Esta es la historia de una pequeña planta de tratamiento que beneficia a la población de Leticia, capital del departamento de Amazonas, ciudad en la que un acueducto es precario y no garantiza el líquido a sus habitantes.
En el extremo sur de Colombia, Leticia, población fronteriza con Brasil (Tabatinga) y Perú (Santa Rosa de Yavarí), ha tenido un problema desde siempre: no hay buen abastecimiento de agua potable.
Es algo paradójico porque en la puerta a la Amazonía confluyen varias fuentes hídricas —los ríos Amazonas y Yavarí, la quebrada Yahuarcaca—, y es una de las poblaciones colombianas en las que más llueve: más de 3.300 mm de precipitación anual, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales.
A pesar de ser una ciudad ribereña, con el Amazonas a sus pies —este río tiene la quinta parte de agua dulce del planeta—, por las calles de Leticia es común ver motos con pimpinas —recipientes para almacenar líquidos— de un lado para el otro transportando agua.
«La ciudad, porque Leticia hace mucho es una ciudad, no tiene un acueducto idóneo y, además de la potabilidad, no hay cantidad para que todos tengan el suministro», le dice a Sputnik Nicolás Muñoz, ingeniero ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Por eso la UNAL se dio a la tarea de construir una pequeña planta de tratamiento para abastecer la sede de la institución en Leticia y a quienes viven a los alrededores.
«Acá la mayoría de la población paga por el agua potable. Van a empresas privadas que les venden 20 litros por 2.500 pesos [50 centavos de dólar] y luego regresan a sus casas o negocios. Es una logística que toma tiempo, más sabiendo que a veces hay largas filas», añadió Muñoz.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el acueducto local apenas tiene la capacidad de proveer agua al 30% de las 42.000 personas que viven en Leticia, cifra que disminuye cuando los caudales bajan considerablemente, algo que pasó en 1992 y que volvió a ocurrir este año.
De ahí la necesidad de tener una planta propia, un sistema que garantice la calidad del líquido y la cantidad suficiente durante todos los días del año.
«Se disminuye la dependencia de los servicios públicos locales y a la vez se muestra que hay cómo implementar procesos y tecnologías sencillas para mejorar las condiciones de vida de los habitantes. Esto no es ir más adelante que los demás, esto es desatrasarnos más rápido que el resto de Leticia, que por cierto está muy quedada en temas de agua potable», apuntó Muñoz.
¿Cómo funciona la planta?
Todo comienza con un pozo de 30 metros de profundidad que se abastece de aguas subterráneas, ríos subterráneos que llenan esta fosa buena parte del año. Primero se la extrae hasta la superficie gracias a una motobomba. Como el agua queda revuelta, es necesario que pase por una cámara de cloración para disminuir la concentración de metales como hierro, magnesio y manganeso.
Seguido, viene el proceso de filtración en un tanque vertical que contiene una cama de rocas de diferentes tamaños. La grava y el carbón activado hacen las veces de un purificador de los que usualmente se tienen en las casas para retirar las arenas más gruesas del líquido.
Luego el agua pasa al segundo tanque para la purificación con el segundo clorado y el retiro de las arenas más finas.
Por último, hay dos microfiltros que eliminan los materiales más pequeños que están en suspensión. Y finalmente baja por gravedad a las llaves de abastecimiento.
«Hacemos pruebas constantes en el laboratorio y el agua es de una muy buena calidad para el consumo humano. Se puede beber directamente de la llave sin el temor de que vaya a generar problemas estomacales. Es un proceso corto, automatizado y el cual hemos estudiado durante varios años para garantizar la potabilidad del líquido», dijo Muñoz.
A la fecha, esta planta beneficia entre 350 y 380 habitantes que no tienen que recurrir al acueducto local, a las empresas privadas, incluso a vecinos que tienen pozos en sus hogares y que sacan el líquido sin ningún proceso de purificación.
«Es curioso que en Leticia haya este tipo de problemas. Desde la Universidad Nacional hemos hecho recomendaciones a la administración local, pero no parece interesarles. El clima acá [entre 28 y 34 grados] hace que la demanda sea permanente. Para no deshidratarse por la humedad hay que tomar mucha agua, pero no es fácil conseguirla», concluye Muñoz.
Esta idea, que nació para hacer autosuficiente a una sede de la institución de educación superior más grande del país, ahora beneficia a algunos pobladores de Leticia, la ciudad de la gran paradoja: está rodeada de ríos y quebradas y en gran parte del año no tiene agua.
Fuente Sputnik