Por Vijay Prashad
Cada año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) publica su Informe sobre las Migraciones en el Mundo. La mayoría de estos informes son anodinos, señalando un aumento secular de la migración durante el periodo del neoliberalismo. A medida que los Estados de las zonas más pobres del mundo se veían asaltados por el Consenso de Washington (recortes, privatización y austeridad), y que el empleo se volvía cada vez más precario, un número cada vez mayor de personas se lanzaba a la carretera para encontrar un modo de mantener a sus familias. Por eso en el año 2000 la OIM publicó su primer Informe sobre las Migraciones en el Mundo, donde escribió que “se estima que hay más migrantes que nunca en el mundo”, fue entre 1985 y 1990 –según los cálculos de la OIM– cuando la tasa de crecimiento de la migración mundial (2,59%) superó la tasa de crecimiento de la población mundial (1,7%).
El ataque neoliberal al gasto público en los países más pobres fue un motor clave de la migración internacional. Ya en 1990 había quedado claro que las personas migrantes se habían convertido en una fuerza esencial para proporcionar divisas a sus países mediante el aumento de los pagos de remesas a sus familias. En 2015, las remesas –en su mayoría de la clase trabajadora internacional– triplicaron el volumen de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y de la Inversión Extranjera Directa (IED). La AOD es el dinero de ayuda que aportan los Estados, mientras que la IED es el dinero de inversión que aportan las empresas privadas. En algunos países, como México y Filipinas, los pagos de remesas de los emigrantes de clase trabajadora evitaron la quiebra del Estado.
El informe de este año señala que hay “aproximadamente 281 millones de personas en todo el mundo” en movimiento. Esto supone el 3,6% de la población mundial. Es el triple de los 84 millones de personas que se desplazaban en 1970, y mucho más que los 153 millones de 1990. “Las tendencias mundiales apuntan a un aumento de la migración en el futuro”, señala la OIM. Basándose en estudios detallados, la OIM considera que el aumento de la migración puede atribuirse a tres factores: la guerra, la precariedad económica y el cambio climático.
En primer lugar, la gente huye de la guerra y, con el aumento de los conflictos bélicos, ésta se ha convertido en una de las principales causas de desplazamiento. Las guerras no son sólo el resultado de desacuerdos humanos (ya que muchos de estos problemas pueden resolverse si se permite que prevalezca la calma). Los conflictos se exacerban hasta convertirse en guerras debido a la inmensa escala del comercio de armas y a las presiones de los comerciantes de la muerte para que renuncien a las iniciativas de paz y utilicen armamento cada vez más caro para resolver las disputas. El gasto militar mundial asciende actualmente a casi tres billones de dólares, de los cuales tres cuartas partes corresponden a los países del Norte Global. Mientras tanto, en el 2022, las empresas armamentísticas obtuvieron unos enormes 600.000 millones de dólares en beneficios. Decenas de millones de personas se ven permanentemente desplazadas debido a esta especulación de los comerciantes de la muerte.
En segundo lugar, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que alrededor del 58% de la mano de obra mundial –es decir, 2.000 millones de personas– trabaja en el sector informal. Trabajan con una protección social mínima y casi sin derechos en el lugar de trabajo. Los datos sobre desempleo juvenil y precariedad juvenil son asombrosos, y las cifras indias, espeluznantes. El Centro para el Monitoreo de la Economía India muestra que los jóvenes indios de entre 15 y 24 años “se enfrentan a un doble golpe de tasas de participación laboral bajas y en descenso y tasas de desempleo escandalosamente altas. La tasa de desempleo entre los jóvenes se situó en el 45,4% en 2022-23. Esta cifra es alarmantemente seis veces superior a la tasa de desempleo de la India, del 7,5%”. Muchos de los migrantes de África Occidental que intentan la peligrosa travesía del desierto del Sahara y el mar Mediterráneo huyen de las altas tasas de precariedad, subempleo y desempleo de la región. Un informe de 2018 del Grupo del Banco Africano de Desarrollo muestra que, debido al ataque a la agricultura mundial, los y las campesinas se han trasladado de las zonas rurales a las ciudades a servicios informales de baja productividad, desde donde deciden marcharse por el señuelo de mayores ingresos en Occidente.
