600 discos esenciales históricos de América Latina: 46 álbumes chilenos son seleccionados, destacando Violeta Parra en el número 2
La música latinoamericana ha sido celebrada con la creación de una lista de 600 discos esenciales (de 1920 a 2022), que repasa la historia y diversidad de los géneros musicales de la región. Esta selección fue realizada por un grupo diverso de personas apasionadas por la música, quienes establecieron estándares mínimos para garantizar la representatividad y diversidad de los discos escogidos.
De acuerdo a lo señalado por sus impulsores, la lista no busca ser enciclopédica, sino una declaración de principios que celebra la latinidad a través de sus géneros musicales y nacionalidades. Sus creadores enfatizan que, a pesar de las limitaciones y subjetividades, la lista es un aporte significativo a la cultura latinoamericana.
Para determinar el orden de los 600 discos de 1920 a 2022, se utilizaron dinámicas mixtas de selección, incluyendo múltiples votaciones y discusiones entre los participantes. Este proceso, que duró varios meses, culminó en una lista definitiva que refleja una amplia gama de opiniones y gustos musicales.
“En el listado aparecen casi todos los nombres míticos de la música latinoamericana, como Carlos Gardel, Chavela Vargas, Violeta Parra, Celia Cruz, Caetano Veloso, Víctor Jara o José Alfredo Jiménez. Siendo los que más veces aparecen Willie Colón, con 6 discos, Héctor Lavoe, con 5, Rubén Blades con 4 y el grupo formado por Astor Piazzola, Café Tacvba, Celia Cruz, Chico Buarque, João Gilberto, Jorge Ben, Juan Gabriel, La Sonora Matancera, Los Prisioneros, Mercedes Sosa, Pérez Prado, Silvio Rodríguez, Soda Stereo, Sonora Dinamita y Víctor Jara con 3”, destaca así Diario Crítico, destacando “la mastodóntica lista”.
En los primeros 10 puestos de la lista, se destacan discos como «Las últimas composiciones de Violeta Parra» de la chilena Violeta Parra en el número 2, y «Re» de Café Tacvba en el número 3. Estos discos representan lo mejor de la música latinoamericana a través de las décadas. El número 1 es para Siembra (1978), de Willie Colón & Rubén Blades que revolucionó la salsa. Silvio Rodríguez con “Al final de este viaje”, aparece en el 4. Chico Buarque con Construção en el 5, entre otros.
Por países los más representados son México con 101 discos; Argentina con 92; Brasil con 62; Cuba con 58. Chile aparece con 46 discos.
“Esperamos que esta lista inspire a muchos a redescubrir estos tesoros musicales y celebrar la rica herencia cultural de América Latina. ¡Que viva la música!”, señalan sus organizadores.
Discos chilenos esenciales para América Latina
Chile tiene una presencia notable en esta selección con 39 discos. Entre ellos, como ya se dijo, el álbum «Las últimas composiciones de Violeta Parra» que ocupa el puesto número 2, siendo un reconocimiento significativo a su legado en la música tradicional chilena y la nueva canción latinoamericana. Otros discos chilenos destacados en la lista incluyen «Alturas de Machu Picchu» de Los Jaivas en el puesto 23, «La voz de los ’80» de Los Prisioneros en el puesto 33, y «El derecho de vivir en paz» de Víctor Jara en el puesto 48.
