Matemáticas: ¿Una trampa al descubierto?

La reciente decisión gubernamental de ampliar a ocho las horas de matemáticas debido al rendimiento deficiente de una gran mayoría de estudiantes ha abierto una polémica importante respecto a las políticas educativas y los fundamentos que las sostienen

Matemáticas: ¿Una trampa al descubierto?

Autor: Director

La reciente decisión gubernamental de ampliar a ocho las horas de matemáticas debido al rendimiento deficiente de una gran mayoría de estudiantes ha abierto una polémica importante respecto a las políticas educativas y los fundamentos que las sostienen.

En primer lugar, es preciso buscar las razones que invitan a implementar dichas medidas porque pueden no ser las verdaderas; en segundo lugar, analizar si los elementos epistemológicos o sociales son realmente válidos y, en tercer lugar, entregar una propuesta en la medida que el problema exista.

Lo primero tiene que indagar respecto a lo esbozado como la razón primordial la cual es dual: que las matemáticas son imprescindibles en la educación académica y que los escolares no están aprendiéndolas.

Al respecto, un 100% de personas utiliza en su vida cotidiana las operaciones básicas (multiplicar, dividir, restar y sumar), sin necesitar en un gran porcentaje casi ningún otro producto de esta materia que no haya sido entregado en primaria. Por el contrario, un 99% no emplean nunca en su existencia los triangulos, las raíces cuadradas, cálculo, trigonometría, etc. Es decir, se pierde enormemente por la no práctica de la misma lo producido independientemente del costo académico para comprobarla, usualmente por un período mínimo, a través de los exámenes. Igualmente, habría que cuestionarse aquella afirmación que impele a la enseñanza de las matemáticas puesto que su no aprendizaje en contenidos mínimos deja al cerebro privado de un espacio que influirá en la vida social del que los desconozca.

Aún más, sería importante profundizar porqué a un sector bastante alto de la población no les agrada esta materia. Tal vez habría que partir de lo que dan como respuesta para tener basamentos comprensivos. Suena como un castigo el incremento de horas (mejor hubiera sido el salario), empleando el dicho popular: si no le gusta la sopa denle dos platos, de tal suerte que aumentemos el tiempo para que sepa su sanción.

En segundo lugar, habría que preguntarse seriamente si el supuesto fracaso en las matemáticas tiene que ver con la intensidad horaria escasa, por ello se aumenta, o porque no existe una metodología que la haga atractiva, fácil, comprensible, aceptable y práctica. Argüir que las matemáticas no son prácticas sino abstractas, pero importantes, y que amplían la capacidad cerebral, no tiene ningún asidero motivador para resolver el problema.

Tal vez habría que hilar más profundo sobre los contenidos, los métodos, su relación con la realidad, entre otros factores, sin descuidar el factor docente aunque sin atribuirles directamente la responsabilidad única como si éstos fueran los culpables del bajo rendimiento. El Estado debe interrogarse también sobre estos aspectos.

En tercer orden, una propuesta innovadora para el gobierno estaría centrada en algunos puntos que han sido soslayados por temor o el prurito que tocar las matemáticas es pecado original.

No se convierte en una trampa más fuerte aún atrapando a quien no rinde en la signatura en la medida que es posible pensar en seleccionar los temas fundamentales que la población requiere descartando aquellos de una escasa aplicación cotidiana o donde los especialistas pueden manejarlos con mucha más holgura que un neófito. Unir un proyecto pedagógico con nuevas metodologías fundadas en lo humano sería una interesante innovación (Humanología), las cuales permiten ampliar las coberturas de inmediato pues el resultado que se logra es un aprendizaje significativo producto de una apertura al conocimiento incluso considerado difícil. Un docente con instrumentos concretos a nivel pedagógico, con una motivación no sólo salarial sino de realización personal, puede recrear nuevos espacios que posibiliten un rendimiento incluso espectacular. Es la preocupación por la persona mucho más que el simple funcionario.

Sin desconocer los preocupantes y repetidos diagnósticos del programa Inicia, una revolución educativa partiendo de la alta calidad educativa como responsabilidad estatal ( Robledo), se daría en la medida que los parámetros con los cuales se mide si es buena o no la materia en su rendimiento fueran observados desde otros criterios como buscar desarrollar las habilidades de los estudiantes en sus propias expectativas: son numerosos los “malos estudiantes” de secundaria que en la universidad rinden satisfactoriamente o de modo superior al elegir la profesión que les reconforta como personas. Aunar una visión ideológica diferente a la que se posee actualmente es urgente: de convertir a los discentes en objetos del mercado, consumistas, especializados en una visión estrecha donde la tecnificación tiene un fin político claro (mientras menos piensen mejor), a esa sublime y científica de edificar seres humanos responsables en sus hogares, solidarios de verdad, respetuosos de los derechos del otro, convertido en ciudadanos y militantes de la vida (en el decir de Ferrada), permitirá que el conocimiento se transforme radicalmente en Sabiduría. Ella es el fin primero y último de una educación integral, de calidad y calidez, trascendente y vinculada a gobiernos equicráticos.

Para finalizar, una letra de una canción popular colombiana dice: hijo, no me importa si tu oficio es carpintero, lo esencial es que seas el mejor carpintero. Este podría convertirse en un principio epistemológico primario para que la educación construya seres formados para el bien público con un bagaje normal que le permita ver el mundo más amplio, más en tolerancia y con un presente de desarrollo en equidad. Nunca olvidemos, nunca, que para este siglo XXI, época de crisis e información donde los niños son paulatinamente irascibles, la meta educativa es una oportunidad de imbricarse al fin principal de lo humano: desarrollar la potencialidad de la especie para establecer legados, ser felices y guiados hacia el desenvolvimiento multilateral del hombre.

Por Carlos Santa María R.

Ph. D. en Filosofía y Ciencias de la Educación  profesor universitario y fundador de la Humanología como disciplina académica; conferencista internacional, escritor de catorce libros sobre el desarrollo humano y su poder en la sociedad. Ha presentado recientemente en Chile su última obra El Arte de la Estrategia Humana,que bien puede generar una reflexión–acción importante en estos tiempos de crisis.


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