Eduin Mauricio Capaz Lectamo es un líder indígena que ha dedicado su vida a la defensa del ambiente y del territorio en el norte del Cauca —suroccidente de Colombia—. Relata cómo es su lucha en medio de amenazas de muerte.
Días antes de conocerse el informe de Global Witness según el cual Colombia fue el país más peligroso para los defensores del medioambiente en 2020, un líder indígena del departamento del Cauca (suroccidente) denunciaba un atentado contra el coordinador de derechos humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
Quien hacía la denuncia era Eduin Mauricio Capaz Lectamo, un hombre de 36 años, miembro del pueblo nasa y quien ha dedicado toda su vida a la defensa de su comunidad y del medioambiente. Capaz Lectamo habita una convulsa zona del país en donde han confluido diferentes elementos del conflicto armado, desde estructuras criminales hasta los intereses de privados que buscan obtener riquezas.
Este líder indígena no solo debe enfrentar junto con su comunidad a los armados ilegales sino lidiar con proyectos extractivos o económicos. «Hay intereses poderosos a nivel local, regional y nacional de economías extractivistas o monocultivos que son lícitos. También han llegado los cultivos ilícitos y esas personas buscan desarticular los procesos organizativos que tenemos», cuenta Capaz Lectamo.
Un liderazgo de cuna
Desde que este líder tiene memoria ya hacía parte de la defensa de su territorio. «Nuestra llegada a esta lucha no es fortuita, se trata de la consecuencia del trabajo en un plan de vida de la comunidad. La relación entre el liderazgo organizativo y la defensa territorial ambiental se da mucho antes del nacimiento de los niños porque hay procesos espirituales que arraigan en los indígenas la defensa de las tierras y del ambiente», cuenta.
Según el líder, generación tras generación se van construyendo los estamentos de su comunidad, desde los guardias indígenas hasta los que serán las futuras autoridades. «Tengo 36 años y recuerdo estar en líneas organizativas desde los 12 años. Allí ya entendía que mi presencia en la comunidad no correspondía a la simple existencia como individuo. Recuerdo participar en ritualidades indígenas alrededor de la lucha ambiental», comenta Capaz Lectamo.
Detrás de cada líder hay procesos largos de formación y la edificación de liderazgos y eso, en pocas palabras, explica por qué es sumamente grave que los líderes sociales, de cualquier resorte, ya sean ambientales o comunales, no tengan las garantías para ejercer sus activismos.
Por otra parte, se enfrentan a enemigos poderosos que no solo buscan eliminarlos de manera física, sino que intentan causar daño en sus cimientos organizativos o promover la crisis de la identidad, sobre todo en los más jóvenes, para volverlos adeptos a sus economías o ideologías. Como cuenta Capaz Lectamo: «Actúan con violencia y quieren invalidar principios, como la tierra, la cultura o la autonomía».
«Nos atacan cuatro veces por semana»
Dar testimonio sobre las veces que han sido atacados en su actividad parece un disco que se repite y se repite. Según narra el líder indígena, los ataques y las amenazas son tan recurrente que ya pasan desapercibidas.
«Hay un nivel alto de asedio y de amenazas contra los indígenas y los defensores del ambiente. En promedio, hay cuatro por semana y de esos solo se conoce uno porque es denunciado o porque es contra una persona que tiene cierto liderazgo. A veces son más», manifiesta Capaz Lectamo.
La respuesta por parte de la comunidad ha sido el silencio. Dice el líder que esa ha sido la única forma de resistir porque las denuncias son poco efectivas. Advierte que hay impunidad y hasta una complicidad omisiva por parte de la fuerza pública en sus territorios y se atreve a asegurar que también existen «articulaciones a baja escala» entre el Estado y los criminales.
Cada amenaza, por supuesto, es un drama personal, familiar y comunitario. «Los defensores del ambiente en el Cauca estamos en un contexto en el que no podemos hacer mucho, no se puede hacer actividad libre, no se puede hacer proselitismo ni defensa abierta de los derechos humanos», anota.
Esa situación la ejemplifica en que los grupos armados en la zona restringen horarios, restringen la movilidad, las salidas, los obligan a ser custodiados por guardaespaldas y a leer muy bien los contextos para tomar cualquier decisión de desplazamiento.
«Si nos ves vivos, ya es bastante. Detrás de cada líder social o ambiental hay una serie de cambios en su vida y en su rutina y eso no debería ser así».
El fuego en el Cauca
En el norte del Cauca, las estructuras criminales se disputan las tierras. Es la consecuencia de la falta de implementación del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC: la antigua guerrilla salió de esos territorios, el Estado se demoró en ocuparlos y el crimen llegó primero.
De acuerdo con la fundación Paz y Reconciliación, luego de la firma del Acuerdo de Paz, en esa zona surgieron, incluso, estructuras criminales conformadas por excombatientes de varios frentes extintos de las FARC que se repartieron por municipios como Caloto Santander de Quilichao, Buenos Aires y Miranda.
Es común que circulen las amenazas y que estas lleguen en forma de panfletos de cualquier estructura criminal no identificada o que se hable de la presencia del Cartel de Sinaloa.
La vida indígena está íntimamente ligada a la defensa del medioambiente y el territorio. Eso lo saben los integrantes de las comunidades desde muy pequeños y por eso celebran que la comunidad internacional vuelva sus ojos hacia ellos, así sea de manera momentánea, cada vez que se alerta de los riesgos que se corren en Colombia por proteger lo más básico.
Cortesía de Germán Gómez Polo Sputnik