Poliamor, ¿una nueva forma de relacionarse?

Por un amor me desvelo y vivo apasionado, tengo un amor en mi vida que dejó para siempre amargo dolor


Autor: Wari

Por un amor me desvelo y vivo apasionado, tengo un amor en mi vida que dejó para siempre amargo dolor. Pobre de mí, esta vida mejor que se acabe, no es para mí, pobre de mí (ay corazón) pobre de mí (no sufras más) cuanto sufre mi pecho que late, tan sólo por ti. Por un amor, he llorado gotitas de sangre del corazón, me has dejado con el alma herida, sin compasión. Pobre de mí…

El amor es: miles de sensaciones, significaciones, canciones y malentendidos. No hay palabra más significativa como insignificante que el amor. El sentimiento universal que despierta el «estar enamorado» dista de las construciones sociales en las que occidente basa el «amor». Constitutiva de nuestra sociedad, decir “te amo” ha dejado de implicar un sacrificio corporal y emocional y se ha empaquetado, se ha vuelto parte de la alineación; sin embargo, hay otros modos de relacionarnos en planos de libertad, donde nos despojamos de las máscaras sociales y nos abrimos en nuestra finitud ante el otro, una posiblidad es el poliamor (La no monogamia responsable) y todas las implicaciones del amor libertario, donde las relaciones se llevan a cabo a partir del consenso, la colectividad, la equidad, horizontalidad y, sobre todo, los caminos de la honestidad.

Palabras clave: Amor, libertad, alienación, reificación, poliamor, consenso, horizontalidad, equidad, honestidad. Amor, nos viniste a joder nuestra vida racional en el universo. ¿Qué es el amor?: éxtasis, posibilidad, sensibilidad, voluntad, o toda entidad óntica que constituye al ser humano? A veces parece que el amor es un amplísimo cuarto vacío donde dos desconocidos se vuelcan, donde la pasión o la búsqueda frenética de reflejarse en algún otro, se apodera de los sentidos y tales sujetos se violentan en la soledad, sin preguntarse sus nombres, sin pasado, sin querer mirar al futuro para así evitar el tedio.

¿Será el amor al estilo de aquella magnífica película filmada en 1973 donde a la hermosa Maria Schneider le entra por el culo lleno de mantequilla, todo su presente, toda la palabra que quiere saber a palpo de amor, toda la fuerza de un sombrío Marlon Brando que pretende intoxicarse de una sombra velluda que sabe a libertad pero que no cabe en ese encuentro que pretende ser amoroso? ¿Amor y libertad, son dos categorías que pueden estar abrazadas, que pueden convivir sin riesgo de ser sanguijuelas que busquen total independencia?

Tal vez las palabras “amor” y “libertad” sean los dos vocablos más prostituidos, mistificados, fingidos y alterados en nuestra sociedad. ¿Qué le pasaba a Meryl Streep en Los puentes de Madison cuando tuvo que renunciar a Clint Eastwood?, pues estaba en el dilema de continuar con su vida familiar en el campo del amor de lo cotidiano o “ser libre” con un viajero fotógrafo que masticaba al amor con otras alas. ¿Podríamos mirar al amor a través de Los puentes de Madison, o Los amantes del círculo polar, o la película mexicana Demasiado amor, o la obra francesa Los amantes del siglo, El último tango en Paris o la hermosa pieza argentina El lado oscuro del corazón, donde el común denominador de tales cintas es la tragedia que por diversas razones siempre separa a los amantes y pone al descubierto el difícil enhebrar del amor y la libertad?

El amor puede mirarse desde diferentes ópticas y tradiciones, desde la filosofía hasta las diferentes caras del arte, pasando por la antropología o el psicoanálisis, pero en toda disciplina se coincide que como dijese el español Ortega y Gasset: “los hombres más capaces de pensar sobre el amor son lo que menos han vivido, y los que lo han vivido suelen ser incapaces de meditar sobre él”, por lo que en el presente documento sin meternos en agudas cavernas sólo intentaremos discernirlo brevemente a través del modo occidental de cómo nos han enseñado a amar y que va más allá de lo señalado.

