«Vivo en un país libre,
cual solamente puede ser libre,
en esta tierra en este instante,
y soy feliz porque soy gigante»
Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez
Una nueva ofensiva imperialista se está llevando a cabo frente a nuestros ojos. Cuba es el centro de las miradas internacionales y, no por casualidad, llueven sobre la isla todas las maldiciones del «mundo libre». La selección y manipulación de la información por parte de la gran prensa, resulta escandalosa a estas alturas, y toda persona honesta no puede quedarse callada frente a la campaña de mentiras que se ha montado en torno a la isla.
Es necesaria la crítica, pero cuando esta es sincera y busca aportar, no cuando busca destruir. La gran campaña de difamación hecha contra Cuba, no siempre deja observar la realidad en su magnitud, por lo tanto, no logramos calibrar adecuadamente el real contexto en el que se mueven conceptos abstractos. De esta manera las abstracciones se mueven sobre la misma realidad y sobre la propia complejidad de lo concreto. De esto debemos escapar.
Para entender el ataque constante y sistemático que se cierne sobre Cuba es sumamente necesario comprender qué es lo que sucede a nivel general.
Decir que una «dictadura» en Cuba no se justifica por el bloqueo, no explica nada. Se necesita explicar cuáles son las raíces profundas que se cruzan en el caso cubano, o sea necesitamos comprender los conflictos de poder que se encuentran cruzados, y que interceden directamente, en el caso particular de la nueva ofensiva contra Cuba.
Cuando los grandes medios y connotados intelectuales hablan de «dictadura» en Cuba, nadie sabe específicamente a que se refieren. ¿Que entienden por dictadura? A estas alturas realmente nadie lo sabe. El problema real es que no se busca entender el problema de Cuba, sino que se usan conceptos peyorativos de distinta índole, para destruir a Cuba. En el inconsciente colectivo se encuentran conceptos tales como: «dictadura en Cuba», «hermanos Castro», «disidencia cubana”, “represión en la isla»,etc. Sin embargo nadie tiene en su mente ni se busca informar acerca de qué pasa en Honduras, de qué sucede en Irak o de la fosa común encontrada recientemente en Colombia, la más grande de la historia de Latinoamérica.
La influencia que ejercen los medios, sobre nuestra formación de opinión, es total.
Sin duda existe una disparidad acerca del trato de la información. Es que todos saben de los huelguistas cubanos, sin embargo nadie habla del caso de Elena Varela o de las innumerables huelgas de hambre de los presos políticos mapuche en territorio chileno. Y esto no es una casualidad, sino que responde a una política deliberada y especialmente planificada, por parte del gobierno de los Estados Unidos.
La nueva ofensiva contra Cuba se enmarca dentro de una ofensiva mayor que se dirige para tranquilizar al patio trasero. El golpe de estado contra Zelaya, logró de manera efectiva, mediante nuevos dispositivos, sacar del poder a un gobierno que comenzaba a mostrarse especialmente proclive al proyecto del Alba y a Chávez. Por otra parte, la reactivación de la IV flota para América Latina, es una muestra de la preocupación que Estados Unidos tiene acerca de la izquierdizacion del territorio.
Conjuntamente a esto, los gobiernos proclives al imperialismo norteamericano, apoyan sin dudar sus políticas. Prueba de lo anterior es la instalación de siete nuevas bases militares en territorio colombiano. Con esto se busca recrudecer la presión sobre los grupos insurgentes como las FARC o el ELN. Todo con el beneplácito del gobierno de Uribe. Por último, se debe mencionar el total control que el gobierno norteamericano mantiene sobre el territorio de Haití, a través de sus marines, supuestamente a partir de una misión humanitaria, producto del terremoto.
Los antecedentes son claros y nos muestran la ofensiva imperialista sobre Latinoamérica. La acción se produce de manera soterrada y con el apoyo de las grandes poderes económicos de Norteamérica. En medio de este escenario, es que podemos ubicar el actual escenario de ataque mediático contra Cuba. Y es que el tema cubano sigue siendo, pese a los años, un tema de importancia cardinal en la política estadounidense. No importa qué fuerza política esté en el poder, la política de agresión hacia Cuba no se detiene.
Hoy, pese a la cara humanitaria que intenta mostrar Obama, este tipo de políticas no cambian. Y es lógico que así sea. Un imperio como el de Estados Unidos, no puede dejar vulnerar su poder, con un ejemplo de posibilidad de cambio y de otra forma de organización política al lado de su territorio. El tema cubano, por lo tanto, no es un simple capricho, sino que se torna en una política de seguridad nacional. Es inadmisible para EEUU el permitir un gobierno rebelde frente a sus narices. El problema no radica en la pequeña isla cubana, sino más bien en la potencialidad del ejemplo cubano para los otros países de la región.
Hace unos años Mark Falcoff, especialista en temas de la isla en Estados Unidos, declaraba:
«Desde el punto de vista de la política, de la ideología y la cultura, Cuba es mucho más importante de lo que debería ser , teniendo en cuenta su población o su Producto Interno Bruto… El culto a la Revolución pervive en América Latina y Cuba es el único país que lleva adelante el ideal de las transformaciones totales, hasta las últimas consecuencias… Mientras muchos se resienten de nuestro poder, solo Cuba, la pequeña Cuba está decidida a pagar el precio completo de su posición… Es el tipo de bandera bajo el cual pueden reunirse todos los izquierdistas anti norteamericanos y las tendencias utópicas del mundo» (Citado en artículo «Las campañas contra Cuba y la maquila de los bostezos» de Elíades Acosta Matos).