En tercer lugar, cada vez más personas se enfrentan a los efectos adversos de la catástrofe climática. En 2015, en la reunión de París sobre el clima, los líderes gubernamentales acordaron crear un Grupo de Trabajo sobre Migración Climática; tres años después, en 2018, el Pacto Mundial de la ONU acordó que las personas que se desplazan por motivos de degradación climática deben ser protegidas. Sin embargo, el concepto de “refugiados climáticos” aún no está establecido. En 2021, un informe del Banco Mundial calculó que en 2050 habrá al menos 216 millones de refugiados climáticos.
Riqueza
El nuevo informe de la OIM señala que estos migrantes –muchos de los cuales llevan vidas extremadamente precarias– envían a casa cantidades cada vez mayores de dinero para ayudar a sus familias, cada vez más desesperadas. “El dinero que envían a casa”, señala el informe de la OIM, “aumentó un asombroso 650 [%] durante el período comprendido entre 2000 y 2022, pasando de 128.000 millones de dólares a 831.000 millones”. Según los analistas, la mayoría de estas remesas en el periodo reciente van a parar a países de renta baja y media. De los 831.000 millones de dólares, por ejemplo, 647.000 millones se destinan a las naciones más pobres. Para la mayoría de estos países, las remesas enviadas por las personas migrantes de clase trabajadora superan con creces la IED y la AOD juntas y constituyen una parte significativa del Producto Interior Bruto (PIB).
Varios estudios realizados por el Banco Mundial muestran dos cosas importantes sobre los pagos de remesas. En primer lugar, éstas se distribuyen de forma más equitativa entre las naciones más pobres. Las transacciones de IED suelen favorecer a las economías más grandes del Sur Global, y se dirigen a sectores que no siempre van a proporcionar empleo o ingresos a los sectores más pobres de la población. En segundo lugar, las encuestas de hogares muestran que estas remesas contribuyen a reducir considerablemente la pobreza en los países de renta media y baja. Por ejemplo, los pagos de remesas por parte de migrantes de clase trabajadora redujeron la tasa de pobreza en Ghana (en un 5%), en Bangladesh (en un 6%) y en Uganda (en un 11%). Países como México y Filipinas ven aumentar drásticamente sus tasas de pobreza cuando disminuyen las remesas.
El trato que reciben estos migrantes, cruciales para reducir la pobreza y crear riqueza en la sociedad, es indignante. Son tratados como criminales, abandonados por sus propios países que prefieren gastar vulgares cantidades de dinero para atraer inversiones de mucho menor impacto a través de empresas multinacionales. Los datos demuestran que es necesario un cambio de perspectiva de clase con respecto a la inversión. Las remesas de los migrantes son mayores en volumen y más impactantes para la sociedad que el “dinero caliente” que entra y sale de los países y no “gotea” en la sociedad.
Si las personas migrantes del mundo –281 millones– vivieran en un solo territorio, formarían el cuarto país más grande del mundo después de India (1.400 millones), China (1.400 millones) y los Estados Unidos (339 millones). Sin embargo, los inmigrantes reciben poca protección social y escaso respeto (una nueva publicación del Foro Zetkin de Investigación Social muestra, por ejemplo, cómo Europa criminaliza a los inmigrantes). En muchos casos, sus salarios se suprimen debido a su falta de documentación, y sus remesas están gravadas con fuertes impuestos por los servicios de transferencias internacionales (PayPal, Western Union y Moneygram), que cobran elevadas comisiones tanto al remitente como al destinatario. Por el momento, sólo existen pequeñas iniciativas políticas que apoyan a los inmigrantes, pero ninguna plataforma que aglutine estos números en una fuerza política poderosa.
Por Vijay Prashad
Historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos Las Naciones Oscuras y Las Naciones Pobres. Sus últimos libros son Struggle Makes Us Human: Learning from Movements for Socialism y La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder estadounidense (con Noam Chomsky).
Este artículo fue producido para Globetrotter.
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