Lucho, el “Compañero Presidente” y su guiño al futuro que soñaron: Nota en memoria del ex preso político, Juan Luis Alarcón Arredondo

Escrito de la periodista Lucía Sepúlveda Ruiz, en memoria del periodista JL Alarcón, quien fue preso y torturado por la dictadura

Lucho, el “Compañero Presidente” y su guiño al futuro que soñaron: Nota en memoria del ex preso político, Juan Luis Alarcón Arredondo

Autor: El Ciudadano

Imagen portada: La selfie de Salvador Allende junto a Juan Luis Alarcón Arredondo

Nota en memoria del ex preso político: Juan Luis Alarcón Arredondo, a 50 años del golpe de Estado.

La escritora y periodista Lucía Sepúlveda, nos comparte una nota en memoria de Juan Luis Alarcón Arredondo, con quien fuera compañero en la Escuela de periodismo y luego en TVN, recordando una serie de momentos de su vida.

Cabe consignar, que la nota, fue publicada por primera vez en 2023 en la tercera edición de “Para que Nadie Quede Atrás” (Gustavo González, editor) para el 70 aniversario de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.

Lucho, el “Compañero Presidente” y su guiño al futuro que soñaron

Juan Luis Alarcón Arredondo a 50 años del golpe que partió su vida en dos

Por Lucía Sepúlveda Ruiz

En palabras de su hija Cristina, docente en la Universidad de Viena, Luis Alarcón “ofició de periodista, escritor, poeta, fotógrafo, cocinero, editor, pintor, carpintero, profesor, peluquero, trabajador de imprenta, y cuando la necesidad migrante lo prescribió, de empleado de local de comida rápida.”

La joven investigadora   nos brinda la clave para entender la foto principal que ilustra esta nota: “Del Noticiero de TVN mandaron a mi papá a cubrir una conferencia de prensa en La Moneda, y sacarle una foto al Presidente Allende. Cuando él quiso sacarle la foto, Allende lo llevó a él y a otros frente a un  espejo, agarró la  cámara de mi papá, que colgaba de su cuello y sacó la foto. Es una especie de selfie!”

Cristina parte situando generacionalmente a Lucho: “Al observar la situación del mundo en que vivimos, mucho me temo que hombres y mujeres de ese material ya no se fabrican. Aunque paradójicamente, parecen ser más necesarios que nunca. Mi papá, como humanista y revolucionario, como exponente de la generación mancillada del “hombre nuevo”, quiso convertir esos valores en práctica, ese fue su impulso primario.

El Buchi – como le decíamos en la familia- nació en esa callecita céntrica llamada Serrano, hasta que la muerte de su padre lo hiciera mudar de casa y de piel hacia el barrio obrero de San Miguel. Era hijo de docentes, de una madre viuda que supo forjarse la vida con siete hijos que alimentar y educar. Sus juveniles experiencias de trabajo, o la vivencia incipiente del hambre, de la escasez material ocasional, fraguaron quizás su impulso eterno de sensibilizarse por el Chile “al centro de la injusticia”. Y quizás esa madre formó a mi papá como un hombre que no reconociese las fronteras del género, y asumiera hasta los últimos días, tareas que eran reservadas a lo femenino.

Fue alumno del Instituto Nacional y estudió periodismo en la Universidad de Chile, aunque siempre expresó que no fueron esas instituciones sus fuentes del saber, sino su propulsión curiosa por aprehender aquel mundo que estaba fuera de ellas.”

En calle Los Aromos

Max Laulié, periodista de la generación de los “Planetarios” (año 1966), recuerda que en la Escuela de calle Los Aromos nació la amistad de un grupo del que él formó parte junto  a Lucho,  Víctor Hugo Albornoz (tempranamente fallecido), José Pepe Campos y “la entrañable Elide Balocchi”.

Patricia Scholz  a su vez recuerda a Lucho como parte de  “un mini grupo de compañeros en que estaban Víctor Hugo, de ojos verdes intensos,  y Pepe Campos, que tomaba unos apuntes maravillosos”.  Max destaca que “siempre existió un gran respeto entre nosotros, aunque a veces las discusiones eran acaloradas pues pertenecíamos a distintos partidos y movimientos políticos”.