Además, la lista incluye los siguientes discos chilenos: «Cantata de Santa María de Iquique» de Quilapayún (puesto 58); «La nueva canción chilena» de Inti-Illimani (puesto 147); «Mena» de Javiera Mena (puesto 151); «Ser hümano!!» de Tiro de Gracia (puesto 156); «La bala» de Ana Tijoux (puesto 157); «La espada y la pared» de Los Tres (puesto 158); «Corazones» de Los Prisioneros (puesto 174); «31 Minutos» de 31 Minutos (puesto 179); «Gondwana» de Gondwana (puesto 185); «El Gran Gatica» de Lucho Gatica (puesto 188); «La culpa» de Los Bunkers (puesto 192); «Las cuecas de Roberto Parra» de Roberto Parra (puesto 206); «Fome» de Los Tres (puesto 207); «Mon Laferte, Vol. 1» de Mon Laferte (puesto 218); «Pongo en tus manos abiertas…» de Víctor Jara (puesto 224); «GP» de Gepe (puesto 228); «El folklore de Chile» de Violeta Parra (puesto 241); «Invisible» de La Ley (puesto 252); «Los Jaivas» de Los Jaivas (puesto 276); «Canciones del 900» de Margot Loyola (puesto 291); «Autores chilenos» de Inti-Illimani (puesto 316); «Música, Gramática, Gimnasia» de Dënver (puesto 322); «Aerolineas Makiza» de Makiza (puesto 344); «Pateando piedras» de Los Prisioneros (puesto 354); «La población» de Víctor Jara (puesto 380); «Juventud Americana» de Ases Falsos (puesto 384); «La cueca centrina» de Los Chileneros (puesto 385); «Rebeldes» de Álex Anwandter (puesto 386); «Canto General» de Aparcoa y Pablo Neruda (puesto 398); «¡Viva Chile!» de Electrodomésticos (puesto 420); «Esquemas juveniles» de Javiera Mena (puesto 450); «Cuecas» de Dúo Rey-Silva – Mario Catalán – Elia Ramírez (puesto 451); «¿Quién mató a Gaete?» de Mauricio Redolés (puesto 471); «Para los arqueólogos del futuro» de Congreso (puesto 472); «Mala madre» Camila Moreno (Puesto 509); «Mama funk» Los Tetas (Puesto 510); «Myriam Hernández 2» Myriam Hernández (Puesto 515); «Kaleidoscope Men» Los Mac’s (Puesto 524); «Plato único bailable» Chico Trujillo (Puesto 544); «Cecilia» Cecilia (Puesto 579); «Alcachofa» Ricardo Villalobos (Puesto 600).
Esta selección no solo celebra la música, sino que también fomenta la conversación y el aporte cultural, invitando a los amantes de la música a explorar y disfrutar estos discos esenciales que han dejado una marca indeleble en la historia de América Latina.
A continuación, compartimos la selección de los discos chilenos seleccionados dentro de los 600. Los primeros van con su respectiva descripción elaborada por los organizadores y a continuación, el acceso enlace de los restantes.
Por Jorge Cárcamo
Este disco, publicado tres meses antes de la muerte de Violeta, con acompañamiento de Alberto Zapicán, y sus hijos Isabel y Ángel Parra, es canción folclórica, es huayno y cueca, es nueva canción universal y es intimidad de Violeta, mostrándonos sus penas y alegrías, con palabras tan profundas que conmueven a la primera escucha, como nos acostumbró Violeta durante toda discografía, no por nada a lo largo de esta lista nos encontraremos con versiones de sus canciones, de artistas desde Argentina a México, y del folclor al rock.
“Gracias a la vida, que me ha dado tanto”. Así comienza Violeta sus últimas composiciones, sus últimas cantadas y las últimas publicadas en vida. Es quizás su canción más conocida y versionada, una marca registrada del cancionero latinoamericano en todo el mundo.
Si “Gracias a la vida” es una despedida para comenzar agradeciendo, a través del disco Violeta se va descubriendo como una artista sensible que ha sufrido por amor, por el amor que no está a la altura en “El Albertío”, a un ritmo que va acelerando con la guitarrilla; por el amor por el que se siente usada, a ritmo del bombo de Zapicán en “Pupila de águila”; por el amor que se va y se va sin dar explicaciones, con una de sus letras más conmovedoras, en “Run Run se fue pa’l norte”; por el amor que la hace maldecir a todo lo que le pasa por sus pensamientos, a lo “profano y santo”, en “Maldigo del alto cielo”. Pero también le canta al amor que la hace volver a sentirse inocente, retrocediendo el paso a su juventud, en la sirilla “Volver a los 17”, otro de los puntos altos de su discografía.
