Pese a los casos de delitos de abuso sexual que se han cometido y han salido a luz pública, nadie cuestiona la utilización de la religión para cometer estas acciones. No se trata de ser ateo o ser creyente, se trata de hacer frente a una realidad que nos afecta y pasa desapercibida.
La Iglesia católica desde sus inicios ha funcionado como una especie de Gobierno mundial, el cual se ha consolidado como una de las instituciones más incuestionable de mundo, pero muchas veces vale la pena preguntarnos ¿la perfección existe dentro de los seres humanos?.
Según un estudio realizado en Australia, durante el año 2016, se pudo conocer que un total de 1.880 curas estuvieron involucrados en casos de violación a aproximadamente 4.440 niños, lo cual pone en evidencia que ninguna organización, por más religiosa que se haga llamar está exenta de cometer delitos tan inhumanos como estos.
Casos como estos se cometen a cada año, a cada instante en el mundo, esto a consecuencia de diferentes factores, pero el más preocupante es la devoción ciega de algunas personas que no ven más allá de unas sotanas, una cruz y manifestaciones de superioridad en el ámbito religioso, que pregonan muchos pedófilos que se hacen pasar por curas o religiosos.
Pese a que el papa Francisco se ha pronunciado en diversas ocasiones contra este tipo de situaciones, se pone en duda las acciones que han sido implementadas para atacar y erradicar la violencia sexual entre instituciones y espacios donde se promueve la religión.
A comienzos de febrero del año 2016, en rueda de prensa fue divulgado un documento, el cual fue redactado por el monseñor francés Tony Anatrella, en el que se establece que ningún obispo recién ordenado tiene la obligación de reportar las denuncias de abuso sexual a menores a la policía. Situación que ocasionó un fuerte disgustos dentro de los familiares de las niñas y niños que han sido víctimas de estos actos violentos.