Precisa Patricia: “Lucho manifestaba en forma muy clara y valiente su posición, dando siempre buenos argumentos en las  discusiones “. Y confiesa: “Pololeamos un tiempo y compartimos muchos momentos especiales y entretenidos,  intentando arreglar el mundo con teorías profundas, análisis minuciosos, discrepancias importantes y acuerdos increíbles. Era una persona abierta, amable, simpática, ingeniosa e inteligente…con unas pestañas muy largas.”

Para Max, rasgos distintivos de Lucho eran su trato afable y amistoso, su alegría de vivir, fino humor y consecuencia política. Y recuerda: “Nunca dejamos de vernos durante la carrera y, después también, nos  juntábamos y departíamos sobre nuestras experiencias, incluso con nuestras familias y en nuestras casas.” Pepe Campos,acota que  el joven estudiante de periodismo era galante, dotado de “un humor especial, casi ingenuo, que atraía a todos los que nos relacionábamos con él”. Paty agrega: “Siempre me sorprendió su capacidad de análisis, su mirada aguda y certera,  y ese toque humorístico encantador.”

Continúa Cristina Alarcón el retrato de su padre:

“El Buchi es parte de aquella generación del hombre nuevo, que creía que el ser humano no es solamente producto de la historia, sino también es aquél que la hace. Como muchos otros estudiantes participa a fines de los años  60s de los trabajos voluntarios organizados por la Universidad de Chile, y allí, en tierras mapuche, mientras alfabetizaba a niños y adultos, se enamora de su eterna compañera, Patricia López Stewart, estudiante de pedagogía del glorioso Instituto Pedagógico.”

Sobre su ejercicio profesional, señala: “Los mil días que estremecieron a Chile” lo encuentran trabajando como periodista y  camarógrafo del Departamento de Prensa de Televisión Nacional, dirigido por José Miguel Varas. Lucho era también director del sindicato en el Canal. Fueron (creo que alguna vez me lo dijo), los días más felices e intensos de su vida, aunque signados por la conciencia que los mismos de siempre impondrían tarde o temprano el terror por cielo, mar y tierra. “

Camarógrafo de prensa

A Lucho le correspondía cubrir  La Moneda, en equipo con la periodista Gilda Rolleri y el ayudante de camarógrafo Dagoberto Quijada “El Marino”. Yo, que cubría Economía  para prensa del mismo canal,  converso ahora con Gilda que revive esos tiempos mágicos:

“Con Lucho hicimos muchas notas junto al Marino que debía  llevar una grabadora enorme de un lugar a otro, día a día, y nota a nota. Eran la dupla perfecta, con gran respeto entre ambos. Lucho era un tremendo profesional: serio, concentrado, de gran amabilidad y compromiso. Muchas veces él y yo nos trasladamos en su vehículo personal, ¿te acuerdas? era un «Huevo»; de esos autitos pequeños donde cabíamos apenas, apretados por las calles de Santiago. Yo estaba gorda, embarazada de mi hija, imagínate cuanto nos reíamos! Si los vehículos del Canal estaban ocupados, tomábamos el carretón que hacía el tour por el Cerro San Cristóbal que pasaba por delante del edificio del Canal.”

La profesional, que también vivió el exilio y la persecución política, sostiene: “Siempre he pensado  que nosotros el grupo de izquierda que trabajamos en TVN fuimos únicos…  nos ha faltado una reivindicación histórica aunque fuese en lo pequeño.”

Mi amistad con Lucho surgió en ese tiempo, ya que compartíamos ideales y participábamos en el Frente de Trabajadores Revolucionarios FTR de los Medios de Comunicación, junto a otros periodistas,  comunicadores y trabajadores de otras áreas  del canal, como Máximo Gedda (detenido desaparecido) y Dennis Jones.