Este álbum es también cuestionamiento, homenaje y juego, en canciones como la resbalosa “Cantores que reflexionan”, en la que Violeta justamente parece repasar el rol del cantor a través de su hermosa poesía; en “La cueca de los poetas”, atravesando la historia de la poesía chilena mencionando a los más destacados poetas del siglo XX chileno, incluidos Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos premios Nobel, y su hermano Nicanor Parra. Y es juego, juego del lenguaje, y juego para denunciar en la canciónica agitadórica, “Mazúrquica Modérnica”. El disco también es rescate de los pueblos originarios, en la danza estilo mapuche (araucano, de acuerdo con el mismo disco), “El guillatún”. Finalmente, el disco termina retomando las cuecas, con “Pastelero a tus pasteles” y “De cuerpo entero”.
Violeta Parra en su historia nos dejó una discografía y cancionero eterno, del cual nunca dejarán de hacerse versiones por artistas de todo el mundo, dentro de la cual Las últimas composiciones de Violeta Parra se alza como un estandarte de la música latinoamericana y mundial. Y de no existir este disco a la música latinoamericana le faltaría un eslabón fundamental, de una artista clave en la historia del siglo XX.
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“Me sentí chileno, peruano, americano”, dijo el Nobel Pablo Neruda respecto a su subida a caballo a las ruinas de Macchu Picchu, viaje que inspiró su poema “Alturas de Macchu Picchu”, que forma parte de su poemario Canto General (1950).
Los Jaivas se encontraban radicados en París, Francia, desde 1977, hacia donde habían llegado desde Argentina, donde estuvieron viviendo entre 1973 y 1977. Con una carrera que había comenzado a finales de los sesenta, y cinco discos editados, entre los que se encuentran los de la excelente triada Los Jaivas (“La ventana”) (1972), Los Jaivas (“El indio”) (1975) y Canción del sur (1977), el grupo venía de publicar Los sueños de América (1979) junto al brasileño Manduka, un álbum que los alejó de las buenas críticas, y se encontraban grabando las canciones de lo que debería haber sido su siguiente álbum Obras de Violeta Parra, que finalmente fue publicado en 1984, cuando reciben la visita del productor peruano Daniel Camino.
Daniel les planteó la idea de hacer un disco basado en el poema de Neruda (y un especial de TV grabado en las ruinas con la presentación del Nobel peruano Mario Vargas Llosa, que luego del álbum también se grabó), y Los Jaivas se pusieron manos a la obra.
Grabado en estudios de Francia y Alemania, el disco comienza con las zampoñas del argentino Alberto Ledo quien toca todos los instrumentos en “Del aire al aire”. Continua con uno de los puntos altos de toda la carrera de Los Jaivas. “La poderosa muerte” es una pieza de 11 minutos y es de las más perfectas combinaciones de instrumentos y estilos latinoamericanos, como el trote y la cueca, con el rock: comienza con las trutrucas mapuche del baterista Gabriel Parra, se le une el piano de Claudio Parra, la quena andina del vocalista Gato Alquinta, el minimoog de Eduardo Parra, la batería del mismo Gabriel y el bajo de Mario Mutis. Cierra el lado A “Amor americano” de ritmo andino en clave rock.
El lado B comienza con “Águila sideral”, de claros tintes progresivos, que a través del piano y los vientos entrega perfectamente la imagen de estar sobrevolando las ruinas de la ciudad inca de Macchu Picchu; les siguen las zampoñas abriendo “Antigua América”, para luego dar paso a un bellísimo solo de piano y la banda completa con maravillosos cambios de ritmos. El poema musicalizado en esta pieza es breve, pero clave para el álbum.
