Para nadie es un misterio que, por vez primera, aquellas fuerzas que protagonizaron el épico plebiscito que derrotó a Pinochet hace dos décadas, ven seriamente comprometida su opción de triunfo en las próximas elecciones presidenciales de diciembre. Esto se debe a que se ha producido una escisión significativa en el bando oficialista. En concreto: la Concertación de Partidos por la Democracia se presenta con un candidato formal y otro informal. A la división de las huestes concertacionistas, se suma un clima político poco propicio a recomponer la unidad perdida. Es más, la existencia de una coalición fracturada ha generado un “voto centrífugo” nada despreciable que, en el balotaje, escapa a la candidatura opositora.
Asistimos a una “ecuación perversa” muy difícil de resolver. Más allá del enfrentamiento de dos estilos y personalidades muy divergentes, lo cierto es que la presencia de MEO obedece a causas muy profundas que han venido incubándose por largo tiempo. Para cualquier analista desapasionado, la crisis concertacionista no es una cuestión electoralista de última hora, se trata en verdad de un malestar que se arrastra desde hace varios años y que en algún instante estallaría con fuerza. Como suele ocurrir, estalló en el peor momento y amenaza con las peores consecuencias.
Digamos, por de pronto, que la Concertación, con todos sus vicios y debilidades, garantizó una mayoría que le dio cierta estabilidad a la precaria democracia chilena. La cuestión es que una crisis de este conglomerado quiebra de inmediato dicha mayoría y abre la incertidumbre. Dicho en términos simples: los sectores de derecha se alzan como la primera mayoría relativa en primera vuelta y poseen la primera opción de alzarse con un triunfo en segunda vuelta.
Con todo lo compleja de la actual situación electoral, ella entraña algunas oportunidades para los sectores de izquierda. En lo inmediato, se advierte una candidatura como la del señor Jorge Arrate que ha resultado ser la figura allendista más maciza y atractiva de los últimos años. Con un discurso sencillo, claro y directo, Arrate ha logrado un posicionamiento mediático cuyo horizonte excede los exiguos márgenes porcentuales con que, tradicionalmente, se identificó a la izquierda extraparlamentaria. Su llamado a un “Acuerdo mínimo” lo muestra como un líder de izquierda sagaz y generoso, capaz de superar la contingencia y mirar en el largo plazo.
Lo que queda fuera de discusión es que cualquiera sea el resultado final de esta elección presidencial, no cabe duda de que el paisaje político chileno será muy distinto al que hemos conocido estos últimos veinte años. La crisis concertacionista, un reposicionamiento de la izquierda y un fortalecimiento de la derecha, todo ello acompañado de la irrupción paulatina de diversos movimientos sociales, son todos elementos que deberán ser considerados atentamente en cualquier análisis del Chile bicentenario.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS