Nos dejó hace 26 años Paulo Freire, pedagogo de las y los oprimidos

A través de sus prácticas e investigaciones, el activista cognitivo brasileño puso de manifiesto una realidad social que el Poder mantenía oculta

Nos dejó hace 26 años Paulo Freire, pedagogo de las y los oprimidos

Autor: Daniel Carpinteyro

¿Qué es leer? ¿Enfocar la fóvea de la retina en el papel y seguir los renglones, orientados según el alfabeto en el que estén escritos? Extraer, como explica Stanislas Dehaene en «Cerebro lector», «grafemas, sílabas, prefijos, sufijos y raíces de las palabras», hasta desembocar en «la ruta fonológica» y «la ruta léxica»?

¿Leer es entonces decodificar las múltiples relaciones que estas palabras guardan entre sí hasta acceder a la información que contienen? ¿O leer es también decodificar las múltiples señales que nos vienen del mundo? «La lectura del mundo la precede la lectura de la palabra», advierte Paulo Freire, educador brasileño que falleció un día como hoy, pero de 1997.

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 La obsesión de este filósofo y educador fue llevar el regalo de la alfabetización a los más desposeídos, tales como los peones y campesinos de su país. Su obra «Pedagogía del oprimido», fundamento de su pedagogía de la liberación» y uno de los baluartes de la pedagogía humanista, está dedicada «a los desharrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan».

No solo una cuestión de método

Freire se volvió célebre, en un primer momento, por la rapidez con que lograba alfabetizar a la población que atendía: entre 40 y 45 días, en algunos casos, a partir de la conformación del grupo.

 El pedagogo realizaba una investigación previa de las palabras de uso más frecuente en la comunidad que iba a atender y formaba un corpus léxico. Las palabras de este corpus   («palabras generadoras») eran propuestas para su descomposición en sílabas por quienes se estaban alfabetizando, para después recombinar dichas sílabas y partículas en nuevas palabras.

Por cierto que esto se realizaba a la par que un «análisis de clase», que le permitiera comprender la realidad social en la que estaba sumergida la comunidad con la que se disponía a laborar.

CORTESÍA UNESCO

Sin embargo, el interés de Freire no se encontraba solamente en la adquisición de habilidades de lectoescritura: su objetivo distaba de construir en la mente de los educandos unos «bancos de palabras» o «repertorios de conceptos» que invocar en exámenes o situaciones «de formalidad».

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Lo que Freire perseguía eran las reflexiones que surgían durante las sesiones, las relaciones de camaradería que se tejían entre los asistentes, la recuperación de aquella parte de humanidad que hubiera suprimido la opresión, y sobre todo, la objetivación y comprensión de un mundo en el cuál solo habían sido sujetos pasivos e instrumentalizados por sus opresores.

Freire no recurría a la expresión «grupo de alfabetización», sino «silo de cultura», ya que en el primer término se agazapaba la connotación de una situación jerárquica donde el docente se encontraba en el centro y los discentes se situaban alrededor de él.

Golpe y reacción

Estas investigaciones y prácticas pedagógicas revolucionarias fueron posibles dado el clima social que imperaba en Brasil bajo la presidencia de João Goulart (‘Jango’), quien puso en marcha una serie de medidas dentro de la reforma agraria, la educación y el sistema de salud pública, que fueron favorables para la innovación y las políticas de corte social. La idea de praxis y liberación salpicaba todos los campos de las ciencias y también las artes.

Sin embargo, todo cambió el primer día de abril de 1964, cuando un golpe militar apoyado por Washington  tomó el control de Brasil. Prácticas como la educación crítica de Freire, percibidas con desconfianza por las retinas de la Derecha, no tardaron en volverse blanco de ataques oficiales y de agentes alineados con la Reacción.

Ahí donde la policía o el ejército localizara a personas campesinas en sesiones de alfabetización, en ese punto se apresaba a los participantes y se reducían a cenizas todos los implementos para la enseñanza-aprendizaje. El foco del proyecto político detrás de aquellas persecuciones no era otro que prolongar la exclusión de los oprimidos.

La proyección de Freire hasta nuestros días

La dictadura militar brasileña suprimió los grupos culturales instigados por Freire y educadores afines, pero no logró aniquilar sus ideas. En las décadas subsecuentes, diversos proyectos de educación para adultos se establecieron a lo largo del mundo, tales como Escocia, Estados Unidos, Sudáfrica y Canadá.

La ciudad de São Paulovio nacer en 1991 el Instituto Paulo Freire, centro consagrado a la difusión de las enseñanzas del pedagogo, cuyo director general, Moacir Gadotti, conceptualiza así la relevancia histórica de la labor de Freire: «Le dio visibilidad a algo que estaba ahí históricamente, siendo invisibilizado por la cultura dominante. Entonces, colocándonos en el palco de la historia del oprimido, él estaba llevando a cabo un acto revolucionario». (Documental Paulo Freire Contemporáneo-Encuentro).

ESCUELA DE ADULTOS EN BARCELONA,1973. CORTESÍA DE UNESCO

A veintiséis años de su fallecimiento y noventa y ocho de su natalicio, la realidad con la que nos confrontó Paulo Freire  no se ha superado. Mientras las inteligencias artificiales cobran protagonismo mediático como supremos seres cognoscentes y creadores, hay sobre la faz del planeta 773 millones de adultos analfabetos, la mayoría de los cuáles son mujeres, de acuerdo a estimaciones de la UNESCO.

Y como declaró en 1949 el pensador mexicano Jaime Torres Bodet, quien dirigió la UNESCO de 1948 a 1952, «si el siglo XIX puede enorgullecerse de haber abolido  legalmente la esclavitud, el siglo XX debería consagrarse a suprimir esa otra forma de esclavitud que es el analfabetismo».


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