban en el mismo hoyo excavado para recibir el árbol, el pedazo de cordón umbilical que se cortaba en esta ocasión, como hacen algunas tribus africanas.
Durante nuestros viajes por la Araucanía, habíamos oído hablar de esta costumbre y más de una vez nos mostraron árboles que decían tener ese origen. Hace poco recibimos una confirmación inesperada. El señor Tomás Thayer Ojeda nos informó que le fué contado por el señor Abelardo Pizarro, en un tiempo Inspector General de Colonización, que efectivamente existía entre los indios esta costumbre, y que en un litigio sobre terrenos quitados de un cacique, quien reclamaba su restitución, se hizo valer esta costumbre como prueba de propiedad. El peticionario mostró al funcionario, mandado a certificar el hecho, un grupo de árboles grandes, situados dentro del predio en litigio, y le dijo, señalando uno de los más grandes, ¿”Vé Ud. ese árbol? Pues se plantó el día que nació mi abuelo; y ese otro fué plantado el día que nació mi padre, y este, el día que yo nací. Aquellos otros se plantaron al nacimiento de mis hermanos, y todo este grupo representa personas de mi familias, que siempre ha ocupado esta localidad”.
Las declaraciones de los testigos comprobaron la verdad del hecho y que esta era costumbre antiquísima, generalizada en la toda zona. La prueba era admitida en los tribunales y considerada suficiente para establecer el derecho del cacique al predio de sus antepasados.
Varios de los cronistas hablan de árboles plantados a mano, pero ninguno menciona las circunstancias en que se plantaban, de manera que no sabemos si se refieren a esta costumbre o no”.
Latcham cita a Mariño de Lovera, Luis Tribaldos de Toledo y González de Nájera. De dichas citas nos quedamos con la descripción de Mariño de Lovera respecto a la fundación de la ciudad de Valdivia por parte de Pedro de Valdivia:
“Luego que los españoles pasaron a la otra banda, descubrieron un gran pedazo de tierra algo alto como una loma casi todo cercado de aquel río, donde tenían sus viviendas los naturales en razonables casas.
Entraron los nuestros y viéronla tan adornada de arboleda sembrada a mano que parecía un paraíso, y así por la lindeza y orden con que están puestos los árboles como por el río que va girando por aquella loma”.
¿Qué árboles se plantaban? ¿Quién era el cacique del litigio aludido? ¿Las mujeres tenían algún ceremonial propio al momento de nacer? ¿Quedan vestigios de dichas prácticas?
Importante señalar, que los nütram del territorio mapunche williche referidos a los nacimientos nos cuentan que, por lo general, la placenta se enterraba en la Ñuke Kütralwe, es decir, en la madre fogón, el centro de la sruka. Por su parte, el cordón umbilical se guardaba en caso de la que persona necesitara algún día de un l’awentun específico.
Por otro lado, tenemos antecedentes orales que señalan que hasta principios del siglo XX gregoriano algunos kimche y autoridades ancestrales del territorio Künko, actual zona costera de las provincias de Osorno y Llanquihue, eran sepultados en la altura de algún un cerro cercano y que, sobre el wampu mortuorio, se plantaba un triwe (laurel).
¿Es el triwe el medio con el cual ingresamos a esta mapu al momento de nacer y el medio con el cual nos vamos a la otra tierra (ka mapu) cuando morimos?
Aún nos queda mucho por saber, recuperar y reconstruir.
Por ahora nos conformamos con invitarlas e invitarlos a reflexionar, a buscar respuestas y a plantear más interrogantes.