Llega el puente, las ganas de viajar intactas, las restricciones han desaparecido, cerrar la maleta y echar a rodar apetece y nos preguntamos ¿por qué y para qué viajamos?, ¿a dónde vamos? e incluso, ¿cómo seremos a la vuelta?… incluso, ¿volveremos?
Las respuestas nos las trae una mujer que tiene al mundo como casa que habita sobre las ruedas de su moto: Alicia Sornosa, una de las voces españolas que mejor puede guiar nuestro espíritu viajero. «Hace 10 años salí́ a dar la vuelta al mundo en moto y desde entonces no he dejado de rodar, me convertí́ en la única mujer de habla hispana en hacerlo en solitario»
Tiene su campamento base en Madrid, «una madriguera» donde acumula los recuerdos de cada viaje y a la que vuelve cuando toca descansar… o cuando la pandemia obliga.
La rutina es la misma, planificación exhaustiva, documentación –como buena periodista– sobre el destino y la ruta, cálculo de kilometraje, aderezo de la moto y al fin, dejarse llevar. Nos recomienda cómo y dónde viajar, ¡no solo en España, sino por todo el mundo!
¿Por qué viajamos a lo desconocido y renunciamos a comodidad o seguridad?
Siempre digo que la sensación plena de haber aprovechado la vida te la da el viajar. Yo empecé a viajar para escapar del día a día, de una rutina que no me satisfacía y para ganar experiencias.
Ahora, además de eso, viajar es algo más que una aventura. Es saber que eres un ser humano en el mundo que está aprovechando todas las posibilidades que le brinda su planeta, ¡cuánto espacio desaprovechado sino!
Y además, viajar es una escuela increíble. Te ayuda a ser más sabia en el sentido de que relativizas más. Al no estar atada a unas normas o entorno social, al final, eres más libre de aprender de todo.
¿Cómo qué?
Para empezar, como mujer blanca y occidental, aprendes a ser humilde y a valorar de dónde vienes y lo afortunada que eres por haber nacido, en mi caso en Madrid, en un continente privilegiado por las comodidades que tenemos, incluso siendo el último de la fila de esta sociedad. Así que eso te ayuda a ser más feliz con lo que tienes.
Al final del viaje, ves tantas cosas y sientes tanto que, si me muriera hoy, me sentiría realizada. Creo que eso no te lo dan otros logros. Por eso, mi aspiración sigue siendo hacer otro viaje más.
Pero alguien que está siempre de viaje está siempre de paso, ¿no temes convertirte en una espectadora del mundo y de la vida de otros, sin llegar a formar parte de nada?
Ese es el peligro implícito de esta manera de vivir, el síndrome del eterno viajero. Por eso, tan importante como viajar es tener un sitio al que volver. Yo tengo mi guarida en Madrid donde guardo todos los recuerdos que me traigo del mundo.
¿Y sobre la gente que conoces en Asia, en África, qué queda en ellos de la primera motera en dar la vuelta al mundo?
De hecho, esa es una de las razones por las que viajo. Antes de echar a rodar trabajo para envolver el viaje con una causa social. Siempre con mis limitaciones, pero con mucho esfuerzo, he recolectado dinero o materiales por todo el mundo.
Lo he hecho en muchos sitios, incluso en EE.UU., donde recaudé fondos para niños con enfermedades raras. También en Senegal, donde compré una moto para el jefe de una tribu del País Bassari que debía caminar en una zona de 100 km a la redonda para asistir a pequeñas tribus. O en Etiopía, donde conseguí fondos para la perforación de pozos de agua, pensando sobre todo en el derecho a la educación de las niñas, que son las que hacen 20 km diarios para coger agua, a cambio, el agua está en los colegios y ellas en las aulas… En Nepal, con los afectados del terremoto o en Mongolia, para una ONG que trabaja con niñas que tienen la enfermedad de huesos de cristal. Siempre hay sitios donde arrimar el hombro.
¿Pero eres una ONG?
