1. El Plan de Reconstrucción Nacional de Piñera, a propósito del terremoto, se funda sobre un impuesto enano y transitorio a las grandes empresas, el endeudamiento externo e interno, las concesiones a los privados, la venta de propiedad estatal y la falsa caridad.
2. Según el cálculo utilizado por PricewaterhouseCoopers (que contiene componentes del Banco Mundial), de 181 países, Chile está en el lugar 21 del ranking de las naciones que menos gravan las utilidades del capital empresarial en el mundo, y es número uno en Latinoamérica. En 2008, estaba en el puesto 18. De hecho, Perú se ubica en el lugar 85, mientras Argentina, Brasil y Uruguay, se encuentran en las posiciones 134, 145 y 167, respectivamente. ¿De qué se sorprende alguien respecto del proyecto de aumento tributario a las empresas que renten mensualmente más de 52 millones 500 mil pesos (US$ 100 mil 500) de Piñera? El impuesto planteado se reduce a un incremento de 3% en 2011 y 1,5% en 2012, y se acabó. Basta recordar que el Presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (gremio patronal y resumen de los intereses económicos que controlan el país), Rafael Guilisasti, señaló taxativamente que “Las empresas tienen que hacerse cargo hoy de la reconstrucción”. Y así será a través de las concesiones al capital privado que se ocupará de esa rentable labor. Y siempre el empresariado puede descargar sobre los precios el rasguño que perciba por la vía de los menudos impuestos de Piñera, toda vez que el contenido, supervisión y estrategia estatal son del mismo material genético que el de la clase propietaria de los medios de la producción. Por lo mismo, nada hay respecto de los salarios de sobrevida de los trabajadores. Es más, los nuevos empleos que se crearán jamás superarán los 380 dólares mensuales, mientras avanza la peregrina iniciativa de terminar con la indemnización por años de servicio.
El aumento tributario del presidente que obtuvo menos del 30 % de los sufragios de los chilenos en edad de votar sólo es una pobre moneda de cambio ante las enormes prebendas del empresariado. Es decir, publicidad engañosa que disfraza los privilegios económicos que reportará la reconstrucción a manos de los dueños de Chile, una vez más, contra los intereses de las grandes mayorías.
3. La ampliación de los márgenes de la Ley de Donaciones -otra de las soluciones maestras de la derecha tradicional para reparar los daños provocados por el terremoto-maremoto, ya rechazada en la Cámara Baja-, permitiría que empresas y personas naturales ofrezcan recursos para proyectos específicos y a discreción. Las donaciones no sólo reportan sustantivas rebajas tributarias, acceso a créditos sobre un 40 % de lo “aportado” y otros beneficios a los donantes, sino que una empresa “x” asociada a algún sector industrial –que no pertenezca formalmente a su directorio- puede destacar dineros a zonas que estime relevantes para repontenciar las condiciones de su propio negocio. Es decir, puede donar arbitrariamente donde mejor le convenga y además, a través de este medio, acceder a dividendos fiscales. La Ley de Donaciones de Piñera –soportada por la misma ley reformada durante los gobiernos de la Concertación- no sólo es caridad voluntaria y falsa. Es más poder y control de los grandes capitales privados en la reconstrucción nacional.
4. Como el gobierno ha anunciado endeudarse con el Banco Interamericano de Desarrollo –institución prestamista tutelada por los intereses corporativos del Estado norteamericano-, el BID ya dicta al Ejecutivo chileno las normas que coronan su línea de crédito. Se trata de imponer nuevos ajustes estructurales, minimizar aún más el papel del Estado como ente regulador en la economía nacional, y explorar nuevas privatizaciones. Asimismo, el gobierno empresarial planea vender un bono soberano (papeles que representan dinero con respaldo estatal) al mercado internacional. Naturalmente, el conjunto de estas políticas continúa atentando contra la soberanía nacional, las platas recaudadas vía impuestos de todos los chilenos, y contra los intereses fundamentales de los trabajadores y el pueblo.
5. En materia de privatizaciones, por ahora Piñera pretende vender el 40 % de la participación de Codelco en la Empresa Eléctrica del Norte Grande S.A. (Edelnor). Se calcula que podría enajenarse en US$ 875 millones. De materializarse esta medida, se abre definitivamente la estrategia antisocial de privatización paulatina del 28 % de la propiedad del cobre que todavía es del Estado chileno.