Luego destaca el clásico “Sube a nacer conmigo hermano”, el único tema grabado en Alemania, un joropo venezolano con instrumentos de rock, pieza musicalmente alegre y que en su letra mezcla la esperanza del título con líneas oscuras y trágicas que representan la explotación del trabajador latinoamericano. El disco cierra con “Final”, donde las voces cantan de forma solemne sobre un extraordinario solo de piano.
Alturas de Machu Picchu logra refrendar a través de la música el sentimiento y espíritu del poema de Pablo Neruda, creando una obra magna del rock andino y progresivo, siendo una piedra angular de la música latinoamericana, en la integración de culturas, en la fusión de ritmos, estilos e instrumentos de origen indígena y de rock. Es un disco chileno, peruano y latinoamericano.
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#33 / «La voz de los ’80» Los Prisioneros / Chile / Rock Fusión / 1984
Por Jorge Cárcamo
El grupo chileno Los Prisioneros, formado por tres compañeros de origen popular que cursaban su último año de escolaridad, publicó en plena dictadura, y cuando sus integrantes rondaban los 20 años, un álbum que terminaría por convertirse en uno de los mejores y más explosivos debuts de una banda de rock en Latinoamérica.
Con una primera tirada de solo 500 copias en cassette, editada por el sello independiente Fusión, el álbum comienza con la batería de Miguel Tapia, luego entra la guitarra de Claudio Narea, para que finalmente Jorge González cante “Algo grande está naciendo / en la década de los ochenta”. La canción que le da título al disco anuncia a los propios Prisioneros, pero también las protestas contra la dictadura que habían comenzado a comienzos de la década, adelantándose cuatro años a la derrota del dictador Pinochet hacia finales de los ochenta.
Uno de los grandes méritos del álbum son las letras de González. En las nueve canciones que escribió para este disco, y en casi todas las que escribiría para los álbumes siguientes, plasma un reflejo de lo que pasaba en Chile, pero también en Latinoamérica, mostrando la realidad de su época. Todo sin perder la atemporalidad, creando un imaginario que no ha envejecido.
Por lo anterior, y por lo musicalmente potente y no escuchado en Chile hasta su lanzamiento, es que La voz de los ’80 fue una sacudida a la sociedad y un golpe a la dictadura reinante. Cantaban letras en contra de “marchar detrás de un líder”, y renegaban la bandera y la nacionalidad en el reggae “No necesitamos banderas”. También hay una crítica a la hipocresía de una sociedad conservadora y deslumbrada por la TV, en el irónico ska “Sexo”, la directa “Mentalidad televisiva” y la divertida “¿Quién mató a Marilyn?”, y una autocrítica continental con “Se sonríen cuando ven que tienen veintitantas banderitas / cada cual más orgullosa que su soberanía”, a lo ridículos y pequeños que son los nacionalismos en “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”. El disco termina con un dardo irónico y filoso a la canción protesta de esos años en Chile, con líneas tan duras como: “Eres un artista y no un guerrillero, / pretendes pelear / y solo eres un mierda buena onda”, en el ska “Nunca quedas mal con nadie”.
Pero en el disco también hay espacio para que Jorge González muestre sus sentimientos, como buen fanático de la canción romántica hispanoamericana, en la rockera “Paramar”, uno de los temas que se ha convertido en una de las grandes canciones de amor del rock chileno.
En conclusión, La voz de los ’80 es un disco que muestra la realidad latinoamericana desde su chilenidad con canciones que como nos acostumbraron en el resto de su carrera siguen sonando actuales, traspasando fronteras y épocas.
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#45 / «Y volveré» Los Ángeles Negros / Chile / Bolero-Beat – Canción melódica – Pop rock / 1970
Por Jorge Cárcamo
La historia de Los Ángeles Negros comienza en un colegio del sur de Chile, como un grupo de rock de cuatro integrantes, que para poder participar en un concurso de radio tienen que buscar un cantante y llegan a Germaín de la Fuente, reconocido en la ciudad de San Carlos. Pero Germaín no era rockero, a él le gustaban los boleros, eso cantaba y quería seguir cantando. Y es así como inicia la leyenda de la creación de un nuevo estilo, o casi.
