Seguramente quienes pudimos leer parte del libro de escritor colombiano, Fernando Vallejo, cuyo nombre es el titular de esta columna, se logra minimizar la sorpresa que ha causado el escándalo de los sacerdotes pedófilos que por hoy están en la palestra mediática. En dicho texto, se hace un repaso de la historia de la iglesia, exhibiendo las asunciones de los distintos papas al Vaticano, todos, antecedidos por asesinatos consecutivos. Es decir, el papa que asumía, era el que había asesinado al anterior.
Hoy la atención se concentra en más y más escándalos. Como si fuera poco el desgarrador destape de los abusos de pedofilias desarrollados por sacerdotes en distintas partes del mundo, la mentalidad medieval, propia de la era más alcantarillezca de la iglesia, hizo ejecutar encubrimientos que sobrepasan con creces el blanco mensaje de justicia entregado por Cristo.
Juan Pablo II y Benedicto XVI son culpables, serios culpables y cómplices de esconder, por el bien de la imagen de la iglesia, a los delincuentes de túnica y alba. A conocimiento de todas las víctimas que desesperadamente usaron los diversos canales de comunicación para hacer las denuncias respectivas, en la cúpula del Vaticano guardaron los expedientes en el escritorio del sótano para no generar el escándalo de hoy.
Les pasó con el hijo pródigo de la iglesia: el antisocial pederasta mexicano que llegó a ser un semipapa de la humanidad cristiana: Marcial Maciel, quien tuvo la venia del politburó eclesiástico por todos los ingresos económicos que aportaron los Legionarios de Cristo al Vaticano. Hasta el final, los sucesores de San Pedro buscaron ocultar los abusos sexuales y violaciones que Maciel realizó durante su santa existencia. Los antecedentes fueron tan evidentes, que no tuvieron más que aceptarlo.
Hoy, el panorama es aún más depresivo. Primero fue el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, quien en entrevista con TVN, minimizó las denuncias de sacerdotes pedófilos en Chile, expresando que “son poquitos”, y tiene razón, si se compara proporcionalmente a la inmensidad de casos a nivel mundial. Pero no es la forma de referirse a temas tan delicados como este.
Luego, el Secretario de Estado de Vaticano, Tarcisio Bertone, hombre número dos de la iglesia después del Papa, quien visitó Chile justo en el momento en que se destapó el caso del cura de Melipilla Ricardo Muñoz Quinteros, de 55 años, quien habría abusado de niñas entre 16 y 18 años y de un hija de cinco años que tuvo con su pareja, Pamela Ampuero, quien también fue formalizada por la fiscalía y está detenida al igual que ex sacerdote por facilitarle los abusos con la niña y contactar a otras jóvenes.
En su paso por nuestras tierras, Bertone (quien simpatizó con la dictadura militar chilena), asediado y con justa razón por la prensa tras los escándalos de pedofilia, vinculó a los pederastas con quienes tienen inclinaciones homosexuales. No fue para menos el intenso rechazo mundial a las homofóbicas declaraciones del Vaticano, considerando que los estudios que Bertone citó para decir lo que dijo, no existen.
No fue casualidad, por ejemplo, las protestas en las afueras de la Universidad Católica Silva Henríquez, donde homosexuales, transexuales, e incluso héteros y universitarios comunes, se sumaron a una funa al secretario de estado del Vaticano, quien a esa hora participaba en un acto al interior de la casa de estudios. El repudio era a unas declaraciones retrógradas, que ensucian aún más la iglesia.
Iglesia, dicho sea de paso, que cuenta con matones como guardias de seguridad de los líderes del Vaticano. Terminado el acto en la Universidad, Bertone hizo retiro del recinto, frente a preguntas de la prensa. Para quienes estuvimos ahí, resultó impactante ver cómo unos de los guardaespaldas de la santa sede, sin mediar provocación alguna, golpeó brutalmente a una periodista y a otros reporteros que como en todas partes, sólo hacían su trabajo.
Otra más de los sucesores de Cristo. Por supuesto Bertone no habló con nadie y se subió al Mercedes Benz del año, retirándose raudo del lugar. Como dijo un manifestante en las afueras de la Universidad, cargado de gargantillas y especies de oro.
Este es el panorama actual de la iglesia, o más bien de la cúpula de la iglesia. Ajenos al reconocimiento de los grandes errores durante el tránsito de la humanidad, y con una vaga sed de justicia para perseguir a quienes rompen los mandamientos de la Biblia, viven hoy el momento más duro de su historia contemporánea.
Y eso que estamos recién en el comienzo. Es tarea de los cristianos, hacer que todo esto, para bien del catolicismo, cambie. Y eso, se parte, primero, por defender a la humanidad, y no a sus líderes.
Por Julio Sánchez Agurto