Estábamos muy conscientes del rol que jugaban los medios a favor del golpismo. Vivimos momentos muy impresionantes y hermosos en las movilizaciones del  Cordón Cordillera de Trabajadores, junto a los sindicatos de Canal 9 de la U de Chile, Quimantú, Chile Films y Cervecerías Unidas, entre otros. Durante el Tancazo, ese ensayo del golpe del 29 de junio de 1973, Lucho participó de la toma de TVN en apoyo al gobierno del Compañero Presidente.  Las transmisiones fueron llevadas adelante por los propios trabajadores, en contraste con la mayoría de la programación habitual, cuyos contenidos eran más bien funcionales a la derecha. Pero la toma sólo duró un día.

Gilda recuerda las horas previas al 11: “Lucho, el Marino y yo pasamos muchas horas en La Moneda, hasta el último día, antes del golpe de Estado;  ese día estuvimos esperando que el general General Leigh saliera de una reunión con el Presidente Allende.”

Pepe Campos interviene: “Tras el golpe, nos juntamos en su departamento, pues vivíamos muy cerca. El sabía que iba a ser detenido por una infausta causa relacionada con la FACH.”

Cristina lo explica: “Después del golpe de estado un consejo de guerra de la Fuerza Aérea lo sentencia junto a otros 78 compañeros a 10 años de prisión por el delito de ´traición a la patria´. Fue prisionero político por dos años en la Cárcel Pública y en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea. El Buchi nunca pudo quebrar el silencio respecto a esa experiencia, y quizá por ese silencio comprendí demasiado tarde que era hija de un sobreviviente, que todo Chile era hijo de la sobrevivencia.”

Con Lucho y  Dennis éramos parte de una red de informantes  que recolectaba datos sobre los uniformados golpistas para  unidades especializadas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.  La temprana caída de una casa  donde se almacenaba información no codificada, condujo a la detención de Lucho y Dennis por el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, SIFA. Sólo en 2016, el 3 de Octubre, la Corte Suprema emitió una sentencia anulando y declarando ilegales las condenas impuestas por “traición a la Patria” por ese Consejo de Guerra, contra  78 militares y civiles de pensamiento antigolpista, entre los cuales estaba Luis Alarcón.

Relata Cristina: “Sobrevinieron 15 años de exilio en Alemania Federal, trabajos en Amnistía Internacional, redacciones de revistas de resistencia en el subterráneo de nuestra casa, un libro dedicado a la desaparición forzada en homenaje a su cuñada María Cristina López Stewart, militante del MIR, estudiante y poetisa, aún desaparecida. En ese tiempo laburó incesantemente en el Ökumenisches Studienwerk de Bochum, la ciudad del carbón y del pulso de acero, recibiendo y asistiendo estudiantes y exiliados de todo el mundo. Incansable, organizaría con Patricia sendos eventos de solidaridad y reflexión contra el fascismo junto a artistas como Patricio Manns y el grupo Amauta.

El Buchi aprendió y llegó a sentir el idioma alemán, disfrutar de la posibilidad de crear palabras, de comparar las diferencias semánticas con su lengua materna, pero nunca deshizo la maleta imaginaria. Siempre supo que iba a volver  ´con cenizas y desgarros´ al único lugar posible. Y allí, en el Chile de la transición, específicamente en Irarrázaval con Macul, emprende su mayor proyecto, concreta su respuesta a una Dictadura que supo quemar libros y personas. Libros Milnovecientos: librería y centro cultural cuyo sello era el color rojo.»

Yo acababa de retornar de Argentina, y Lucho me  dio trabajo como editora de un boletín de libros de la Librería, dirigido por él. Fue un gesto de una nobleza y consecuencia enorme. También me ofreció el lugar para dar clases de yoga y/o hacer reuniones políticas…Era un reencuentro pleno  con un compañero de ideales, cuestión a contra corriente en los 90. La librería fue un lugar de gran actividad cultural, y un espacio hermoso de conversación de poetas antisistema como José Angel Cuevas o Mauricio Redolés.

