Luis Weinstein, psiquiatra: “Nuestra calidad de vida está tremendamente empobrecida»

Médico facilitador de grupos de desarrollo personal, especialista en Salud Pública, educador comunitario, Luis Weinstein participó, junto a Manfred Max-Neef y otros, en la elaboración del ya clásico Desarrollo a escala humana (1986)

Luis Weinstein, psiquiatra: “Nuestra calidad de vida está tremendamente empobrecida»

Autor: Wari

Médico facilitador de grupos de desarrollo personal, especialista en Salud Pública, educador comunitario, Luis Weinstein participó, junto a Manfred Max-Neef y otros, en la elaboración del ya clásico Desarrollo a escala humana (1986). Para él, la “Revolución en Libertad” y la “Vía Chilena al Socialismo” han sido las dos ideas fuerza más importantes en toda la historia de Chile, y que identifican el período más democrático y vital de nuestro país: Entre 1964 y 1973.

Para este psiquiatra, que reparte sus días entre Santiago e Isla Negra, el festejo del bicentenario no nos deja ver lo importante del devenir de esta nación que, a su juicio, ha tenido “un desarrollo incompleto, discordante, en que lo que hay en este momento es una verdadera ‘utopía’ tecnológica; lo fundamental, que es el autodesarrollo de las personas, ha quedado limitado, fragmentado, esquizofrénico, del lado de lo individual, de lo pragmático, de lo técnico, de lo inmanente, de lo separado de la naturaleza, y falta una visión de conjunto”.

-¿Qué modelo de desarrollo ha sido hegemónico en estos 200 años?

-Creo que ha predominado un desarrollo en que se fue afianzando una identidad mal asumida; que un país mestizo empezó a considerarse a sí mismo como si fuera una nación europea (blanca) puesta por casualidad aquí; con todas las diferencias sociales que conocemos, con toda la proclividad a la violencia, a la instrumentalización de la gente.

Creo que siempre hemos tenido una democracia de baja intensidad, y que el período 1964-1973 fue especial, en el sentido de que hubo una aspiración colectiva a completarla, a darle más profundidad, entre el gobierno de Frei Montalva y su Revolución en Libertad y la Unidad Popular, con la Vía chilena al Socialismo. Ese fue un período en que Chile planteó una mirada de cambio interesante a nivel mundial, tanto con el “socialismo comunitario” como con la visión de Allende de llegar al socialismo en libertad y en pluralismo. A mi juicio las dos cosas nos quedaron grandes, pero me parece que son las dos ideas fuerzas más importantes en toda la historia de Chile.

-Para quienes se definen “progresistas” ha sido el período más democratizador, pero para la gente de derecha es una etapa de democracia enferma…

-Tal vez eso tenga que ver con que nos cuesta esta relación caos-cosmos, enhebrarla bien en función de los intereses de todos. Kant, en el libro La paz perpetua, ironiza sobre lo relativo de la paz, siendo que ese nombre lo tenía un hostal en que estaba el dibujo de un cementerio, es decir, el orden completo es aquel en que nadie da a entender cuáles son sus necesidades y nadie lucha por cambiar las cosas. Si estar ordenado es estar en un sistema en que la base de todo es la competencia, y en que el valor más importante es el dinero, y detrás de él, el poder, entonces hay desorden cuando eso no se respeta.

¿Qué vamos a celebrar en este Bicentenario?, ¿el hecho de que tenemos una cierta soberanía, que Chile está identificado entre un montón de países que hay en el mundo? Bueno, es cierto, es un dato, pero desde el punto de vista de las personas tal vez lo importante es cuánto nos acercamos a una visión universal del ser humano; entonces, un sesgo chovinista no sé si será para celebrarlo versus algo que tenga que ver con la calidad de vida que está tremendamente empobrecida, comparándola con esos años de que estábamos hablando (64-73).

Me parece que no se ha identificado bien qué es lo que ocurrió con el golpe militar del ‘73, porque como que la brutalidad, la violencia, los desaparecidos, los exiliados, de alguna manera no dejan ver bien este trasfondo; que todo esto tenía como objetivo no la violencia en sí misma, sino que poder llegar como a una seducción colectiva por el sistema individualista, que permite la concentración de la riqueza, y que tiene de acompañante -como en los viejos tiempos- el “pan y circo”, la seducción del consumo, y que fue prodigiosamente ayudado por la tecnología.

