Es larga la lista de dirigentes de izquierda que dedicamos nuestra juventud a la búsqueda de un cambio profundo y sustancial de nuestra sociedad; en esa búsqueda muchos camaradas ofrendaron sus vidas y otros padecimos cárceles, torturas y años de clandestinidad. Pero durante estos 11 años estamos ante un régimen que ha utilizado el resentimiento de los sectores más pobres contra las viejas cúpulas, la memoria de los revolucionarios caídos durante la lucha y el nombre de nuestro libertadores para manipular el sentimiento de cambio reinante en el país; cuando en la práctica estamos en presencia de un régimen antidemocrático, antinacional y antipopular, de claros signos autoritarios y totalitarios y de acentuados rasgos fascistas que, bajo la égida de un caudillo megalómano, concentra y centraliza cada vez más el poder.
A esta perversidad, se le une el surgimiento de nuevos grupos económicos asociados al entorno presidencial que permitió el desarrollo una nueva burguesía, llamada por algunos la Boliburguesía, que crece al amparo del Estado, negociando con él y beneficiándose de la inmensa bonanza económica y fiscal, en buena medida financiada a través de los infinitos e invisibles intersticios de la corrupción, la cual, una vez más, por sus magnitudes y repercusiones, deviene, de problema moral, asunto de incidencia económico-social.
Por otro lado tenemos el uso clientelista de los recursos del presupuesto nacional, con el ingrediente que alrededor de 13 billones de bolívares de los viejos acaban de caer en manos de Chávez, gracias a los acuerdos con empresas petroleras de la India, Japón, España, Estados Unidos y Rusia para explotar petróleo en la Faja del Orinoco; esta jugosa suma de dinero representa 7 veces el total del presupuesto del estado Anzoátegui del año 2010 (incluyendo los ingresos extraordinarios), con el cual seguirá manejando su política populista durante su campaña para la Asamblea Nacional y las presidenciales del 2012.
Además de reforzar el carácter monoproductor de nuestra economía, entregar y profundizar la renuncia de la soberanía con dichas negociaciones, debemos destacar el incremento de manera grosera de la deuda externa con los entes financieros internacionales; la hipoteca de nuestro principal generador de divisas a través de la venta de petróleo a futuro con los chinos y otras naciones, con el fin de obtener dinero constante y sonante para así tratar de mantener su imagen de hombre bondadoso con los pobres del mundo y sostener el clientelismo político del cual se mantiene su régimen.
Por esta razón podemos afirmar que los rasgos característicos fundamentales de la formación económico-social venezolana no sólo se mantienen, sino que se han visto reforzados. Estamos en presencia de una formación económico-social capitalista, de carácter dependiente y semicolonial, soportada en un modelo de acumulación rentista que tiene su base principal en la industria petrolera, la cual constituye el factor dinamizador por excelencia del conjunto de la economía y cuyo Estado se caracteriza por ser redistribuidor de renta, de tal forma que la burguesía surgida de este proceso es básicamente una burguesía alimentada por y desde el Estado. Que ocultan muy bien con su falso discurso socialista o nacionalista.
Se trata de un régimen despótico que se caracteriza por el manejo arbitrario y discrecional del poder y del conjunto de sus instituciones y de su legalidad. Su origen formalmente democrático y los manipulados mecanismos de relegitimación ciertamente habían dificultado su desenmascaramiento y enfrentamiento, tanto en el plano nacional como internacional. Sin embargo, cada vez se confirma de forma más nítida, su tendencia a distanciarse de la alternabilidad del poder, separación formal de los poderes públicos y reconocimiento de su autonomía, a partir de lo cual opera un mecanismo de contrapesos y equilibrios institucionales, reconocimiento de un espacio para que actúe y compita, legítimamente y en igualdad de condiciones formales, organizaciones políticas y sociales diversas y opositoras al régimen, separación más o menos clara y visible de la sociedad civil respecto del estamento militar, entre otras características.
A lo anterior se le une un proceso acelerado de corporativización de toda la sociedad y de creación de mecanismos diversos de control social, propios de los regímenes fascistas y totalitarios, casi siempre conectados al desarrollo de planes y programas sociales y a la implementación de sistemas que venden la ficción de poder y participación, los cuales se construyen y alimentan a partir de una prédica ideológica que estimula la irracionalidad y el fanatismo, el sectarismo y la intolerancia y que, en consecuencia, se hace refractario a la diferencia y a la crítica y promueve la exclusión política, social, ideológica, etc.
Por Robin José Rodríguez González
Secretario General del Partido Vanguardia Popular
Fuente: www.soberania.org