“Acá hay una enfermedad y hay que asumirla como tal”
Juan Emilio Cheyre
El terremoto vivido en nuestro país ha dejado al desnudo el verdadero Chile, ese país subterráneo, que constantemente es maquillado tras frases rimbombantes, que se transmiten como consignas publicitarias por los medios de comunicación. El “alma patriótica”, el “Chile solidario” y distintas consignas repetidas por todos, se esfuman en el aire cuando nos detenemos a observar lo ocurrido en el sur, luego del terremoto. Gente armada intentando protegerse, bandas saqueando las casas destruidas de sus vecinos, los militares protegiendo el gran comercio, los medios de comunicación mostrando el show del caos y la destrucción. Si durante años desde ciertos sectores críticos se viene argumentando acerca de las consecuencias sociales que ha traído este modelo en la sociedad, este terremoto ha mostrado en la realidad misma, las consecuencias sociales del “milagro chileno”.
Enfrentando el año del mediatizado Bicentenario, se debe realizar un balance y una mirada clara acerca de nuestro estado como sociedad. El show compulsivo de la T.V. nos hace entrar en un cuestionamiento necesario acerca de cuál es el hombre que se ha creado estos años. El hecho de observar personas capaces de aprovecharse del sufrimiento ajeno, no es algo que debamos dejar pasar así como así, merece atención y reflexión. Si una persona es capaz de organizarse conscientemente con otros para robar a sus propios vecinos, es porque algo está pasando en nuestra sociedad.
Tras el Chile que han querido vender todos estos años, ese Chile a pasos del desarrollo, diferente a nuestro barrio (latinoamerica), jaguares de nuestra región, encontramos imágenes inquietantes que nos muestran la realidad de nuestro país hoy y que deconciertan. Las grietas son profundas tras la fachada del bicentenario.
LA DESCOMPOSICIÓN SOCIAL
La imagen más bullada que nos ha dejado este terremoto parece ser aquella del saqueo del supermercado Líder en el centro de Concepción. Jóvenes, niños, dueñas de casa, abuelos, todos sacando algo desde el supermercado. Esta fuera del debate, incluso de los grandes medios, el hecho de robar por necesidad. El grito en el cielo ha sido puesto, por aquellos que han robado artículos “que no son de primera necesidad”. La imagen de una señora escapando con un plasma está en la memoria colectiva.
En un comienzo lo que parecían ser hechos aislados y solo centrados en el robo a las grandes distribuidoras, con el paso de las horas ya se habían masificado, y lo que era peor, no se dirigían solo a las grandes empresas, sino que se expandían a los negocios de barrio, a los pequeños almacenes e incluso a los propios vecinos. Con camionetas, distintas personas se organizaban para sacar algo de los restos de las casas recién derrumbadas. Los dueños de casa presenciaban con impotencia el actuar de bandas armadas desmantelando lo que encontraban. Al paso de los días ya encontrábamos a vecinos armados hasta los dientes para proteger sus casas. La histeria generalizada impulsada por los medios de comunicación, provocaba la desconfianza entre los propios pobladores.
Las Ultimas Noticias informaba en su edición del miércoles 3 de marzo: “Crece venta de armas de fogueo”. Estas armas estaban alimentadas por el miedo… en definitiva a sus propios vecinos. Ya podíamos observar a gente armada protegiéndose, lo que aparecía retratado en las noticias.
El estado de caos observado en la zona de catástrofe era retratado cotidianamente y con un afán casi desquiciado por los medios de comunicación. Los militares volvían a la calle. Cumplían la función de armas al servicio de la burguesía, como dijera Lenin. El gran comercio estaba protegido.
Nicolas Ibañez, accionista de D&S, señalaba en La Tercera el día viernes 5 de marzo: “Por eso existe el derecho y el estado de derecho y por eso existen las fuerzas públicas, para evitar que los instintos animales surjan. Para ello existe la autoridad y el concepto de autoridad”.
La función de las fuerzas armadas es clara y la experiencia histórica la muestra, a estas alturas no podemos caer en errores. Un pueblo con miedo a sí mismo, enfrentándose entre sí, con ninguna capacidad de organización más allá del auto-saqueo es algo particular y digno de observación. Creemos que no es casualidad y que responde a situaciones profundas que afectan a nuestro país y nuestra sociedad. El grado de atomización y de descomposición es claro y salta a la vista de todos, no sólo de los que somos críticos de este sistema.
