A veces la política se parece a la realidad. En estos días está ocurriendo ese fenómeno. Junto con las urgentes tareas de demolición de edificaciones en mal estado, de remoción de escombros, de arrasar para reconstruir las zonas devastadas por el terremoto, el ambiente político está conmocionado por una febril labor de zapa. El presidente electo, Sebastián Piñera, clama por un gobierno de unidad nacional. Pero no pierde oportunidad de tratar de señalar errores reales o ficticios en la actual mandataria, Michelle Bachelet. Y eso es todos los días, en cualquier declaración y abordando temas diversos. Pareciera que para construir su administración necesita demoler todo vestigio de liderazgo opositor.
A veces, la política no coincide con la realidad. La última encuesta realizada por Adimark, entre el 3 y el 6 de marzo -incluye percepciones pos terremoto-, muestra que la presidenta Bachelet mantiene intocado su prestigio. Claro que ese contundente 84% de respaldo posee una constitución diferente. Mientras en los sectores más acomodados (A, B, C1) baja 13 puntos -81% a 68%- desde la medición hecha hasta el 24 de febrero, aumenta en los sectores más vulnerables (D/E) y en el segmento C3.
Pese a que la labor mediática ha intentado ser demoledora con la jefa de Estado, el 96% de los encuestados la considera “querida por los chilenos”. Tres puntos más que antes de la tragedia. En cuanto a su manejo en situaciones de crisis, la aprobación baja de 86% a 83%. Respecto de su comportamiento en la emergencia, el veredicto positivo alcanza a 75% de las personas consultadas.
Los mismos responsables de la encuesta se muestran sorprendidos. Los resultados no responden a los cánones políticos que se manejaban habitualmente en Chile. Ya era extraño que una presidenta con más de 80% de aprobación no traspasara tal popularidad. Y, como consecuencia de ello, su abanderado perdiera frente al representante opositor. Además, llama su atención que pese a la fuerte campaña en su contra, la presidenta mantenga ahora intacta su popularidad. Y para ello la aumentara en los sectores que fueron más golpeados por la tragedia y por la descoordinación de los organismos gubernamentales.
Como si todo ello fuera poco, la baja en el segmento acomodado de la sociedad y el alza en los grupos más desprotegidos, nuevamente instalaba las diferencias de clase como factor preponderante en la política local. Algo que no era extraño en el pasado, pero que en la última elección no se vio con tanta claridad.
Finalmente, para agregar otro elemento turbador, las Fuerzas Armadas, en general, resultaron bien evaluadas. Todas, sin embargo, se encuentran por debajo de Bomberos, que obtuvo un 100%. La Aviación (86%) y la Armada (75%) fueron las instituciones peor evaluadas. Ambas mantuvieron abiertas discrepancias con la mandataria. Y su desempeño en las horas posteriores al terremoto se encuentra en entredicho. Lejos, con un esmirriado 44% está la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI), entidad dependiente del Ministerio del Interior.
Es posible que la explicación para estas evaluaciones sea más sencilla de lo que parece. El esfuerzo desplegado por la presidenta en los días posteriores al terremoto, su presencia casi permanente en los lugares más devastados, su cercanía con la gente, reafirmó una empatía extraordinariamente sólida. Y la desligó de las críticas que puedan hacerse a su administración por el desempeño en las primeras largas y dramáticas horas después de la tragedia. En cuanto a las FF AA, su labor para evitar desmanes y en el reparto de ayuda, las hizo superar cuestionamientos.
Sin duda, esta es una explicación que adolece de visiones algo lejanas de una sociedad que da muestras de cambios profundos. Las aprensiones ideológico-políticas tradicionales han sido limpiamente sobrepasadas. En términos reales, la política se está refundando, pero no al alero de los Partidos. Y seguramente resultará un ejercicio muy aleccionador para los politólogos ver la relación que establezca el próximo gobierno con la ciudadanía. Se tratará de una administración proveniente casi en exclusiva del sector empresarial. Su visión es conservadora, así como las aulas de su formación, esencialmente la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Por el momento, lo único que parece claro es que mañana la presidenta Bachelet cerrará su administración sin que los arduos trabajos de demolición la hayan dañado. Muchos querrán saber cuál fue la fórmula que le dio tan buenos resultados. Y otros estarán interesados en constatar si tan abrumadora popularidad es un capital político que puede hacerse efectivo en cuatro años más. O si la nueva visión política separa el ser querible de los atributos que se le exigen a un líder.
Por Wilson Tapia Villalobos