Los Ángeles Negros ganaron el concurso, que como premio tenía grabar un sencillo en Santiago. El sencillo fue “Porque te quiero”, en el que ya se puede apreciar parte del sello característico del grupo, un bolero con la potente voz de Germaín, con la batería llevando el ritmo y una suave guitarra eléctrica acompañando. El sencillo tuvo éxito y el sello Odeón los firmó para un primer álbum, llamado como su primer single, que les permitió hacer sus primeras incursiones fuera de Chile y en el que se incorporan Miguel Ángel Concha en el bajo, Jorge González en el teclado y Luis Ortiz en la batería, que junto a Mario Gutierrez en guitarra eléctrica y Germaín de la Fuente, conforman la alineación clásica. Así grabaron su segundo álbum.
Y volveré, su segundo álbum, fue el que los catapultó al éxito en Chile y en Latinoamérica, con giras por el continente, llegando finalmente a México, donde tuvieron gran éxito de ventas, y los terminó acogiendo como propios. El álbum presenta sus credenciales de estilo propio desde el primer tema, “Como quisiera decirte”, que con su órgano característico marca la pauta de lo que viene con el ingrediente que le faltaba a la creación del nuevo estilo, ese tono algo funky que le agregaba al bolero una sonoridad no conocida hasta ese momento. Y todo con un tremendo Germaín de la Fuente y su voz llegando a niveles emocionantes como al final de la canción.
El grupo se muestra tan afiatado que parece que tuvieran una larga carrera, y por lo mismo acá dejan algunos de sus más grandes clásicos como “El rey y yo”, en la que el ritmo funky se nota más claramente; “Murió la flor”, que cierra de manera perfecta el disco, en la que la guitarra del comienzo, los arreglos de cuerdas, el bajo, el órgano y la voz de Germaín se encuentran como un ensamblaje insuperable; y claro, “Y volveré”, un éxito eterno y la gran carta de presentación del grupo, en la que todas las características que los hicieron trascendentes se dejan escuchar de forma clara. En ella, el grupo hace suya “Emporte Moi” del francés Alain Barrière, con la letra escrita por de la Fuente, una letra emocionante en la que Germaín se deja la vida por hacerla imborrable.
El disco tuvo tanto éxito, que comenzaron a aparecer agrupaciones que seguían su estilo. En Chile estaban Los Golpes y Los Galos, pero también en otros países, como en Venezuela con Los Terrícolas o en Perú con Los Pasteles Verdes.
Los Ángeles Negros sacaron algunos discos más con Germaín en la voz y finalmente tomaron caminos separados en 1974, pero la banda siguió tocando con relativo éxito y, más importante, su legado siguió vivo en artistas que se vieron fuertemente influenciados por ellos, como los gruperos Bronco y Los Bukis en México; y se puede ver hasta el día de hoy en canciones de artistas tan diversos como Babasónicos, Pettinellis, o Mon Laferte, o en el álbum completo del 2022 de Adrián Quesada, apropiadamente llamado Boleros psicodélicos.
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Por Jorge Cárcamo
El sexto álbum de Víctor Jara es el de un artista ya maduro y consagrado en Chile, en el que muestra su versatilidad musical y lírica y contiene algunas de sus más grandes canciones. Editado en abril de 1971, en pleno gobierno de Salvador Allende, El derecho de vivir en paz es un disco muy comprometido políticamente, volviendo a la línea de Pongo en tus manos abiertas… (1969) luego de un Canto libre (1970) excelente, pero menos contingente, con letras muy claras respecto a los pensamientos de Víctor, quien participó activamente en la campaña presidencial de Allende.