Explicita Cristina: “Pero el humanista Buchi no era un  ´emprendedor´ buscador de ganancias. Tampoco sospecharía que la Dictadura había logrado reprimir en parte la sed por el saber y por la verdad. La quiebra de Milnovecientos, y el reencuentro con un país amnésico en que los asesinos y torturadores caminaban libres por las calles y los aliados civiles sonreían en los noticiarios nocturnos; con un país embriagado de eficiencia economicista y autoproclamado ´Jaguar´ de Latinoamérica´, lo hicieron sentirse extranjero como muchos. Es que mi papá nunca comulgó con la ´justicia en la medida de lo posible´ ni con los socialismos renovados.”

Paty Scholz revive para Lucho su reencuentro, 10 años atrás, posterior a la aventura de la Milnovecientos.  “Yo venía llegando a mi casa del gimnasio, sin maquillaje, en buzo y con olor a aceite – y al bajarme del auto, veo a un señor que cruza la calle hacia mí, con un sobre en su mano y me llama por mi nombre. Después de un momento inicial de desconcierto, te reconocí Luchito (las mismas largas pestañas) y nos dimos un gran abrazo. Yo hubiese querido estar un poco más sexy en ese momento, pero… éramos vecinos sin saberlo. Y tú lo habías detectado por casualidad: el cartero entregó por equivocación una carta dirigida a mi nombre en tu casa. Fue magnífico recordar épocas pasadas y ponernos al día con nuestras vidas. Descubrí que tu idioma alemán era extraordinariamente bueno ahora y recordé mis intentos  de enseñarte alemán en la escuela, con éxito muy relativo.   Sin embargo, no sostuvimos ya una relación cercana, por diferentes motivos. Y partiste demasiado temprano. Quiero decirte que todos aquellos que te conocimos, nos sentimos muy privilegiados por haber sido tus amigos y compañeros. Tenías la capacidad única de iluminar tu entorno. De una u otra manera, enriqueciste nuestras vidas y fue maravilloso caminar contigo entonces. Te damos las gracias por ello. Estás en nuestros corazones y en nuestros recuerdos.”

Max rememora que la amistad con Lucho siguió vía comunicaciones telefónicas incluso cuando él se a vivir al campo, lamentando haberse enterado tarde del fallecimiento de su amigo. Termina su testimonio escribiendo: “Aún siento tu lejanía. Lucho,  contigo hasta la victoria siempre.”  

Concluye Cristina “El Buchi creía que la transformación y resistencia podían suceder en cualquier lugar y momento, e incluso como efecto de la acción singular cotidiana: en la docente que enseña a mirar críticamente el mundo, en la joven pianista que compone una sonata por la tierra, en el padre que lee con sus hijos. Sabía que en estos tiempos anodinamente sombríos, cada acción por más pequeña que pareciera, podía ser transformadora. Así, día a día sembró en su entorno, en mí, la preminencia de la pregunta, el impulso por distinguir la contradicción de las cosas, y la conexión entre ellas. Sembró la práctica de la crítica incómoda, cuestionadora de la autoridad y del poder hegemónico. Sembró la necesidad de sustentar las razones con argumentos, y los argumentos con razones. Y sin exagerar, puedo expresar que mi papá me enseñó a pensar.

El  amaba el arte y tenía la extraña capacidad innata de afinar violines. Adoraba la música clásica, desde Vivaldi a Prokofiev, la musicalización del Canto General por Mikis Theodorakis y la Novena de Beethoven. Y también la nueva canción chilena, desde Quilapayún hasta Patricio Manns. Pero su canal de expresión esencial fue sin duda la escritura. Escribió múltiples ensayos, crónicas, poemas, cuentos y una novela. Creada en los años 90, esa novela  policial  expresaba su crítica al indecoroso pacto entre los medios de comunicación, la política transicional y los llamados poderes fácticos.

En los últimos años de su vida, y en estrecha conexión con Patricia, su compañera, descubrió su pasión por la educación, pues sabía que el futuro de este país, estaba en al aprendizaje igualitario de todos los niños y niñas de Chile.

El 29 de agosto de 2018, murió en Santiago de Chile a los 71 años Juan Luis Alarcón Arredondo. Deja a Patricia López Stewart, su compañera por casi 50 años, a su hijo Sebastián, a su hija Cristina, y a cuatro nietos: Patricio, María Cristina, Demian y Lara. Sabemos que en los ojos de ellos seguirá viviendo.

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