Más bien todo surge a medida que viajo, a través de contactos, de las necesidades con las que me encuentro y lo que me piden. La verdad es que como tengo muchos seguidores, me resulta fácil conectar las necesidades con la generosidad, sobre todo en la comunidad de motoristas. Somos una familia que siempre está dispuesta a ayudar y ser generosa, quizás porque cuando vas en moto, estás muy expuesto y dependes de la ayuda de otros.
Hemos llegado al punto de hablar de tu ‘Rocinante’, ¿por qué en moto, no irías más cómoda en un 4×4?
He hecho mucho 4×4 en Marruecos, pero la moto es especial. Yo ya trabajaba como periodista de motor y cuando decidí dar la vuelta al mundo me convertí también en probadora de motos. Ahora viajo con una Ducati Scrambler y sigo confirmando en cada viaje que la moto es más dura que el coche, estás más expuesta a las inclemencias del tiempo, al calor, al frío, el polvo o la humedad.
Pero lo que la moto te da es increíble. Eres una viajera más permeable y más social. La gente está dispuesta a interactuar contigo, se te acercan y te ven la cara y la sonrisa.
Has atravesado montañas y desiertos en Etiopía, Senegal, Sudán, Mongolia, ¿no te has sentido como una extraterrestre en moto en algunos sitios?
En muchos sitios sí. Pero creo que la moto despierta esa empatía porque los locales ven a un viajero que llega cansado, sin muchas comodidades, así que el primer impulso es ayudarte, ofrecerte algo. En África se sorprendían que una blanca no fuera cómodamente en su coche, en América te toman directamente como una aventurera… Al final que la gente se acerque a ti y establezcas una relación es lo que da sentido al viaje.
¿Y pesa el hecho de ser mujer y viajar sola?
En África se sorprenden mucho cuando te levantas la visera y ven que eres una chica. Sí atraigo más a otras mujeres que se sienten más libres de acercarse a mí y curiosear, me pasa en muchos países africanos, donde se sorprenden que una mujer atraviese el mundo sola.
Pero te pregunto por el machismo y el sentirte insegura
Sí puedo decirte que cuando atravesé Egipto me sentí totalmente ignorada por el hecho de ser mujer, no fue una buena experiencia. En India es otro lugar dónde sí tuve que lidiar con miradas y toqueteos. Pero en otras zonas que prejuiciosamente calificamos de inseguras, como el África rural, sí sentí esa cultura de la Pachamama donde la mujer es madre y se la respeta por encima del todo. No ignoro el machismo de muchos sitios, pero a mí, como viajera extranjera, las normas sociales de cada región no me afectan del todo.
Y tras tantos años rodando rincones y carreteras de todo el mundo, ¿qué lugares recomiendas?
Si estás en España y tienes un fin de semana largo, descubrir la ruta de la Edad Media, de Madrid a Ciudad Rodrigo y hacia Portugal, con Coimbra y Setúbal es perfecto. Desde allí, realizar la vuelta por Badajoz, conociendo lugares como Jerez de los Caballeros, por ejemplo.
Otra ruta perfecta para este puente es cualquiera de la cornisa Cantábrica, perdiéndote por sus pueblecitos, retornando al interior por León y Burgos. Y la última, si eres más de disfrutar del buen tiempo que tenemos ahora, es mejor ir al interior del Levante y la Comunidad Valenciana con carreteras perfectas para la moto y sitios muy tranquilos y desconocidos.
¿Y más allá del puente, si hablamos de grandes viajes?
Hay 4 viajes que hay que hacer: recomiendo la Carretera Austral, de Argentina y el sur de Chile, donde descubrirás paisajes inalterados por el hombre y bosques primigenios que te hacen prácticamente viajar en el tiempo.
Esa sensación de espacio único en el planeta la tienes también en el Sahara marroquí, un ecosistema único que hay que ver. No puedes irte de allí sin conocer cómo es la vida de los bereberes. Otra experiencia es India, el ecosistema de los manglares y las plantaciones de té en la jungla. Recuerda que todos los sabores que hoy conocemos vienen de allí y se sigue cultivando al estilo primitivo.
Y por último, aunque no parezca sorprendente, también recomiendo los Estados Unidos, que parece estar muy trillado, pero yo recomiendo los bosques de secuoyas, el Cañón del Colorado y toda esa naturaleza despampanante.