“No estábamos preparados para esto” ¿Estaremos preparados para la reconstrucción?

“No estábamos preparado para esto” fueron las dramáticas palabras de una pobladora en Concepción a un canal de televisión


Autor: Wari

“No estábamos preparado para esto” fueron las dramáticas palabras de una pobladora en Concepción a un canal de televisión. Estas palabras resumían el asombro, la angustia, una pena infinita, soledad, abandono y decepción ante el espectáculo dantesco que se  presentaba ante sus ojos. Edificios totalmente destruidos y a sus vecinos corriendo con plasmas y lavadoras en sus hombros.

Esta declaración nace de lo profundo de las necesidades y miedos que muchos compatriotas abandonados a su suerte vivieron en soledad, por la confusión, ausencia de organización de los organismos gubernamentales locales, regionales y nacionales; paralizados y tan confundidos como el que más.

La situación vivida y descrita por esta pobladora, es una invitación a preguntarnos y respondernos ¿Por qué no lo estábamos? ¿Por qué? Si apenas minutos antes éramos un país invencible casi desarrollado, donde todo ciudadano hacia uso de las últimas tecnologías que el mundo puede ofrecer. ¿Por que estábamos tan solos? Si hasta minutos antes estábamos sobre conectados a través del internet y modernos celulares que nos mantenían ocupados chateando en MSN, twitieando, texteando o con los “amigos” en Facebook.

A  raíz de la falta de solidaridad que se pudo apreciar inmediatamente después del sismo por el casi total colapso y falta de preparación o ineficacia de los planes de emergencia comunales, otro poblador le grita al país “está surgiendo el chileno real, el que estaba oculto detrás del mito de pueblo solidario”. El dolor que provoca el sentirse solo y abandonado, la falta de agua y de alimentos la ausencia de información y de  ayudas  sustantivas que los socorra, comunidades enteras fueron llevadas a tomar la situación en sus manos de manera individual, a valerse por sí solos y a como dé lugar.

Esto nuevamente nos invita a preguntarnos ¿Por qué tanto egoísmo e individualismo en tiempos de desagracias colectivas? Aunque también podemos preguntarnos ¿Por qué nos quejamos?  ¿Por qué? Si solo minutos antes, éramos todos autosuficientes sin necesidad siquiera del saludo de nuestros vecinos.

Desde las ruinas están surgiendo las verdades ocultas que escondían el Chile real y comenzamos a hacernos de una idea global de los fracasos en las respuestas por parte del gobierno. En todo Chile comenzamos a entender que el génesis de este fracaso no se encuentra en el desastre natural del 27 de febrero. La destrucción material la comprendemos, pero la destrucción moral no es producto del sismo, sino que se gesta mucho antes y tiene raíces en la idea país que se nos ha entregado, en la economía neoliberal, en las formas de hacer la política, pero sobre todo del fracaso de la organización política del estado con su centralismo extremo y como todo aquello afectó la respuesta organizada de la ciudadanía al desastre que nos azota.

Muchos artículos nos están llegando en los cuales se analiza y critica el fracaso de las respuestas del gobierno, ante la magnitud del terremoto-maremoto. Nos explican las políticas neoliberales del gobierno y el tipo de país que estaban construyendo y cómo el terremoto deja todo al descubierto, siendo todas las críticas justas y acertadas son también parciales y no nos entregan el todo.

En nuestro país, no sólo falló la respuesta rápida y efectiva de las instituciones de gobierno. También la ciudadanía no tuvo capacidad de respuesta. No la tuvo porque por veinte años se vino destruyendo la organización social de base. Y este, para mí, es el punto más importante. No sólo porque cierra el círculo alrededor de un país que se encontró totalmente indefenso, sin ningún tipo de institución de gobierno u organización social que funcionara al comienzo, mientras y después del sismo, más allá de iniciativas individuales y de organizaciones voluntarias como bomberos.

