Memorias de una infamia: La masacre de Santa María de Iquique y el terrorismo de Estado hacia el movimiento obrero

“Este capítulo oscuro nos recuerda que, aunque el tiempo avance, es fundamental preservar la memoria de aquellos que cayeron en la lucha por la justicia social”

Memorias de una infamia: La masacre de Santa María de Iquique y el terrorismo de Estado hacia el movimiento obrero

Autor: Seguel Alfredo

La masacre de la Escuela Santa María de Iquique

En el sombrío amanecer del 21 de diciembre de 1907, el sol de la esperanza se apagó en Santa María de Iquique,  dejando tras de sí un lamento eterno. El corazón de la ciudad latía al ritmo de las injusticias laborales, hasta que un acto vil y siniestro marcó la masacre que cambió la historia. Inspirados por la lucha por condiciones justas, miles de obreros se congregaron en la Escuela Santa María, buscando respuestas a sus demandas. En un giro cruel, el gobierno respondió con la fuerza militar, desencadenando un episodio infame que costó la vida de al menos 3,600 trabajadores, cuyas cifras reales trataron de ocultarse.

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Las descripciones históricas relatan cómo las balas resonaron en los callejones estrechos de la ciudad, segando vidas inocentes y dejando cicatrices imborrables en la memoria colectiva. Fuentes documentadas subrayan el desprecio por la dignidad humana, mientras las autoridades, en su afán por sofocar la protesta, perpetraron una verdadera carnicería.

Este capítulo oscuro nos recuerda que, aunque el tiempo avance, es fundamental preservar la memoria de aquellos que cayeron en la lucha por la justicia social, para que sus sacrificios no sean olvidados y sigan inspirando generaciones futuras hacia un mundo más equitativo.

Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan solo fue


Canto a la Pampa, Francisco Pezoa Véliz

Banderas levantadas

A mediados de diciembre, en Iquique, se realizó un izamiento de banderas que corresponden a las cuatro nacionalidades de las y los trabajadores asesinados en la masacre de la Escuela Santa María de Iquique (muchos de ellos de pueblos originarios). Dirigentas y dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de la región de Tarapacá dieron inicio de esta forma,  a las actividades de conmemoración para este año, cuando se cumplen 116 de la tragedia que enlutó al movimiento obrero chileno y del mundo entero.

Trabajadores del cobre, desde la Región de Tarapacá, señalaron: “El ejercicio de rescatar y mantener vigente la memoria histórica del movimiento obrero, de sus luchas, triunfos y retrocesos, pero también de sus conquistas, es uno de los pilares fundamentales de la lucha sindical en nuestro país y el mundo. Lo es también, evidentemente, para la Confederación de Trabajadores del Cobre desde su propia fundación, por lo que hacemos extensiva la invitación y llamado a todas y todos a participar de las actividades programadas y señaladas anteriormente a realizarse en la ciudad de Iquique. Porque sin memoria no hay futuro ni progreso posible, reiteramos la invitación a sumarse a las actividades programadas en la ciudad de Iquique”, según resaltó publicación de la Confederación de Trabajadores del Cobre.

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Antecedentes de la masacre

Durante la mañana del 21 de diciembre, el intendente de Tarapacá Carlos Eastman se reunió con los representantes de los empresarios salitreros para poner fin a la Huelga Grande. Eastman señaló que contaba con la autorización del Presidente Pedro Montt para pagar la mitad de los aumentos de salarios que se acordaran con los obreros.

“Los empresarios manifestaron que su preocupación principal no era el dinero sino un «asunto moral«, ya que a su juicio negociar bajo presión de los huelguistas ponía en jaque la mantención del orden en las oficinas salitreras”, destaca un trabajo de investigación del Archivo Nacional.

DE acuerdo a la publicación, el Intendente propuso entonces resolver el conflicto mediante tres árbitros, uno nombrado por los trabajadores, otro por los empleadores y el tercero designado de común acuerdo. Los empresarios aceptaron esta propuesta, pero exigieron como condición el retorno a las faenas.

“El Intendente Eastman solicitó a Abdon Díaz su intermediación para comunicar a su grupo la aceptación parcial de los empresarios a sus reivindicaciones, a excepción del establecimiento de los jornales a un tipo de cambio fijo de 18 peniques”, publica AN.

Los trabajadores decidieron mantener el movimiento hasta que la totalidad de sus peticiones fueran acogidas y reafirmaron su voluntad de evitar toda clase de actos violentos.

Pasadas las 14:00 horas, el Intendente informó al Presidente de la República que utilizaría medidas de fuerza, pues había agotado todos los otros medios para controlar a los mineros y tal concentración de personas en la ciudad ponía en peligro la seguridad pública.

“Él movilizó a sus tropas y ordenó a sus oficiales desalojar la Escuela Santa María, donde estaban concentrados los trabajadores y sus familias. Ellos se negaron y el general Silva Renard amenazó con disparar contra quienes no se retiraran. Sólo 200 trabajadores salieron del edificio entre pifias y gritos de sus compañeros”.

El trabajo de memoria del Archivo, comenta que: “A las 15:45 de la tarde, el oficial ordenó la primera descarga del piquete O’Higgins hacia la azotea del edificio, donde se encontraba el Comité Directivo del grupo según consignó el informe posterior de Silva Renard (…) Los marinos dispararon hacia la puerta de la Escuela, pues adujeron que se habrían producido tiros desde el interior. Finalizado el fuego, quienes lograron sobrevivir fueron trasladados hasta el Club Hípico”.

Los sucesos de la Huelga Grande y la represión del 21 de diciembre fueron consignados en diversos documentos redactados por autoridades, quienes señalaron a los obreros como los responsables de la provocación.

“No existe certeza sobre cuántas personas murieron durante esa jornada. Un telégrafo enviado por el intendente Eastman al Presidente de la República a pocas horas de ocurrida la matanza, advertía de 30 trabajadores muertos y 70 heridos (…) En un texto firmado por Silva Renard del 22 de diciembre de 1907, se establecía que cerca de 140 ciudadanos habían perdido la vida o sido heridos”.

La versión oficial quedó registrada el 15 de enero de 1908 en un escrito enviado por Carlos Eastman al ministro del Interior. En éste se adjunta la investigación proporcionada por el administrador del Hospital y del Lazareto de Iquique Alfredo Syers Jones, quien señaló que los caídos ascendían a 126 y los heridos 135 personas.

En discrepancia con la versión oficial, la memoria social ha adoptado 3600 fallecidos, señalados en la «Cantata de Santa María de Iquique» compuesta por el músico chileno Luis Advis en 1969.

Consecuencias de la matanza

Luego de la Matanza las autoridades dispusieron el cierre de periódicos populares como El Pueblo Obrero y El Trabajo, con el objetivo de acallar las denuncias de los trabajadores e impedir la difusión de ideas revolucionarias.

En la pampa se desplegó un orden represivo tendiente a imponer el orden social y evitar el surgimiento de nuevos movimientos de protesta. Las autoridades de gobierno dispusieron un sistema de control y represión que se extendió a otras localidades como Antofagasta.

En 1920 el movimiento obrero disminuyó sus movilizaciones y redefinió sus estrategias. Obtenidos logros como la promulgación de las leyes sociales y el Código del Trabajo entre 1925 y 1931, algunos sindicatos y federaciones optaron por el sistema de representación a través de partidos políticos.

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