Por Juan Pablo Cárdenas S.
En el ejercicio del periodismo siempre constituye un riesgo hacer vaticinios, especialmente respecto de los resultados electorales. En México, el 2 de junio próximo, se realizarán comicios presidenciales junto con elegir a una gran cantidad de parlamentarios, gobernadores y otras autoridades de todo el país. Las encuestas hasta aquí nos dicen que la candidata Claudia Sheinbaum Pardo, de MORENA, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, resultará electa con una sólida ventaja sobre sus dos contendores. Esto es sobre Xóchitl Gálvez, apoyada por el antiguo PRI, el derechista PAN y el PRD (colectividad que pese a su actualidad todavía se postula como izquierdista). Así también como aventajará a Jorge Álvarez del Movimiento Ciudadano, a quien los pronósticos le asignan apenas un cinco por ciento de intención de voto.
La victoria de Claudia Sheinbaum la convertirá, además, en la primera mujer mexicana en obtener la Presidencia de la República, lo que es particularmente significativo en un país como México, con más de 180 millones de habitantes. Marcado, también, por el federalismo y la acción de los poderosos grupos fácticos que bregan porque no vuelva a repetirse un gobierno como el de López Obrador. Un mandatario que, después de seis años de gobierno, deja un legado inmenso en realizaciones, mejoramiento real del salario mínimo (de 88 a 172 pesos), un millón y medio de nuevos empleos, como una imponente Reforma Laboral, que acabó con las mafias sindicales que se imponían frente a los trabajadores.
En cuanto a obras públicas, lo realizado por López Obrador es también muy relevante, como el Tren Maya de 1554 kilómetros de recorrido y que se impone como uno de los logros más espectaculares de la ingeniería mexicana. Muchos son los avances de su sexenio, pero lo que nos proponemos relevar aquí es la solvencia ética de un gobernante que acabó con los privilegios de sus antecesores, aplicó una estricta sobriedad en el ejercicio del poder, respetando siempre la institucionalidad democrática y manteniendo con Estados Unidos una política de dignidad y buena vecindad, pese a los severos desafíos de la migración, el combate al narcotráfico y otros tensos asuntos binacionales. Lo que no fue óbice para fortalecer sus buenas relaciones con los países de la Región e, incluso, expresar su amistad y solidaridad con los castigados regímenes de Venezuela y Cuba.
Como periodista, tuve la casual oportunidad de conocer y saludar a López Obrador en una modesta concentración vecinal en Nuevo Vallarta, cuando recién empezaba a perfilarse como un líder de izquierda. Escuchar de su boca todo un sólido ideario político frente a un puñado de partidarios que me dejara convencido que tarde o temprano llegaría al poder, después de los intentos de Cuauhtémoc Cárdenas, a quien dos veces se le negara su evidente victoria electoral, durante los putrefactos gobiernos priistas. Es decir, a quien el pueblo, los medios de comunicación y millones de ciudadanos lo distinguieran como el líder moral de la política mexicana y uno de los próceres del Continente.
Desde entonces, he seguido atentamente la trayectoria de AMLO, su quehacer político, así como sus atributos como ciudadano incorrupto, de vida familiar ejemplar y de inmensa capacidad de trabajo. Por lo que cosechó la multitudinaria adhesión de los sectores más modestos de la población, que reconocen sus ingentes esfuerzos en favor en la seguridad ciudadana y el logro de sus derechos fundamentales, que hoy hace que México haya disminuido considerablemente el número de pobres. Tanto así, que en los dos últimos años de su gestión se asegura que estos disminuyeron en nueve millones, aunque se acepta que todavía un 30 por ciento de los mexicanos se mantienen en la precariedad.
Pese a los esfuerzos de la oposición por afectar su credibilidad, nunca se le pudo imputar un acto de corrupción, aun cuando él mismo patrocinara el término del fuero y la inmunidad de los jefes de gobierno para poder ser juzgado como un ciudadano común.
Nadie pensó que López Obrador mantuviera por tantos años su diálogo matinal cotidiano con la prensa y de cara al país. Asimismo, apenas se ausentó dos o tres veces para viajar al extranjero (una vez a Chile), mientras, el común de los mandatarios latinoamericanos se desplaza con cualquier justificación y muy onerosamente por el mundo.
No se duda de que el próximo triunfo de Claudia Sheinbaum se explicará mucho en el buen papel de su mentor todavía en el Gobierno. Pero sin duda, uno de sus grandes aciertos fue apoyar la postulación de una candidata que tiene enormes méritos propios. Con 61 años de edad, se sabe de su brillante trayectoria como maestra, bioquímica y doctora en ingeniería solar. Por lo que no extraña que entre sus propósitos esté conciliar a México con las energías limpias y renovables. Con los enormes recursos fiscales que tiene hoy un país que con López Obrador logró disminuir considerablemente la evasión y elusión tributaria, especialmente de los grandes empresarios. Por lo que será posible reforzar el “Estado emprendedor”, de tal manera de disminuir las importaciones, reforzar la industria nacional y distribuir el ingreso.
No cabe duda que otro legado del mandatario que culmina su período sea el aporte ideológico que su gobierno ha hecho en favor el rol del Estado y la independencia del exterior. Lo que podría servir de ejemplo a otros gobernantes que se declaran de izquierda y ganan elecciones en nuestra región para encantarse después con las ideas neoliberales y la entrega de nuestros recursos naturales a las empresas privadas y transnacionales. A debilitar el Estado que, como sabemos, históricamente ha colaborado mucho más en México, Chile y otros países al desarrollo se nuestros países. En este sentido, es cosa de pensar en nacionalización del petróleo y del cobre entre tantos buenos ejemplos. Con lo cual ahora indigna que nuestro país renuncie a explotar soberanamente nuestras enormes reservas de litio.
Por lo mismo es que el 2 de junio próximo también se augura como un triunfo de los dormidos -aunque vigentes- valores de la izquierda sobre los de la derecha, representados justamente en las dos candidaturas que resultarán ampliamente derrotadas, pese al millonario financiamiento publicitario que han recibido de parte de la oligarquía mexicana y los ávidos inversionistas extranjeros. Demostrando que lo principal ha sido la consecuencia e idoneidad del régimen de López Obrador, así como las ideas progresistas de su segura sucesora.
Por Juan Pablo Cárdenas S.
Columna publicada originalmente el 13 de mayo de 2024 en el blog del autor.
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