Pachamami

Dios es una mujer de piel negra es una mujer A


Autor: Wari

Dios es una mujer de piel negra
es una mujer
A. DÁRGELOS

Nuestra herencia de sucursal cultural del Primer Mundo, resultado de incontables sucesos trágicos y sanguinolentos a mediados del siglo pasado, nos ha legado, entre muchas otras virtudes, los miedos y visiones de mundo (compilados en un maltrecho diccionario valórico impuesto por truhanes y sabelotodos) del especimen estándar de hombre adulto, blanco, judeocristiano, exobiótico y esclavista.

Muchos miedos vienen de por allá, creedme: las enfermedades (antes no se conocían), la oscuridad, las libertades ajenas, la vida sin gobierno, la ira de Dios, la promiscuidad sexual, la muerte. Etcéteras varias para una Europa hedionda a peste y, quién lo diría, pobre y triste como la fea del baile que era antes de Potosí y nuestras bellezas. Nosotrxs indigenitas, apenitas primitivos animaluchos sin alma, en ese entonces ni el abuso de sustancias conocíamos, ni acumulábamos miedos vaticinando eras de Orwell, ni de Huxley, ni de Ray Bradbury siquiera. Nunca anticipamos la alienación, ni la enajenación programada por tecnologías frígidas, ni el estrés, ni la anorexia. Solo nos cayó encima, como uniformes para Selk’nams, el miedo, mayúsculo, a la Mama.

Creíamos nosotrxs en varias cosas, cada cual a lo suyo, pero de pronto… ahí estaba: Dios un viejecito blanco de barba larga (de barba europea larga, nosotrxs lampiñitxs), rodeado de angelitos rubicundos y terribles. ¿El Diablo? ¡Cualquiera de nuestras representaciones estivales! A saber: Ya les había funcionado en Europa con Pan, el sátiro flautista, de ahí que el Diablo llegó a nuestras costas con cachitos y pezuñas. A nosotrxs nuestro Trauko, nuestros Yosi: Malo malo malo. Dios la burocracia Real de la monarquía futurista higiénica de Occidente; el Diablo cochina y apestosa bestia, parida de la burdas entrañas de la Naturaleza.

Entonces instalaron sus laboratorios aquí, y sus campañas militares allá, y los lavatorios de cerebros por doquier. En algún momento de la estafa geográfica los sacerdotes mutaron a maestros y henos aquí a las bestiecitas del diablo comulgando junto a los rubicundos androides, todxs miembrxs de la misma marca. Total a estas alturas al Poder le daba igual el color del aceite humano. Quedamos sanitos-sanitos, sanitizados, sería mejor: personitas cristianitas, decentitas y tranquilas. Temerosas de Dios y de la Mama.

¿DE LA MAMA? ¿QUÉ MAMA?

Chile se quedó sin identidades, y todxs jugamos a vivir en el Norte grande… pronto, de las maravillosas profundidades de nuestros televisores cuadriculados, vimos emerger a la Bestia… ¡GODZILLA SE PARAPETÓ DETRÁS DE UN RASCACIELOS! ¡ENGULLÓ MILLONES DE PERSONITAS! ¡SE CARGÓ A TODOS LOS POTENTADOS! El mundo entero enmudeció, y no fue hasta que el jovencito lo destripó y se lo comió que no paramos de tenerle miedo a la Mama. King Kong, la misma vaina: gigantesco primate defensor de la Tierra se arrima a destruir nuestra civilización bendita. Está molesto, ruge, y sobre todo mata. Arrasa con los meros cimientos del Sistema, defeca en nuestros valores globalizados como la bestia peluda y grosera que es. Su halitosis huele al perfume de la Mama cuando se levanta. Su sola esencia nos horroriza.

Mientras los héroes de la neoliberalidad debatían el conflicto a golpes, nosotrxs en nuestras casitas cubiculares geométricas diseño lounge le hacemos asco a nuestros propios mocos, y enrollamos nuestros sueños en plástico reciclable para no contaminarnos con sus gérmenes subversores. Mapuches cristianos adorando al único dios que nos los ha robado todo.

Godzilla y King Kong, y Tiamat y Cai Cai, y Pan y los Yosi, recuperando su calma apacible en una guerra de naturalezas vivas y muertas. El miedo minúsculo agigantado del hombre blanco, escondrijado tras su ábaco, transmitido por coerción carnal a nuestras identidades sudacas tanto y tan golpeadas, logrando temerle a lo que nos une, a lo que es nuestro y ahora es otro.

Cuando el primer levantamiento de la Mama que recuerdo, un estornudo furibundo del Océano que llaman Tsunami en las costas de Indonesia y Tailandia, en el año 2004, las tribus de recolectores-cazadores que aún resistieron a convertirse en croupiers y en lavacopas, oyeron el alarmante trinar de los pájaros, olieron el sudor extraño de la tierra, entendieron el crepitar del acontecer enrarecido, y huyeron.

Dicen que murió mucha gente. Que desaparecieron muchas viviendas y lugares de comercio. Que la ola arrasó con todo lo que oliera a humano. Que muchas terribles pérdidas fueron resorts y spas. Que muchas, muchas víctimas, fueron extranjeros vacilando en las bellísimas islas de Andaman y Nicobar.

Y sin embargo, Jarawas, Onges, Sentineleses, Gran Andamanes, Shompens y Nicobareses, todos ilesos. Fervientes amantes de la Mama, resistiendo día tras día, año tras año, siglo a siglo la amenaza civilizatoria que diezmaba sus calmas apacibles (reaccionaron algunos lanzando flechas a los helicópteros de rescate), escucharon el soplido de Godzilla anunciando su venida.

Temerosos y dolientes, solo Bush tiene en su hangar el boleto a la Luna. Nosotrxs, ¡a recuperar lo que nos quitó el Gran Miedo y lo que me ha dicho nos guardó la Mama!

Dedicado al pánico histérico de por estos días terribles.

Por el cometa Ludo


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