El drama comenzó el pasado 4 de agosto cuando una joven venezolana dijo en un video de esta red social que las chilenas deberían cuidar «a sus maridos, porque llegan las venezolanas le hacen sus arepitas, le dan su toto…. ¡Y bórralo! Suerte bebé”.
Este Tiktok, a pesar de su seudo amenaza, generó más risas que polémicas, con varias usuarias chilenas diciendo que “les regalaban a sus esposos, con suegra y nuera incluida.”
Pero como siempre, este tipo de dramas se vuelven virales y se replican en varias redes buscando
generar polémica y una suerte de “competencia” entre mujeres, donde, por lo general, el gran trofeo es la validación masculina (por algún motivo).
Anoche, otra joven venezolana hizo un video en la misma red social que rezaba:
“Chile, donde odian a las venezolanas por arreglarnos las uñas, pestañas, cejas, vestir bien y oler rico”.
La joven muchacha agregó en su descripción: “Sean felices y punto, todas son bellas, (solo que) unas se arreglan más que otras”.
Ahora, si bien este segundo video es mucho menos agresivo y en verdad se burla de la preocupación constante de las mujeres por la estética de la otra, este generó comentarios violentos e incluso xenofóbicos.
Mucho más grave es que un medio como Publimetro considere “Las mejores respuestas” algunos comentarios horribles como:
“Para mí no es rico andar pasada a fritura y con el pelo todo grasoso jajajajajaja qué se bajen de la nube”
“Que chilena odia a las venezolanas? No sabía k eran competencia para nosotras…”
“ya, pero seamos serios igual se les borran (Las cejas) con la lluvia”.
Hay tantas cosas mal en este caso, que no sé por dónde partir. Sin embargo, creo que el contexto es lo más apropiado en esta situación.
Enfermedades porque «Las niñas quieren verse bien»
Primero establezcamos las bases: la belleza es un concepto que se ha desvirtuado y utilizado como herramienta de opresión para las mujeres por siglos, exponiéndolas desde muy temprana edad a seguir ciertos cánones estéticos para atraer al sexo opuesto, los cuales en Chile producen graves problemas de salud mental.
Según consigna la página web de la Pontificia Universidad Católica, la académica Alejandra Espinoza reporta que Los Trastornos de conducta alimentaria más frecuentes en la adolescencia son Anorexia Nerviosa (AN), Bulimia Nerviosa (BN), Trastorno por Atracón y Otros Trastornos
Alimentarios y de la Ingestión de Alimentos Especificados (Trastornos por purgas, Bulimia nerviosa de frecuencia baja y/o tiempo limitado, trastorno por atracón de frecuencia baja y/o tiempo limitado, entre otros).
Y que estos, por lo general, son producidos por “la preocupación excesiva por la apariencia en el entorno cercano, las conversaciones negativas relacionadas con el cuerpo (“fat talk”), la insatisfacción corporal, el antecedente de hacer dietas, la disfunción familiar y el abuso sexual durante la infancia”.
El estudio también indica que “en Chile, la prevalencia de riesgo a padecer trastornos alimentarios en una población adolescente ha mostrado cifras entre 7,4% y 12%, con mayor prevalencia en mujeres.”
Por otro lado, como se había anticipado antes, la competencia entre mujeres con el fin de conseguir aprobación masculina es un tema que inevitablemente, tanto las redes sociales como los medios suelen poner en pauta.
Es casi imposible no vivir conectados/as/es debido a la globalización y por consecuencia, la
exposición constante ante estos discursos es inevitable.
Ahora, piensen lo siguiente: Si a una mujer adulta con una mentalidad ética, moral y de autoconocimiento desarrollado, le afecta ya no ser atractiva para su pareja, seguir soltera o
estar pasando por una separación, ¿cómo se sentirá una niña que recién está entrando a la pubertad, al escuchar comentarios sobre si se arregla mucho, si se arregla poco, si tiene o no tiene senos, si tiene o no culo? Recuerden, una niña.
La prensa, las redes y el patriarcado
Las inseguridades respecto a nuestro físico, por desgracia, trascienden las fronteras tanto regionales como etarias, porque están tan arraigadas en nuestra cultura y psique, que es imposible dar una única respuesta a cómo reaccionar ante estos sentimientos o buscar erradicarlos, porque sencillamente, no se puede al corto plazo.
Millones de mujeres se seguirán criando bajo el alero patriarcal y millones de hombres seguirán perpetuando la herencia de exigir mujeres con belleza hegemónica, perfectas, etéreas y según el gusto del “consumidor”.
La culpa no es de uno u otro lado, la culpa es de ese impulso de seguir discutiendo y metiéndose en la apariencia ajena. Tanto como hacer un Tiktok diciendo que las mujeres de una nacionalidad u otra son más o menos bellas, como responder a estos discursos con provocaciones e incluso xenofobia. Y que para más mal de males, la prensa vanaglorie
estos discursos de odio.
No es exagerado tachar de bajo y ruin que este tipo de prensa se siga haciendo, más aún cuando nos consideramos como un país relativamente más progresista de lo que era hace 10 o 20 años. Época oscura donde las portadas estaban plagadas de modelos en bikini, el contenido se basaba en farándula barata, tratando de puta a cuanta mujer que se hiciera famosa por tener una vida sexual activa, con titulares homofóbicos e incluso catalogando femicidios como “un crimen por amor”, mientras que estos mismos hábidos lectores, escritores y críticos consumían las fotos eróticas de la Bomba 4.
Increíble que esa prensa haya dejado de producirse hace tan solo un par de años.
A veces, cuando te encierras en esferas que piensan parecido a ti, crees que algunas cosas han cambiado, pero la realidad es que no. El machismo y desigualdad siguen tan vivos como siempre, el rol de la mujer poco o nada ha cambiado, los clubes de Tobby siguen existiendo y las mujeres que compiten por la atención y aprobación de otros hombres seguirán ahí, como también seguirán las que las traten de putas por este mismo motivo.
Como buena cenntenial -que no supera el que ya es adulta- y ávida feminista, no puedo evitar pensar en el mundo que heredamos las mujeres del hoy y que haremos para las mujeres de mañana.
La vida pasa tan rápido y se hace tan corta para hacer un cambio real, que es realmente frustrante detenerse a pensar en estas cosas, pero al menos mantengo la esperanza de que, en algún futuro cercano, nuestrxs hijxs y nietxs puedan crecer sin recibir el daño que nosotras y nosotros recibimos, y que al menos, el trauma sane en las generaciones que nos precederán. Pero para que eso suceda, el cambio de conductas debe hacerse ahora.