Como si fuera poco, la reconstrucción de hospitales, cárceles, carreteras e infraestructura devastados por el terremoto-maremoto, se licitará a la empresa privada bajo la modalidad de concesiones. Ello corresponde a una forma encubierta de privatizaciones del área pública inaugurada en las administraciones de la Concertación. Asimismo, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, estudia la posibilidad de vender edificaciones del Estado (locales comerciales, oficinas y bodegas) construidas con los tributos y el trabajo de millones de personas comunes.
6. Mientras tanto, entre múltiples incidentes asociados a despidos, la Federación de Trabajadores de Call Centres calcula que a mediados de junio se destruirán “15 mil puestos de trabajo, debido a términos de contratos y nuevas licitaciones que se adjudicarían a operadores de estos servicios en Perú y Colombia.” Esto se llama deslocalización. Y se debe a que el capital, los empresarios, sobre todo en los países empobrecidos como Chile no tienen patria sino sólo intereses. Por otra parte, las políticas proteccionistas de la economía norteamericana, a través de su Secretaría de Agricultura, rechazó la solicitud de los exportadores chilenos de uva de ampliar la fecha de despacho de la fruta a ese país. En concreto, esto significa que aproximadamente 2 mil productores de uva se verán perjudicados. Según la nacional Federación de Fruta, se perderán US$ 20 millones. Es decir, mientras Chile es uno de los países del planeta con menos vallas para la importación extranjera y es titán del aperturismo inversionista y comercial, el coloso del norte protege con dientes y uñas a sus productores internos. ¿Será Chile aun más capitalista que EE.UU.?
7. Ante las políticas piñeristas, franjas organizadas de trabajadores y ciudadanía, para enfrentar tanto la crisis económica en curso, como los efectos del terremoto, plantean un rol productivo del Estado, y la franca desprivatización del cobre. La fijación de precios a los productos de primera necesidad; la defensa del empleo y el sueldo; el término de la subcontratación y el trabajo precario; la renacionalización de los servicios sociales; el término del despojo de los recursos naturales; y una banca al servicio del desarrollo del país, entre otras propuestas.
8. Políticamente, el lunes 12 de abril se realizó el Cónclave Concertacionista con el objetivo de reanimar la derrotada componenda que administró Chile durante 20 años, bajo las mismas coordenadas económicas impuestas por la dictadura militar. En la reunión donde los discursos centrales fueron ofrecidos por los ex presidentes de la Concertación, se efectuó una autocrítica por los resultados de las últimas elecciones y se hicieron obvios cuestionamientos al gobierno de la derecha tradicional. El democratacristiano, Patricio Aylwin –primer gobernante civil post dictadura y duro político golpista durante la Unidad Popular- señaló que se perdió el Ejecutivo porque “los jóvenes se desencantaron y decidieron quedarse fuera del sistema.” Lo que olvidó decir Aylwin fue que la propia Concertación -premeditadamente y de acuerdo a un pacto de gobernabilidad con el imperialismo norteamericano y la derecha tradicional (militar y civil) para beneficio del capital y su hegemonía- incentivó la despolitización de la sociedad chilena; destruyó el pluralismo informativo, descalcificó las organizaciones sociales y políticas que sostuvieron la resistencia y protestas durante el pinochetismo, y transformó a amplios sectores de los trabajadores y el pueblo en meros clientes y deudores.
Es archisabido que lo jóvenes no votan en Chile. Eso no significa que no participen en múltiples expresiones sociales, culturales y políticas independientes de la partidocracia reinante. Frente al nepotismo de la clase gobernante (en ambas coaliciones y entre ellas mismas), los ataques demoledores a los derechos sociales (privatización de la educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación), el mal trabajo, la reducción de la democracia al rito formal de las elecciones donde los apellidos y los intereses que existen tras esos apellidos se repiten invariablemente; la falta de oportunidades y la desigualdad más brutal, es absolutamente natural que los jóvenes y los no tanto, desconfíen de los que mandan, o de los representantes políticos de los que mandan en Chile.
De todos modos, abajo, en el país profundo y cotidiano, entre las grandes mayorías que padecen sordamente el capitalismo, existe un conjunto de iniciativas políticas y sociales de nuevo cuño. Se trata de trabajadores, jóvenes, mujeres, pueblo que a tientas apura su reunión para ser mañana alternativa solidaria y proyecto de un país justo y gobernado por los más. A mano y sin permiso se tejen las primeras palabras de otro Chile que no termina de aparecer.
Por Andrés Figueroa Cornejo