El general Cheyre, ex Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas declaraba a The Clinic, el jueves 4 de marzo: “Lo que si me da preocupación es el grado de descomposición social”.
LA RAÍZ ANTIHUMANA DEL SISTEMA
La raíz profunda de la gran descomposición social y humana que observamos tiene que ver con las lógicas que imperan en el sistema de producción actual. Las lógicas no son leyes frías que actúan fuera de la historia, éstas tienen que ver con formas de vida que las personas hacen suya y condicionan su actuar.
En los presupuestos antropológicos del sistema neoliberal sólo se concibe al hombre como individuo y no se percibe algo así como un “hombre social”. El concepto fundamental de todos los pensadores favorables al neoliberalismo tiene que ver con la libertad individual. Hayek por ejemplo, en el libro Camino de la servidumbre intenta mostrar como todo colectivismo parte de supuestos que anulan los derechos individuales. Según este autor el orden espontaneo es la lógica innata a los hombres. Esto se manifestaria en su mejor manera en un mercado libre donde los hombres entren en condiciones de libertad.
Este tipo de convicciones forman parte del “ser chileno” actual. Si observamos el individualismo actual, las raices son claras. En el descontrol observado en el sur, las personas que saquaban sólo veían su propia realidad y era claro que si se tenía la posibilidad de robar todo el Líder para ellos mismos, más de alguno lo haría.
El espíritu que se ha sembrado en la población no debe hacernos sorprender porque alguien tome un plasma y lo valore como un bien preciado. El interés en la ganancia, el triunfo relacionado al dinero y el fetiche de los objetos materiales es algo con lo que todos nosotros hemos crecido.
Todo en el mundo actual se relaciona al dinero y el éxito individual. Si en el sur observamos claramente la fragmentacion social manifestada, esto se debe a que estamos formados de esa manera y nuestra vida esta ligada a estas concepciones.
Las señales que nos da el sistema son inequívocas al respecto.
Si el actual presidente de Chile, Sebastian Piñera, donara sólo el 3 % de su fortuna, no sería necesario recurrir a un espectáculo mediático para recaudar fondos. La meta que se puso este show, es de recaudar 15 mil millones de pesos. Que los chilenos confiaran en esta persona para guiar al país por los próximos 4 años, no es un dato casual.
Ya los economistas hacen calculos acerca de los jugosos negocios que traerá la reconstrucción de Chile y los beneficios que esto traerá para la economia. Se calcula que la inversión privada crecería hasta el 18%, más del doble de lo previsto por el Banco Central (La Tercera, viernes 5 de marzo, pag. 44). La economía se beneficia de la destrucción y la misera de la gente. Algo que paracería irracional, en el actual modelo funciona y es la regla. El “capitalismo del desastre” como señala Naomi Klein, en su máxima expresión.
La mediática solidaridad de las empresas sólo funciona si compras sus artículos. Ripley de inmediato lanzó una campaña en que regalan una frazada para las personas damnificadas, sólo si compras una en sus propias tiendas. El espíritu de ganancia se manifiesta incluso en estas áreas tan sensibles.
Con ejemplos como estos es difícil no considerar normal la manera de actuar de la gente. Este tipo de anti valores forma parte de lo que vemos a diario y son nuestras vidas mismas. El descontrol, los saqueos a vecinos, los plasmas, la nula capacidad de auto organización forman parte del mismo mal que tenemos como sociedad. Esta grieta que se ha abierto en nuestra sociedad y que se ha visto en el mundo, nos muestra el Chile profundo, ese que se esfuerzan por ocultar. Debemos identificar qué es lo que sucede y buscar las raíces de los problemas para atacar de manera acertada.
El bicentenario y sus imágenes esconden un pueblo sometido y esclavizado, no sólo en lo material, sino por sobre todo en la conciencia y en su manera de actuar. Esa es la gran grieta oculta de este trágico bicentenario.
El Che Guevara consideraba que el siglo XXI era el siglo del hombre nuevo… por el momento, en Chile, estamos distantes de eso. El trabajo es grande.
Por Sebastian Farfan
Miembro del colectivo Estudiantes Movilizados, Valparaiso.
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