Minería y desintegración familiar

La Región de Atacama está alcanzando altos niveles productivos

Minería y desintegración familiar

Autor: Eileen Espinoza Peralta

La Región de Atacama está alcanzando altos niveles productivos. Este constante crecimiento instala a la región en el segundo lugar nacional con mayor expansión económica, con una tasa de crecimiento de un 13% en tres periodos consecutivos. Según la Sociedad Nacional de Minería, para el periodo 2011-2018, el 66% de la inversión minera se materializará en las regiones de Antofagasta y Atacama, con cifras que superan los 50 mil millones de dólares en inversión.

Con estas cifras, ya resulta evidente: la explotación de la gran minería se ha instalado en Atacama, y así lo ratifican las principales industrias mineras. Pascua (Barrick), Franke y Caserones, tendrán la tarea de duplicar la producción nacional. Este desarrollo, que abarca desde la cordillera hasta el litoral, promete una década venidera con récord económicos, con una tasa de desocupación del 6,4 %, muy inferior al margen nacional.

EFECTOS EN LA SOCIEDAD

En este sentido, el recurso humano juega un rol fundamental. Según el INE y Corproa, se requerirán 80.000 trabajadores adicionales, completando unas 300.000 personas empleadas dentro de los próximos seis años. La misma fuente asegura una demanda de 15.000 personas sólo en la región de Atacama entre el año 2012 y 2015. Esta avalancha se traduce en el aumento de personal calificado para las distintas áreas de la minería, pero también en el encadenamiento productivo de la región, entre prestaciones, retail y subservicios.

En el caso de las mineras, estas son atractivas porque ofrecen buenos salarios a sus trabajadores. Lo anterior, suma que las mineras demandan trabajadores con habilidades duras y blandas, vale decir, pueden ingresar personas que no sólo sean especialistas en una materia, sino que también tengan, por ejemplo, un alto nivel de tolerancia, que sepan trabajar en equipo y que también sepan manejar altos niveles de presión y estrés. En la mayoría de los casos, los trabajadores deben cumplir con faenas exigentes, donde casi la totalidad de los casos realiza trabajos por turnos y lejos de la familia.

Por esta razón, en esta última década la sociedad de Atacama ha sufrido transformaciones en todas sus dimensiones, que han derivado en una reconfiguración social, haciendo que antiguas relaciones, costumbres y nociones existentes en el orden social tradicional comiencen a cambiar drásticamente. Produciendo formas y modalidades de interacción distinta, adquiriendo alcances que trascienden la perspectiva económica y alcanza la totalidad de las dimensiones de la calidad de vida. En este sentido, la dinámica familiar tiende hacia la descomposición y reconstrucción doméstica, predominando la desintegración familiar.

Adicionalmente la mayoría de los proyectos mineros de gran magnitud, a través de la presentación de sus propuestas en los instrumentos legales y de regulación medio ambiental,  no se les obliga que determinen los efectos colaterales producidos por el incremento de población flotante, tal es el caso de la prostitución no regulada, consumo de drogas y las enfermedades de transmisión sexual.

MUJER Y DESINTEGRACIÓN

En la actualidad, la demanda de personal calificado ha obligado a incorporar a la mujer a la minería. Las cifras alcanzan un 6% del recurso humano total, con un 88% de operarias y 1% en cargos directivos. En este sentido, la desarticulación familiar adquiere fuerza, debido a que la flexibilidad laboral entre el trabajo y descanso, está enfocado a las necesidades de la industria, producción, demanda y requerimientos, y secundariamente como estímulo al desarrollo e integración femenina, social y cultural. Agregando que el trabajo minero de pequeña escala, está ligado al trabajo infantil y la deserción escolar. Sin perjuicio de que las mujeres son fundamentales para la resolución colectiva de los problemas.

Pero la industria avanza a pasos agigantados y la incorporación de la mujer es vital. Los distintos programas públicos-privados ya se articulan para la calificación de mujeres, superando inversiones de 1.400 millones de pesos por año en cada región con industrias mineras. El plan pretende incorporar al menos un 20% de mujeres en la fase de implementación minera. Sin dudas los esfuerzos apuntan en abastecer la urgente demanda de capital humano, haciendo prevalecer el criterio productivo  por  sobre las políticas públicas destinadas a la incorporación de la mujer a las faenas mineras bajo un marco integrador, que pueda desarrollar los vínculos afectivos y necesarios para fortalecer las relaciones y sostener el núcleo familiar desde un punto de vista social.

Lic. Eileen Espinoza Peralta

Trabajador Social – Diplomada en Políticas Públicas


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