La Peste de la delincuencia en el césped del Fútbol

Los públicos son distintos, por lo tanto las reacciones son distintas, el espectáculo pareciera ser el mismo, un partido de fútbol en un estadio cualquiera

La Peste de la delincuencia en el césped del Fútbol

Autor: paulwalder

boris albertLos públicos son distintos, por lo tanto las reacciones son distintas, el espectáculo pareciera ser el mismo, un partido de fútbol en un estadio cualquiera. El espectáculo deportivo es el mismo del que disfrutamos semanas atrás en la Copa América disputada en nuestro país (de la cual fuimos alegremente campeones), probablemente la calidad del juego resultaba disimil y el contexto competitivo era menos significativo, pero el deporte era el mismo, el mismo que congregó a la familia chilena a los estadios, hoy continua agrupando a delincuentes.

Reiteradamente hemos escuchado que es el fútbol pasión de multitudes, tiene este llamativo deporte la característica y capacidad de exaltar el espíritu del pueblo, de brindarnos alegrías profundas y también tristezas abismantes. Congrega a las personas entorno a la oportunidad de la identificación social y la posibilidad del triunfo.

En el contexto de la Copa América, la familia chilena fue nuevamente protagonista en cada uno de los recintos, distintas generaciones, abuelos, padres e hijos tenían la necesidad casi angustiosa de una victoria que remeciera y refrescara el rostro triste del país. Ahora el contexto ha cambiado, hemos regresado a las competiciones locales con los “ídolos” actuales y los equipos que nos identifican localmente. Al cambiar el contexto cambia el paisaje de los personajes que asisten a alentar a los equipos. Pues bien, ya no es la familia la que se congrega, son los delincuentes, la ordinaria y marginal mafia delincuencial chilena la que se agrupa en las canchas. Estos hijos de puta, estos adolescentes hijos de la orgía, estos cesantes por voluntad y decisión propia, esta manada de monos (con el respeto que me merecen los primates) de buzos y zapatillas de marca se han adueñado de los estadios, de norte a sur de Chile, se han adueñado de los estadios. Están por sobre la autoridad policíaca, están por sobre la autoridad gubernamental y política, están por sobre la autoridad organizativa. Esta lamentable situación de la tiranía del miedo que ha impuesto esta lacra es total responsabilidad de las cobardes y displicentes autoridades que hoy disponen del destino del país. La ineficacia del Plan Estadio seguro ha quedado en clara evidencia con lo que sucedido en el Estadio Fiscal de Talca cuando la Universidad de Chile jugaba contra Rangers. ¿Cuántos de los gestores de este Plan habrán asistido a aquel encuentro futbolístico? o a alguno de los tantos partidos disputados en el resto del país. Consecuencia esto, es de que quienes diseñan estos planes y estrategias de seguridad, lo hacen desde un edificio, una oficina y un escritorio. Lo diseñan desde su acomodada posición de observadores externos, de espectadores lejanos como hombres de ciencia que laboran desde lejos y con guantes materiales tóxicos. Diseñan planes de seguridad viendo y analizando el desastre de los estadios a través de sus televisores, mediante la prensa, leyendo reportes e informes de daños, evaluando sobre el papel las soluciones al conflicto. De seguro a ninguno de estos diseñadores nunca les llegó una piedra, un tablón o una bengala en la cabeza, nunca estuvo en medio de una trifulca, nunca les destrozaron el auto a las afueras del estadio ni nunca mataron a un miembro de su familia producto de los desmanes. Si estos diseñadores de planes no han vivido estas experiencias traumáticas de cerca, mucho menos las autoridades superiores, mucho menos los ministros, mucho menos la presidenta.

Necesitamos autoridades con más cojones y menos escritorios. Aquí en Chile las problemáticas siempre se atienden en la medianía, siempre se intervienen los conflictos en las ramas y no en las raíces. Pasa esto con la reforma laboral, con la reforma educacional, tenemos la triste costumbre cultural (ya podríamos tildarla de tradición incluso) de actuar luego de la catástrofe y de diseñar soluciones de parche. Lo que sucede con el fútbol es similar, no escapa a la regla. Se organizan fórmulas y métodos para controlar la violencia en los estadios, pero no se previene en las poblaciones, no se previene en la familia. No es que el Plan Estadio Seguro deba encargarse de esta labor educativa y prevencionista, es el Estado quien debe asumir este reto con responsabilidad y prontitud, pero el Gobierno de Chile continúa quedando en vergüenza por los actos de corrupción dentro de sus filas, pero el gobierno de Chile continúa lanzándose escupitajos con la regia y estúpida oposición de derecha, pero el gobierno continúa manteniendo a sus profesores sin dignidad marchando y limosneando ya más de un mes en las calles. Este gobierno no tiene huevos, sí mucha verborrea, sí mucha charla, sí mucho papeleo y boleteo, pero no huevos ni pantalones como para intervenir en el epicentro, en el foco, en la raíz de la cuestión delictual. Mientras adquirimos armamento y nuestros soldados se perfeccionan para guerras ficticias, los delincuentes desmantelan los estadios, ahuyentan a la familia del espectáculo deportivo, son los mismos delincuentes que ensucian las marchas de correcta protesta, son los mismos infiltrados y encapuchados, anarquistas con la sola ideología de la destrucción ajena, son los mismos que paran, cuelgan y cortan los carteles y palomas de sus patrones políticos en épocas de elecciones.

Se necesita con urgencia mano dura, que se disponga de fuerza militar especializada para extirpar a la peste del césped futbolero. Que se niegue perpetuamente el derecho de entrada al reincidente, que se castigue con cárcel a cualquiera que atente contra el sano desarrollo del deporte y en contra de la seguridad de la familia. Que los clubs deportivos no sólo financien refuerzos para sus plantillas, que además financien barras creativas, innovadoras, sanas y coloridas que den vida y brinden alegría en las galerías. Que el gobierno invierta en programas de prevención y educación social contundentes y realmente eficaces.

Finalmente, expongo aquí mi total repudio contra lo sucedido en nuestro fútbol, pero también me despido con la ilusión de ver a la familia chilena de regreso en el estadio gritando gol.

 

Boris Albert

Poeta, Escritor y Ensayista Chileno

www.borisalbert.blogspot.com


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