Qué pena que nos cobijemos en esta forma de amar para “cómodamente” darle “sentido a nuestra vida”, y creer que así establecemos “relaciones para toda la vida” que nos permiten ocultar la dependencia y el querer aferrarse a alguien que, cosificándolo, es así convertido e interpretado como la anhelada mercancía que nos libre de la agonía de la soledad; “un seguro de sexo y compañía de por vida” y algo con lo que afrontar la temida vejez preparatoria de la no asimilada muerte. Por ello, el amor y la libertad, suenan ajenos y distantes a través de los caminos ya trazados del amor cosificado y alienado. Por lo que abrirnos esta importante interrogante: ¿Podríamos vivir, amar de otra forma? ¿Podemos amar y ser libres, es decir, proclamar el amor libertario? En el mismo desarrollo histórico del que hablábamos, también hay insertas otras posibilidades de mirar y estar frente al otro, donde la alteridad es constitutivo esencial del sujeto, es decir, “yo soy el otro”, como dijera Octavio Paz en El Arco y la Lira.

El amor necesita quebrantar la ley del mundo, y por ende puede provocar escándalo, desorden, transgresión; el amor puede discurrir en una narración que no tiene objeto ni forma, y que si la tuviera sería solamente la del vacío, la del silencio de la cópula extática de los amantes; pero estas posibilidades no son posibles a través de las cosas, pues es imposible el diálogo entre éstas, pero sí entre sujetos que al fluir en la transfiguración del sentido, en el calor de las lenguas que se mueven, pueden hablarse y comunicarse de otra forma, quiero decir, a través de la libertad y la autonomía.

¿Qué pasaría si nuestra pareja, no sólo fuera el compañero(a) de vida, sino además un delicioso cómplice de nuestros deseos? ¿Qué pasaría si reconociéramos que como seres diversos nuestra capacidad de relación en el amor va más allá de las normativas que implican el “prejuicio” de que es sólo posible enamorarse de una persona? ¿Qué pasaría si me abriera a la desgarradura del viento y con ánimos de pavor que yacen en mis profundas soledades, reconociera que cuando el otro me colma, sólo me muestra la desnuda falta? ¿Pudiese entender que en las personas nunca hay un mismo silencio, nunca un mismo tiempo y una misma distancia? ¿y que siempre en el amor quedarán aún tantas preguntas abiertas, tantas vidas lejanas, pero sobre todo tantas ganas?

Y aquí cabe precisamente el POLIAMOR, término que fue acuñado a finales de la década de los 80s por una sacerdotisa pagana: Morning Glory Zell y que define una gama amplísima de inéditas formas de relacionarse amorosamente con los otros, otras; un proyecto de vida que implica el involucramiento amoroso y sexual con más de una persona, en el respeto de la plena autonomía y libertad del sujeto. Es sinónimo del poliamor la no monogamia responsable, ética e intencional. El poliamor es una nueva manera de mirar y estar con el otro/otra, una nueva forma de entender la convivencialidad, es decir, el desarrollo de comprender en un primer momento, nuestra capacidad de amar y compartir con más de una persona a la vez, y posteriormente de vivir estas relaciones amorosas en un plano de honestidad, autonomía, equidad y libertad, premisas básicas de vivir estas extremaduras en el amor. Este concepto toma forma en las relaciones que conocemos como parejas o matrimonios abiertos, redes íntimas, polifidelidad, tríadas, entre otros.

Regresamos al cuarto vacío del que en un principio hablábamos, pero ahora lo encontramos con esbozos de amores libertarios, proyectos subversivos, necios adictos al éxtasis; sujetos que se comunican en el desdoblamiento, en el vacío, en el delirio. Seres poliamorosos que, para colmo, creen firmente en los proyectos horizontales, colectivos, consensuados, equitativos, donde los participantes de esta comuna amorosa juegan a vivir –aún en la contradicción y sin apostarle al didactismo de la panacea, aún en el marasmo de la razón- a la honestidad, autonomía, equidad y el complejísimo concepto de libertad.

El amor es como Don Quijote, dice Jacinto Benavente, ya que cuando recobra el juicio es que está por morir; por ello los poliamorosos aunque morimos a cada rato también nos volvemos a engendrar en el infinito de ese instante, donde sabemos que el amor es “(…) un sentimiento alegre pero angustiado de una estupidez desmesurada”. Ay Amor, nos viniste a joder nuestra vida racional en el universo. El buen William Shakespeare, tenia razón, el amor es simplemente una locura.

Por Diana Neri

Teórica mexicana del poliamor y la bisexualidad


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