La élite gobernante en ese tiempo se repartió las funciones, y los militares, a pesar de su tradición nacionalista, le entregaron el manejo económico a los ejecutivos y empresarios. Esto es parte de esta particularidad que ha tenido Chile, un país que va haciendo cosas como de experimentos sociales a nivel mundial: El primer gobierno socialista a principios de los treintas, el Frente Popular, la Democracia Cristiana, la Unidad Popular, y este régimen militar sui generis, con una ideología que tenía alcances globales, y tal vez la Transición, que es una transición pactada y que legitima la ordenación económica de la dictadura.

Felipe Portales dice que la Concertación tuvo en algunos momentos mayoría suficiente para hacer cambios importantes, pero no los hizo, porque la élite concertacionista se sedujo con el modelo, empezaron a tener poder, a ganar mucha plata…

-Sería como osado intentar dar un juicio con elementos muy precisos, como para decir qué pasó con el mundo concertacionista; lo obvio me parece a mí, es que se contagió con esta marea derechista-individualista mundial, que tiene que ver con el exilio y con la función de los intelectuales, abiertos a lo que pasa en el mundo.

Y pienso que este fenómeno está dentro del paradigma de que la filosofía se supedita a la ciencia, que ya es parte de la modernidad; la filosofía tiene viejos problemas que no se terminan de resolver pero que son los básicos: Qué es el ser humano, qué es el ser, cómo se pueden dar las relaciones de los humanos entre sí, con la naturaleza; esos son temas frente a los cuales lo que hace la ciencia es dar datos, pero no una visión de conjunto.

Yo creo que eso influye en lo que la élite de todos los matices ideológicos tiene presente; aparece un cálculo de visión del mundo de cómo Chile puede crecer económicamente mejor y eso se enmarca en algo cuantitativo. Hay como un consenso en que lo que hay que hacer es desarrollar la economía, la producción, elevar ciertos índices y que haya la menor participación posible, porque volvemos al asunto de que crea desorden; ese fue el pacto de la Concertación, que la mirada ecologista no es realista, y que para tener esto que se llama desarrollo va a tener que sufrir la naturaleza…

Lo tremendo está en los modelos que aparecen en lontananza; como que ojalá hubiéramos tenido para este bicentenario, se dice, un Chile desarrollado, pero no, lo tendremos para el 2018, pero, ¿tendremos una Dinamarca, una Suecia?, ¿eso es lo mejor a lo que se puede aspirar?, países con la gente encerrada en sí misma, muy sola, sin lazos entre sí, metida en una visión pragmática hedonista de la vida, sin sentido de trascendencia; hacia eso vamos, en el mejor de los casos.

“NO HAY NADA MÁS RADICAL QUE ABSORBER LO OTRO”

¿Qué le parece la insistencia de quienes manejan el país por llenarnos de termoeléctricas, dejando poco espacio para el cuestionamiento y la búsqueda de soluciones alternativas?

-Me parece que algo que sería bueno que pasara es que hubiera alguna manera de establecer conversaciones entre las personas que están más en la lucha directa y los que hacen estudios científicos, los que están en la educación, los que están en la mirada de conjunto, antropológica. Hemos estado intentando hacer algo de eso con la medicina, acercar miradas, que trate de buscar lo más válido de distintos puntos de vista; un aporte puede ser el reiki, por ejemplo, y otro puede ser la medicina que está vigente. Así, creo que mientras no se aborde la parte de verdad que tienen los argumentos de las termoeléctricas va a ser difícil avanzar en el sentido común.

Creo que se está dando un proceso lento, difuso, de mirada alternativa, pero que hasta ahora tiene el sesgo de que no solamente es muy diverso sino que hay muy poca interacción entre ellos. Pienso que ojalá en cada tema y en el conjunto de temas se puedan dar cosas como las que se dan en un diario, que se ven varios asuntos, pero que además se trate de integrar seriamente lo que dice la otra parte, que no significa que nos quedamos en una cosa intermedia, no radical… si no hay nada más radical que absorber lo otro.

Hay cosas muy de base que tienen que cambiar; aquella mirada de fondo que dice que es mejor que la gente compita porque así va a estar mejor el ser humano, es totalmente errada; lo que no significa que haya algunas cosas que transitoriamente estén bien, si no es difícil conversar. Si la mayoría de la gente está con el sistema, yo creo que hay que tomar en cuenta lo que ellos piensan, darle la cuota de razón que puedan tener, con el fin de asegurar que ellos escuchen por qué en el fondo les faltan cosas fundamentales, de base; si no, estaríamos en un punto de vista fundamentalista, que tiene sesgo, que no conversa, que sataniza.