Esta imagen no muestra pueblo. Muestra individuos, desnudos, solos e indefensos. Importante también, porque será esta masa desorganizada sin capacidad de defensa alguna la que tendrá que levantar este país. En este estado no será difícil poner en sus espaldas la carga más pesada de la reconstrucción y, de continuar solos, sin organización indefensa y desnuda, nos romperán la espalda.

Es importante saber qué le pasó a este pueblo para llegar a este doloroso estado de indefensión y cómo debe reconstituirse en lo que por esencia es, para reconstruir este país sobre nuevas bases, porque las bases sobre las cuales lo hacían funcionar, quedaron sepultadas, pero no destruidas por el terremoto y, quienes crearon estas bases intentarán parcharlas y seguir con lo mismo.

La Concertación no es responsable del terremoto, hasta decirlo suena ridículo, pero es responsable del terremoto político social y de la indefensión del pueblo no sólo ante cuestiones de defensa socio-económicas reivindicativas, sino también indefensa ante hechos de la naturaleza. Es su legado, pero no su obra. Sólo terminaron la obra de la dictadura en su necesidad de destruir todo vestigio de organización social de la ciudadanía.

La Concertación no provocó el terremoto, pero sus veinte años de gobierno, de hacer y deshacer, condicionaron la respuesta al desastre tanto de ellos como de la ciudadanía.

En veinte años de gobierno basados en su idea de país y estado moderno terminaron con la identidad del pueblo chileno. Porque al destruir y perseguir la organización social y popular quitó a Chile su sentido de pueblo y pertenencia. Hoy, podemos ver con dolorosa claridad que desde los escombros van surgiendo 17 millones de individuos. Y no nos gusta.

No nos gusta vernos tan solos y disminuidos en momentos de necesidad, rebajados como seres humanos a la sola condición de consumidores. No nos gusta la respuesta dada por el gobierno a esta gran tragedia, pero tampoco nos gusta la nuestra. Quizás en medio del desastre y en el abrazo a los nuestros comenzamos a darnos cuenta que habíamos perdido la visión de lo que es importante.

Veinte años de criminal y sostenido desmantelamiento de la organización social y popular con medidas y leyes que hacían cada vez más difícil el accionar de las pocas existentes, aun a las juntas de vecinos y, dificultando persiguiendo o prohibiendo, hasta los últimos días antes del sismo, a las radios comunitarias que tanta ayuda hoy nos podrían prestar, nos robó una posibilidad de defensa inmediata. Esta política y sus efectos en la hora actual, dejó a la población de nuestro país sin ninguna organización, comunicación y coordinación para ayudar a enfrentar el actual desastre,  provocando con esto  más dolor del necesario. Más desorganización, más pillaje, menos solidaridad.

Veinte años desmantelando al país de su primera línea de defensa y respuesta a situaciones como la que hoy enfrentamos. Como un boomerang, al momento del sismo, esta política ha regresado y dejó al gobierno central, regional y local, sin interlocutores válidos y reconocidos por los ciudadanos que hicieran eficientes los esfuerzos por re articular al país y la distribución de ayudas a las primeras horas de haberse producido el desastre.

Porque  lo que el terremoto derrumbó con mayor fuerza, fue la glorificación del estado moderno y las instituciones políticas que lo sostienen. Porque el estado mediante la destrucción de la organización social, funcionaba en el aire, desligado y por encima de la sociedad sin ningún tipo de organización social que le sirva de sostén en esta hora.

Chile hoy, es más bien una idea que un cuerpo con alma que respira a través de sus organizaciones sociales locales que le dan vida a una nación. Las organizaciones sociales y populares son las venas de una nación y esas venas son inexistentes en nuestra patria. Es por donde fluye la solidaridad y la cooperación como valores intransable. Esas venas que fueron cercenadas son las que hoy tanto necesitamos porque vemos a un gobierno dando manotazos al aire sin nada sobre que sostenerse ni a quien referirse.

