Un inesperado nuevo debate se abrió entre la Concertación y el gobierno de Piñera a propósito de una carta pública del ex Presidente Eduardo Frei expresando sus opiniones sobre el actual tenor de las relaciones exteriores con los países vecinos, las posteriores respuestas oficialistas y la nueva arremetida freista en una columna del diario La Tercera del día sábado 26 de junio.
Es interesante desmenuzar este conato discursivo puesto que nos abre varias perspectivas de análisis.
La primera de ella dice relación con el absoluto celo que ha sido tratado por el Poder Ejecutivo, y particularmente por el Presidente de la República, la política exterior en las últimas décadas, que le ha quitado opciones de participación a cualquier otro actor estatal, y ni qué decir de actores sociales. La frase acuñada de “política de Estado” sumada a la definición institucional de exclusiva responsabilidad del Jefe de Estado en su conducción, han limitado históricamente la posibilidad de articular una política pública seria, responsable, participativa, dialogante y sobre todo crítica. Por esta razón, la histérica respuesta desde el Gobierno al emplazamiento de Frei no sorprende, así como tampoco sensibiliza el rasgado de vestiduras de éste, apelando a un sentido “derecho a opinar”. Lo que durante cuatro gobiernos concertacionistas negaron totalmente, hace perder total credibilidad a la actual solicitud de debate público por parte de sus militantes. Si no, sería bueno recordarles los herméticos grupos de “gurúes” que tenían la exclusividad en el don del manejo de la política exterior.
Por lo tanto es un buen momento político, no solo por la reconfiguración del mapa partidario, sino por la coyuntura vecinal, que definitivamente la discusión sobre nuestra política exterior, y muy particularmente la vecinal se entienda también como una política pública, por lo tanto de amplio espectro participativo y debatible. La falsa y chantajeante convocatoria, que siempre proviene de la élite en el poder, sobre lo cuidadoso que hay que ser en estas materias porque está en juego el “interés nacional” debe ser erradicada como argumento que inhiba el intercambio de visiones y opciones.
Nada exige que exista un consenso sobre política exterior, puesto que es, al igual que cualquier otra materia, objeto de proyectos políticos e ideológicos absolutamente legítimos y que en definitiva serán asumidos por los respectivos gobiernos depositarios de una voluntad popular, a la cual se le ofreció un programa que incluía definiciones en este ámbito. Lo que también implica que esas definiciones y acciones sean susceptibles de evaluación y rendición de cuentas.
Un segundo análisis está relacionado con los aspectos de contenido en la crítica de Frei y que al parecer es compartida ampliamente por los partidarios de la Concertación. Y lo que ésta arroja es una clara manifestación de su tozudez en la relación vecinal, particularmente con Perú y las perspectivas del litigio internacional.
La Concertación no quiere reconocer su tremenda falta de visión estratégica en la relación con Perú. Se dejó escapar una coyuntura muy favorable y terminaron enredándose con la demanda marítima peruana.
Sus argumentos para el distanciamiento siguen siendo muy precarios, solo amparados en un litigio al cual se le prestó poca atención, y que se enfrentó sin visión ni plan estratégico. Hoy solo siguen llorando por la leche derramada, por tantos años de una relación desperfilada y donde prestaron demasiados oídos a los sectores más conservadores, tanto en Cancillería como en las fuerzas armadas.
El gobierno chileno nunca logró entender la problemática peruana con la demanda marítima, que junto con el problema nos plantearon la solución, optando por el encapsulamiento jurídico en un tribunal internacional y avanzar en la cuerda separada de las relaciones en otros vastos campos de acción conjunta.
A tan mal estado de las relaciones vecinales se llegó, que lo poco que ha hecho al respecto el gobierno de Piñera aparece como un gran avance, y actualmente no se pierden oportunidades ni alabanzas mutuas entre ambos gobiernos. Por eso es que aún resulta más chocante el alegato de Frei por las actuales relaciones con Perú, que más se acerca al grito de un ego dañado que al sensato interés de pensar en una proyección de mutuo beneficio. Porque a pesar de las limitaciones actuales, se ha podido demostrar que efectivamente se podía avanzar bajo la tesis de las cuerdas separadas.
La dolida postura concertacionista se agrava al insistir en un diseño de defensa chilena ante La Haya que incluya a Ecuador, que de esta forma amplifica el conflicto, involucra a un tercer país que está en un camino exitoso de arreglo de temas bilaterales con Perú con el cual tuvieron una crisis armada en el año 1995 y en el cual nuestro país jugó un papel vergonzante al estar involucrado en la venta de armas a Ecuador siendo a la vez miembro de la comisión de países garantes. Es decir, nuestra falta de claridad en un plan estratégico sensato, nos lleva por el camino de escalamiento y ampliación del conflicto. Todo lo contrario a lo que deberíamos hacer pensando en el momento en que habrá una decisión jurídica por parte del Tribunal de La Haya. La previsión que no tuvieron capacidad de ejercitar en el año 2005, la ausencia de un relato verosímil que superara la rabieta del demandado, debiera llevarlos a un gesto de humildad en el futuro próximo para superar un estado de tensión momentáneo en aras de una relación que será permanente.
Hoy tenemos una nueva oportunidad para mejorar las relaciones con Perú, que se ponga la mirada tanto en el proceso como en la finalidad, pues es claro que todo lo que se pueda concretizar positivamente en este período será una garantía para el momento crucial de la resolución jurídica. Es evidente que la existencia de instancias de diálogo y de encuentro tienen una directa relación proporcional positiva con la recepción de la resolución jurídica de La Haya.
Uno podría tener legítimas suspicacias en que el énfasis por el mejoramiento de las relaciones con Perú por parte del gobierno de Piñera tuviera un exagerado perfil economicista, atendiendo al sino del conflicto de interés del presidente chileno, pero eso debiera permitir abrir un nuevo debate nacional con nuestros vecinos del norte, porque es indudable que a propósito de intereses nacionales, es urgente que concretemos nuestra agenda de cooperación en aras del necesario desarrollo de nuestros pueblos.
Por Carlos Gutiérrez P.
Director del Centro de Estudios Estratégicos
CEE – Chile
Ilustración: www.cambio.com.co
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