Levantemos Chile, pero de una patá en la raja

Partimos con el trauma del comienzo de año, un telúrico versión Apocalipsis, los cagazos finales de la Concerta, que se fue diciendo “último día, nadie se enoja”, y Piñera entrando a La Moneda

Levantemos Chile, pero de una patá en la raja

Autor: Wari

Partimos con el trauma del comienzo de año, un telúrico versión Apocalipsis, los cagazos finales de la Concerta, que se fue diciendo “último día, nadie se enoja”, y Piñera entrando a La Moneda. La cruz está pesada, por lo mismo parece que el Gobierno pretende que nos empecemos a cagar de la risa. No sería raro que de un día para otro nos digan que el ministro de Bienes Nacionales es el excelentísimo Mauricio Israel.

El Gobierno de excelencia ya mostró a tres de los mejores ladrones con terno y corbata para el cargo de Gobernador. Pero lo peor, no es eso, lo terrible es que durante los 20 años de Concertación jamás nadie advirtió como capeaban su cita con la Justicia. Aún más, siguieron estafando, malversando y saqueando a vista y paciencia, inclusive de nosotros, los “revolucionarios”.

Por eso me embronco cuando los concertacionistas se golpean el pecho diciendo lo evidente: Que la derecha no tiene gente “honesta” o con los papeles limpios para encargarse de la gestión pública, como si no tuviéramos como antecedente que  estaban bajo la ley del más fuerte en la privada, confiándole su botín a la mano (negra) invisible.

Ahora se destapa la olla, y eso, para mí por lo menos, es agradable. Agradable que entre ellos mismos se deban castigar, claro está,  por la negligencia de la coalición saliente.

Esos “paliativos”, “asistencias”, “males menores”, son los que no nos han permitido ver la realidad tal cual está. Siempre es mejor comprar sin intermediarios que corten la cola. Por eso prefería mil veces que la derecha gobernara, de una vez por todas, el sistema que ellos crearon, a que tuvieran unos ‘administraidores’, con impronta democrática.

Sabíamos también que los pactos de consenso y todas esas patrañas eran para confundir a la gente y mostrarnos una cara amable, una bandera blanca y flameante ante la irrupción de los holdings, en donde se hace efectivo eso de que el pez más grande se come al más chico. Algunos ignorantes deben creer que es parte del llamado a La Unidad Nacional que Fallabela hoy tenga alianza con LAN, Sodimac, Tottus, y quizás cuantas otras empresas, creando un monopolio que echa por tierra todas esas faramallas que hablan de la “libre competencia”.

Después del “marepoto” en palabras de patán, perdón, Tatán -un lapsus lo tiene cualquiera- el uso del concepto “reconstrucción” sirve para saquear lo poco y nada que les va quedando a los pobres de nuestro país.

Barrer con las tejas, los adobes, la picantería del horno de barro, las ojotas y todo ese criollismo paupérrimo, es en definitiva lo que hará la mentada “reconstrucción”, término tan parecido a “renovación”. Las coincidencias de la vida…

Lo malo es que esté pasando, pero lo bueno es que nos estamos dando cuenta de qué está pasando, y que desde hace por lo menos cuatro décadas.

Ya sabemos que el proyecto final es modernizar Chile, y si es con la ayuda de la naturaleza, es porque hay un designio divino en todo esto. Por eso evitemos lloriquear sobre la leche derramada y comprar las pomadas de los ahora “opositores”, pues todos han contribuido a que el resultado sea este.

Parece ser que la historia está escrita. Que el castigo quizás nos llega porque somos unos levantados de raja, y que por eso mismo el asunto de “Levantar Chile” se hará a punta de patás en la raja. No por nada siempre se dice que somos hijos del rigor, incluso del rigor mortis.

Por Karen Hermosilla Tobar


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