Al  momento del sismo, sólo contábamos con una organización: el estado moderno exitista. Y  este no funcionó ni podía funcionar a la altura que la situación ameritaba al estar desvinculado del pueblo. Pueblo que, al no contar con organización propia y representativa, dejó al gobierno sin interlocutores válidos ante la sociedad. El gobierno quería hablarle al pueblo, pero el pueblo no estaba. Quería  dirigir al pueblo, pero el pueblo no estaba. Frente a ellos sólo se encontraban 17 millones de individuos bajo las ruinas de una abstracción llamada Chile.

Cuando un país no es más que una muchedumbre consumidora sin alma ni organización no se encuentra preparada para enfrentar nada de manera colectiva y solidaria. La muchedumbre desorganizada es individuo y el individuo sólo vela por sí mismo en ausencia total de otros sentimientos.

Dentro de este contexto político nacional nadie puede generar una respuesta adecuada a tragedias que se presentan sin cita previa. En este contexto ni el gobierno actual ni el entrante hubiesen estado preparados. Ambos obtendrían el mismo resultado. Porque el egoísmo no da salidas, la falta de organización no  da soluciones. La organización política del país no tiene respuestas.

Es aquí donde comenzamos a encontrar las respuestas al ¿Por qué  no estábamos preparados? Al ¿Por qué no fuimos solidarios?  Y al ¿Por qué  como pueblo no tuvimos capacidad de respuesta?

Veinte años de educación individualista, egoísta, del confiar sólo en tus propias fuerzas para ser alguien, ha regresado con venganza inusitada de la mano de un desastre natural a mordernos la patita y, quizás, a devolvernos algo de humildad y ojalá nuestras organizaciones sociales y populares. Puede ser. Porque en medio de la oscuridad, la soledad e indefensión fuimos sintiendo la necesidad de tocar y ser tocado por otro ser humano, de abrazar y ser abrazado y quizás nos dimos cuenta que el solitario egoísmo sólo sirve cuando todo va bien, pero, que entrega solo llanto y desesperanza cuando la tragedia toca a la puerta.

Chile se reconstruirá. De eso no cabe duda. Pero mucha duda existe sobre la clase de reconstrucción que se llevará a cabo. Probablemente será sobre los mismos parámetros o visión país que la clase dirigente ha inculcado y llevado a cabo por 37 años. Probable porque el gobierno entrante representa a los intelectuales de la propuesta económica e idea país vigente y, en la oposición, se encontrarán los que la llevaron a cabo estos últimos veinte años.

Sin embargo, al contrario de lo que se pueda pensar, no salva de responsabilidades la izquierda y sus partidos. Su inhabilidad para crear una relación con la ciudadanía o interpretarla de alguna manera, los hace responsables por incapacidad. Su inhabilidad para desarrollar un discurso y vocabulario nuevo acompañado de nuevas formas organizativas y de conceptos amplios, también son una forma de abandono a este golpeado pueblo.

Chile se reconstruirá. Intentemos reconstruirlo a partir de sus cimientos, de sus comunas, de manera que el tejido social, las venas de este país, se regeneren y comience a fluir a través de ellas, una vez más, la solidaridad, la fraternidad, la cooperación para que desde estos principios comencemos a ver que otro tipo de sociedad es posible y nuevamente reconocernos como pueblo. Esto no lo aprenderemos con discursos, sino organizándonos localmente, territorialmente, basados en nuestras necesidades comunes a todos que ya eran muchas. Las comunas es nuestro primer hogar, lo primero que protegemos, ahí están las cosas más valiosas nuestros hijos y posesiones y  el germen donde crece la noción país.

Convertir 17 millones de individuos en pueblo es la primera reconstrucción, para que la reconstrucción material se dé sobre otros principios más humanos y generosos. “Toma una tragedia para aprender una lección” dice una canción. ¿Qué dice Chile?

Por Alfredo Cerpa

Fuente: desdelacomuna.blogspot.com


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