Más claro no puede ser. Cuba es una amenaza para Estados Unidos y como tal, se combate a esa amenaza. Es una guerra, que pese a no estar declarada formalmente, no deja de serlo por no estar abiertamente declarada.
Esta guerra que aparece encubierta, encuentra otro de sus episodios en los recientes acontecimientos sucedidos en la isla. Las huelgas de hambre, damas de blanco y la cobertura mediática a nivel mundial, se muestran como simples piezas dentro de un movimiento general.
No dudamos en la genuina necesidad de las damas de blanco de preocuparse por sus familiares, sin embargo esto pasa a ser un juego de maniobras, cuando las mismas damas reciben financiamiento de otro país, específicamente de Estados Unidos. Atilio Boron señala de manera adecuada, como se llama a esto en todas partes del mundo: traición a la patria (Ver articulo de Atilio Boron «Disidentes o traidores»). Esto en todas partes del mundo, incluido Chile, recibe la pena máxima acorde a la ley. Sin embargo en Cuba esto alcanza de inmediato el estatus de «represión a la disidencia». Seria lógico preguntarse a qué se refieren con disidencia, si esa misma disidencia es directamente apoyada por un país extranjero. Eso en todos lados es traición.
Refiriéndose a la necesidad de estimular la disidencia para crear una oposición interna, Albert Wohlstetter, asesor de todos los presidentes desde Eisenhower a Bush padre, señalaba:
«Debe exigirse a Castro la liberación de los prisioneros políticos, no sólo como un acto humanitario, sino para dar un paso más en la formación de una oposición a su gobierno… Sacarlos del país podría ser también un acto humanitario, pero tendría menos valor para el futuro de la oposición en Cuba… No debe firmarse ningún acuerdo para limitar los vuelos espías de los U2 sobre la isla… En la esfera comercial, no debe hablarse de ‘normalización’ de las relaciones entre los dos países, eso no es deseable. El bloqueo contra Cuba deberá mantenerse (entre otras razones) para demostrar a los pueblos de las repúblicas latinoamericanas que el comunismo no tiene futuro en el Hemisferio Occidental… El solo hecho de que esta avanzada del comunismo pueda fácilmente sobrevivir a nuestra hostilidad, e incluso, florecer con nuestra ayuda, estimulará futuras imitaciones de Castro» (Ver artículo «Las campañas contra Cuba y la maquila de los bostezos» de Elíades Acosta Matos)
La tan bullada oposición no es sino una pieza dentro del juego que propone Estados Unidos. Es un escándalo examinar las acciones encubiertas y observar el juego mediático contra Cuba. Todos los años se movilizan cerca de 59 millones de dólares para apoyar las actividades «democráticas de la disidencia», por parte del gobierno de Estados Unidos. De estos 59 millones, 36 millones se destinan directamente a fomentar la oposición interna. Este plan, fomentado por el gobierno de George Bush, ¿acaso no es una intromisión directa en las políticas internas de Cuba?
Y, sin embargo, la disidencia sigue siendo mostrada como una noble causa animada por los más puros intereses democráticos. Los medios siguen mostrando de manera distorsionada la información y jugando el triste papel de lacayos de las políticas estadounidenses. Jamás leeremos las columnas de Fidel en El Mercurio, sin embargo, en su portal virtual, lo primero que vemos es el link de la famosa bloguera Yaoni Sánchez. No es casualidad su popularidad por lo demás. Una visión de la totalidad nos ofrece un panorama claro de qué es lo que se disputa en Cuba.
No intentamos ser unos defensores acríticos de Cuba. Existen deficiencias en la isla, y eso es claro. Sin embargo, en la disyuntiva actual y a la luz de los hechos, lo que sucede con los famosos disidentes, no corresponde a un intento por democratizar Cuba y de mejorar las condiciones del país, sino que se ubican como peones dentro un tablero de ajedrez, en una lucha titánica que se lleva a cabo, de manera oculta, tras bambalinas. La libertad que se quiere recuperar es simplemente la libertad de mercado, que tenía transformada a Cuba en el basurero de Estados Unidos, antes de la revolución. Ese es el sueño de la vieja derecha estadounidenses.
En medio de esa guerra oculta es que nos encontramos. La lucha del imperio más grande de la historia, contra un pequeño país que se niega a rendirse. La dificultad del problema no exime de responsabilidades y en esta lucha de poderes no es posible guardar una supuesta neutralidad.
Cuba es el baluarte de la resistencia Latinoamericana y de todos los explotados del tercer mundo. En sus años de resistencia y de episodios históricos, creemos que hay algo, que no sólo Cuba debe defender, sino que todos debemos levantar como bandera frente al imperialismo: la dignidad de nuestros pueblos y la solidaridad urgente con los que luchan.
Por Sebastián Farfán Salinas
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