Hay un hito importante en esto de combinar la radicalidad de fondo con una afinidad para dialogar, para escuchar, para informarse de realmente qué es lo que hay. Claro, las cosas son bastante difíciles, o sea, si uno piensa que en EUA la mayor parte de los científicos están metidos en la industria de la guerra, entonces conversar sería como absurdo, pero igual hay que conversar, aunque sea así.

SERES FRÁGILES E INSEGUROS

Si uno toma como un hito la publicación del libro Desarrollo a Escala Humana (1986), han pasado 24 años, ha habido difusión, hay más gente metida en esos temas, pero igual ha sido difícil, porque se privilegió otro tipo de desarrollo; todos estos años se ha reafirmado los paradigmas tradicionales, ha habido poco espacio…

-Sí, podía haber habido más, y yo creo que un factor ha sido la falta de apertura; nosotros mismos trabajamos en el desarrollo a escala humana como para conversar con más amplitud, con más libertad, con otras personas con elementos afines, incluso dar a conocer bien lo que ha sido la experiencia.

A mi entender ha habido dos cosas interesantes de experiencias de desarrollo a escala humana, una es que efectivamente entró en el imaginario, se ha utilizado en distintos países, en distintos ámbitos, pero, por otro lado, la devolución de la experiencia mostró que de las nueve necesidades tal vez la que más se destacó como relevante fue la seguridad, dato importante para la visión global que yo estoy tratando de comunicarte, en el sentido de que esta antigua división entre progresistas y conservadores no toma en cuenta que los seres humanos somos seres frágiles e inseguros, además de que tienen que tener innovación.

Aparece como más en el horizonte una división entre tres grandes necesidades, que tiene que ver con la seguridad, con la capacidad de realización, y con el sentido. El sentido aparece como un gran tema en el cual se puede ser muy poco dogmático porque entra al final a topar con lo más complejo, con lo más inasible de la realidad, que tendemos a dejarlo a un lado, pero que es un posible factor de educación, de convencimiento de la gente más renuente a los cambios.

Y eso tiene que ver también con lo que apareció como evolución de una necesidad no tomada en cuenta en los documentos de ese seminario de desarrollo a escala humana, que es la necesidad de trascendencia, que es una necesidad básica; así que de alguna manera digamos que ayuda a pensar cómo interactuar con las tendencias fundamentalistas de este sistema y las antagónicas, cómo arreglárselas para, aceptando la necesidad de trascendencia y la finitud humana con una posición de antropología filosófica, estar en mejores condiciones de ir acercando a la gente a una visión más humanista y ecológica de la vida.

REVOLUCIÓN ANTROPOLÓGICA: IR MÁS LEJOS

Muchas personas de izquierda, muy revolucionaria en su época, han ido dándose cuenta de eso, y hoy nos encontramos con cada vez más gente que está convencida de que para lograr cambios globales es necesario, simultáneamente, realizar cambios personales, de conciencia…

-Claro, necesitamos una revolución antropológica, pensada como una integración del desarrollo de la conciencia y del cambio cultural, que yo creo que debe ser muy radical, sin violencia y sin impaciencia, pero sí apuntando a fondo a lo que es esta asociación entre el paradigma cultural y el desarrollo de la persona. Creo que hay que metabolizar lo que pasó en el siglo XX, lo que significa la caída del llamado mundo socialista, esta epidemia de pragmatismo, que se pueda dar así transitoriamente como triunfante el sistema capitalista.

Todo esto yo creo que tiene que ver con que lo subjetivo, el marco de referencia de quienes han querido los cambios, no es que hayan ido muy lejos, sino que no han ido lo suficientemente lejos, porque no se trata sólo de cambiar la economía o de cambiar la relación con la naturaleza, sino que cambiarnos nosotros para estar en condiciones de poder hacerlo, es decir, hay un ir y venir, entre cambiar las condiciones para cambiar nosotros y, por otro lado, estar cambiando uno mismo para cambiar las condiciones.

Por Cristian Sotomayor Demuth

El Ciudadano N°88, segunda quincena septiembre 2010

Fotografía: Por ajisabel /www.flickr.com


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