En algún lugar de Chile y en una fecha que no recuerdo, un Ciudadano Informado se aprestaba a votar en unas elecciones municipales. El día de la elección era el momento cúlmine de todo su proceso de averiguación, de recopilación de información respecto de las candidaturas que se presentaban a la elección.
Desde hace ya más de un mes, el Ciudadano Informado se había dado el trabajo de conocer cada una de las propuestas de los candidatos, tratando de identificar si acaso existía una historia común entre la candidatura y la comuna.
Hizo el esfuerzo de comunicarse con cada candidatura y evaluó el interés mostrado hacia sus consultas. Una de las preguntas que les realizó, fue respecto a la motivación que tenían para ser candidatos. ¿Le interesa aplicar programas efectivos en el corto plazo y de poco efecto en el largo plazo?, ¿Le preocupa realmente una planificación para el desarrollo comunal, aunque esto implique no tener resultados inmediatos?
El Ciudadano Informado trató de escuchar discursos y columnas escritas por los candidatos, buscando identificar a quienes mostraban una imagen paternalista y a quienes mostraban una actitud más horizontal, más cercana al empoderamiento ciudadano.
Y este Ciudadano no se quedó allí, se preocupó por ver si la forma de hacer campaña de cada candidatura en la comuna había sido utilizando estrategias innovadoras, o si acaso mantenían la antigua estrategia del rayado de murallas, lanzamiento de panfletos e invasión de carteles. Para el Ciudadano Informado el valor del respeto con la limpieza, el orden y la belleza de la ciudad era fundamental.
Contextualizó los discursos. Intentó ver por qué había candidaturas que casi de manera automática encontraban erradas todas las decisiones del actual Alcalde. Pero también fue duro en su análisis cuando el Alcalde comenzó a realizar enormes inversiones desde los últimos nueves meses antes de la elección.
El Ciudadano Informado se dio cuenta que una linda foto y un slogan llamativo, por sí mismos, no hacen gobierno local. Se sintió muy molesto cuando notó que existían candidaturas que privilegiaban la imagen por sobre las ideas, y responsabilizó al Marketing político, de esta tendencia creciente en Chile.
Ese día de la elección, el Ciudadano Informado estaba contento. Sentía que mientras marcaba su preferencia, lo hacía con total responsabilidad y pensando en el bien de su comuna. Depositó el voto en la urna, mientras esbozaba una sonrisa.
Terminado su deber cívico el Ciudadano Informado salió del local de votación y de casualidad se encontró con su gran amigo, el Ciudadano Desinformado. Se dieron un gran abrazo.
El Ciudadano Informado le preguntó si acaso iba en dirección a votar. “¡Pero Claro! –respondió el Desinformado- tengo que ir a votar, porque si gana mi candidato me aseguro un buen trabajo en la Municipalidad”.
El Ciudadano Informado comprendió que se estaba quedando sólo.
Alvaro Jorquera Mora
@jorqueramora