Letras que se mueven desde la esperanza como en “Abre la ventana”, en la que participa la banda de rock Los Blops, y “Vamos por ancho camino”; a letras desgarradoras como “El niño yuntero”, en la que musicaliza un poema del español Miguel Hernández; de homenaje como “El alma se llena de banderas” y el son cubano en “A Cuba”; directamente políticas como “Ni chicha ni limoná”; y de clara carga social como la tradicional peruana “A la Molina no voy más” o “Las casitas del barrio alto”.
El álbum no tiene puntos bajos, pero destacan el tema homónimo que abre el disco y “Plegaria a un labrador”. El primero, ese himno llamado “El derecho de vivir en paz”, comienza con un ya reconocido timple, y poco antes de llegar al minuto se empieza a transformar, incorporando un bajo eléctrico, y luego un órgano y una poderosa guitarra eléctrica, ya que también cuenta con la participación de Los Blops, siendo la primera vez que Víctor experimenta con el rock, incorporándolo a la nueva canción. Tiene una letra conmovedora que pide por la paz en Vietnam, pero que con el tiempo ha trascendido su significado particular de homenaje a Ho Chi Minh para volverse universal. El segundo, es justamente una plegaria al trabajador, en que le pide unidad para triunfar y obtener justicia social (“Levántate y mírate las manos / Para crecer, estréchala a tu hermano”). Comienza lenta y va a aumentando su ritmo de la mano de su guitarra para terminar de una forma casi combativa, marcando una diferencia a la versión editada un par de años antes junto a Quilapayún, como cara A del sencillo cuya cara B fue “Te recuerdo Amanda”.
En definitiva, El derecho de vivir en paz es una ventana directa y clara a un momento histórico en Chile y Latinoamérica, que consagró a Víctor Jara en el continente y lo empujó a hacer presentaciones en México, Costa Rica, Venezuela, Colombia y Argentina, en una gira a finales de 1971, e ir a Cuba (1972) y Perú (1973). Lo presenta con ganas de experimentar y en el punto más alto de su carrera musical, finalizada violenta y trágicamente por torturas y 44 balazos a manos de militares chilenos.
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Por Jorge Cárcamo
Quilapayún, los creadores de ese himno internacional llamado “El pueblo unido jamás será vencido”, ya eran una agrupación destacada dentro del escenario de la nueva canción chilena y latinoamericana en 1970. Con seis álbumes editados a la fecha, incluido Canciones folklóricas de América (1968) junto a Víctor Jara, el grupo formado por Julio Carrasco y Julio Numhauser en 1965 y bajo la dirección artística de Eduardo Carrasco, comienza a grabar la Cantata Santa María de Iquique hacia finales de 1969.
Con letra y música escritas por el destacado compositor chileno Luis Advis especialmente para que las interpretara Quilapayún, y con los estremecedores relatos del actor Héctor Duvauchelle, la Cantata Santa María de Iquique se edita en el mismo año en que asume Salvador Allende como presidente de Chile, y si bien es una historia de hechos ocurridos en 1907 en el norte de Chile, es casi premonitorio de lo que ocurriría solo tres años después en todo el país.
En la Cantata se intercalan piezas instrumentales, relatos hablados sin música, y canciones, en la que cada pieza es interpretada de una forma que toca el alma y no deja indiferente a los hechos que cuenta, demandando una escucha con atención de parte del oyente, porque cada relato y canción es clave en la historia. Mezclando elementos e instrumentos folclóricos andinos, como la quena y el charango, con aquellos más propios de la música académica, como el violoncello y el contrabajo, y pensado como álbum conceptual, fue un paso adelante en el desarrollo de la nueva canción chilena y latinoamericana.
