Parece ley eso de que en la mesa de la familia chilena siempre haya líquidos rojos, verdes, transparentes y negros que burbujean gas. Si es que antes se veía normal tener una o dos botellas a la hora del almuerzo dominical, ahora se puede encontrar hasta en la hora de la once (todavía, quizás y ojalá, nos resistimos a beber al desayuno). Las marcas también han aumentado: hay bebidas para todos los bolsillos. La información que transcendió el fin de semana, entonces, era esperable: compramos más bebidas y jugos (bebidas no alcohólicas) que legumbres o frutas.
Este dato lo que dejó a la vista un estudio académico realizado a partir de los datos expuestos en la Encuesta Nacional de Presupuesto Familiar del Instituto Nacional de Estadísticas, realizado entre 2011 y 2012 (el nuevo estudio comenzó en 2016 y termina en junio de 2017).
El promedio de gasto en estos tipos de bebidas, a base de colorantes, supera el 9% del gasto mensual de una familia chilena, mientras que el correspondiente a las legumbres bordea el 1% y el de las frutas el 5%.
El estudio está fraccionado en los distintos quintiles, una medición ocupada por los académicos para dividir a la sociedad según ingresos económicos.
Nadie quiere dejar el pan
La semana pasada la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura publicó un dato alarmante a nivel nacional: un 63% de la población adulta de Chile tiene sobrepeso. Esto hace sentir preocupación por la forma en que nos estamos alimentando.
Sin lugar a dudas, el dato anterior tiene directa relación con el alimento realmente imprescindible en el país, el pan. Se consume mucho más que las bebidas gaseosas. Según el estudio de la Universidad del Bío-Bío y el Ministerio de Salud, en las familias de quintiles con ingresos menores se gasta un 23% del presupuesto mensual, mientras que en los quintiles de ingresos altos no varía mucho la cosa: un 23% del total se invierte en este producto hecho en base a harina, sal y levadura.