Si consideramos las secuelas de la crisis económico-financiera actual constatamos una preocupante inercia. Estados Unidos consiguió imponer a los europeos la decisión de mantener el mercado como eje central de la economía con la promesa de controles y regulaciones que todavía no han sido puestas en marcha. Barack Obama se inclinó en la dirección de Wall Street y con el dinero de los contribuyentes salvó y apoyó bancos que fueron los principales culpables de la crisis. Cada vez más se muestra como un presidente que obedece a la lógica de un imperio en franca decadencia, cuya única fuerza que realmente cuenta es su capacidad de matar a todo el mundo y de destruir la vida del planeta. Esta es la verdad que a nadie le gusta decir ni oír.
De la ayuda que los G-20 prometieron en Londres en abril de 2009 a los países vulnerables, un billón cien mil millones de dólares, solamente el 5% ha sido realmente concedido. Esta ayuda es 360 veces menor que los 18 billones de dólares destinados a salvar las quebrantadas instituciones financieras de los países ricos. La especulación financiera se mueve sin control, como antes de la crisis. No sin razón, los dos preeminentes premios Nobel de economía, Joseph Stiglitz y Paul Krugman, prevén en breve una nueva crisis más grave que la anterior. Vivimos alegremente, como en los tiempos de Noé, comiendo, bebiendo y divirtiéndonos.
Así y todo, la crisis actual ha producido o reforzado tres fenómenos que merecer ser resaltados. El primero es una desglobalización, que se da a través de una regionalización de la economía: la creación de grupos regionales, como Mercosur, Alba, Nafta, BRIC, ASEAN (10 países entre los cuales, Birmania, Indonesia, Singapur), OCDE, Comunidad Europea, OSC (Organización de Shanghai con China, Rusia, Kazaquistán, etc.) y otros. Practican políticas coordinadas para evitar crisis y tienen bancos regionales fuertes, prescindiendo del FMI.
El segundo es el desplazamiento del centro de gravedad del Atlántico Norte hacia el Pacífico y Asia. Aquí se halla el 44% de todas las reservas mundiales. El PIB de China es del orden de 7,8 billones de dólares y es ella la que sostiene el consumo de Estados Unidos; el del Japón es de 4,5 billones; el de Corea del Sur 1,3 billones; y el de Indonesia 932.100 mil millones. Las reservas de estos cuatro países suman 7,34 billones de dólares. Marx nos dejó esta lección: la economía atrae tras de sí a la política, la cultura y la hegemonía del mundo. Los asiáticos pretenderán moldear el proceso mundial con rasgos asiáticos, especialmente chinos. Es su turno.
Por último, la aparición de una acción mundial colectiva contra la crítica situación actual. Nace de una profunda decepción y de mucha rabia existentes en el mundo. Ahora ya son 60 millones de desempleados. Dentro de poco serán más de cien millones. Todo indica que la solución para el calentamiento y para la crisis ecológica generalizada no podrá venir de la política, entrecruzada por intereses nacionales y por mucha corrupción.
Están surgiendo esbozos de Organizaciones de Salvación de la Humanidad y de la Vida. Líderes, grupos, movimientos, sectores religiosos, asociaciones, articulaciones mundiales, querrán tomar la historia en sus manos de forma desesperada. Millones de refugiados climáticos forzarán los límites políticos de muchas naciones en busca de supervivencia. Habrá manifestaciones multitudinarias de los descontentos delante de los bancos, de los parlamentos y de los palacios de gobierno exigiendo medidas drásticas para garantizar la seguridad alimentaria, puestos de trabajo, agua potable, protección contra las devastaciones producidas por los eventos extremos. ¿Quién resistirá a las multitudes enfurecidas?
La economía del puro crecimiento para el consumo, motor de la economía capitalista y del PAC del gobierno Lula, en el fondo dice: «que se vaya a freír espárragos la naturaleza y que se dañen las generaciones futuras, nosotros queremos seguir creciendo y aumentar el PIB, pues esto es lo que nos hace potencia». Pero todos gritarán: «Basta de geocidas. Queremos una economía verde que nos haga vivir y que sea adecuada a la nueva situación de la Tierra». Sin este cambio difícilmente escaparemos a la venganza de Gaia.
Lo dije y cumplí con mi conciencia.
Por Leonardo Boff