El álbum está estructurado como una historia que avanza, desde las condiciones miserables en que trabajaban los mineros del salitre en el desierto más árido del mundo, descritas en el “Relato I”: “…verán castigos humillantes / un cepo en que fijaban al obrero por días y días contra el sol / no importa si al final se iba muriendo”; pasando por la unión y decisión de ellos de reclamar con justicia por una mejor situación en el “Relato II”: “Es justo lo pedido y es tan poco / ¿tendremos que perder las esperanzas”; y en la conmovedora “Vamos mujer”: “Vamos mujer / partamos a la cuidad / Todo será distinto / no hay que dudar”; la solidaridad de otros trabajadores en el “Relato III”, pero también el miedo generado en la ciudad de Iquique por la llegada de los mineros bajando desde el desierto, en “Interludio cantado”; hasta llegar a las trágicas consecuencias de ser callados de una forma criminal por los militares en “Canción-letanía”: “Murieron tres mil seiscientos / uno tras otro”.
Aun cuando la Cantata cuenta una historia de un momento y punto geográfico específicos, es también la historia del trabajador latinoamericano, de las injusticias que ha sufrido y de las respuestas de los sectores dominantes de cada país a sus demandas. Lo anterior junto a la crudeza del relato y la fina mezcla musical hacen de ésta una obra imperecedera de la música latinoamericana.
Otros discos chilenos elegidos dentro de los 600
151 / «Mena» Javiera Mena / Chile / Electropop – Pop – Synthpop / 2010
156 / «Ser hümano!!» Tiro de Gracia / Chile / Rap/Hip Hop / 1997
157 / ANA TIJOUX / «La bala»/ Chile / Rap/Hip Hop / 2011
158 / «La espada y la pared» Los Tres / Chile / Rock / 1995
174 / «Corazones» Los Prisioneros / Chile / 1990
179 / «31 Minutos» 31 Minutos / Chile / Música infantil / 2003 / Aplaplac
185 / «Gondwana» Gondwana / Chile / Reggae / 1997
188 / «El Gran Gatica» Lucho Gatica / Chile / Bolero / 1957
192 / «La culpa» Los Bunkers / Chile / Rock – Rock alternativo / 2003
206 / «Las cuecas de Roberto Parra» Roberto Parra / Chile / Cueca / 1967
207 / «Fome» Los Tres / Chile / Rock – Rock alternativo / 1997
228 / «GP» Gepe / Chile / Indie pop – Latino alternativo – Pop / 2012
241 / «El folklore de Chile» Violeta Parra / Chile / Música tradicional chilena / 1957
252 / «Invisible» La Ley / Chile / Pop rock – Rock / 1995
276 / «Los Jaivas» Los Jaivas / Chile / Folk – Rock – Rock andino / 1973
322 / «Música, Gramática, Gimnasia» Dënver / Chile / Art pop – Pop / 2010
344 / «Aerolineas Makiza» Makiza / Chile / Rap/Hip Hop / 1999
354 / «Pateando piedras» Los Prisioneros / Chile / Pop rock – Rock / 1986
384 / «Juventud Americana» Ases Falsos / Chile / Pop rock – Rock / 2012
385 / «La cueca centrina» Los Chileneros / Chile / Cueca / 1967
386 / «Rebeldes» Álex Anwandter / Chile / Pop – Synthpop / 2011
420 / «¡Viva Chile!» Electrodomésticos / Chile / Art pop – Rock / 1986
450 / «Esquemas juveniles» Javiera Mena / Chile / Pop – Synthpop / 2006
451 / «Cuecas» Dúo Rey-Silva – Mario Catalán – Elia Ramírez / Chile / Cueca / 1963
472 / «Para los arqueólogos del futuro» Congreso / Chile / Folk – Jazz – Rock / 1989
509 / «Mala madre» Camila Moreno / Chile / Art pop / 2015
510 / «Mama funk» Los Tetas / Chile / Funk – Rock / 1995
515 / «Myriam Hernández 2» Myriam Hernández / Chile / Canción melódica / 1990
524 / «Kaleidoscope Men» Los Mac’s / Chile / Rock – Rock psicodélico / 1976
544 / «Plato único bailable» Chico Trujillo / Chile / Cumbia / 2008
579 / «Cecilia» Cecilia / Chile / Pop – Pop rock / 1964
600 / «Alcachofa» Ricardo Villalobos / Chile / Electrónica / 2003