Por un cristianismo comprometido con la construcción de un Nuevo Chile

“El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano” ISAÍAS 58; 6-7 Somos hoy […]

Por un cristianismo comprometido con la construcción de un Nuevo Chile

Autor: Wari

“El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano”

ISAÍAS 58; 6-7

Somos hoy muchos los cristianos de distintas iglesias, espiritualidades y comunidades, que desde hace un tiempo nos hemos visto interpelados por esta realidad en la que vivimos: la de un Chile injusto, la de un Chile desigual, un Chile de ricos y pobres, de opresores y oprimidos. Esta realidad tampoco escapa a nuestras iglesias, ni a nuestra vida cotidiana, nos ha tocado vivirla en distintas situaciones: en nuestras casas, nuestras universidades y colegios, nuestros lugares de trabajo, nuestros voluntariados o nuestras poblaciones. Es por esta realidad injusta que nos sentimos llamados a actuar.

Algunas/os intentan buscar la manera de demostrar en el actuar esta inquietud, sin encontrar forma, tratando de entonces plasmarla en el día a día. Otras y otros logran plasmar este llamado en la construcción de diversas instancias, como voluntariados y organizaciones, por ejemplo. Muchas de ellas con el objetivo de subsanar la condición de sufrimiento de hermanas y hermanos, pero no pudiendo hacerse cargo efectivamente de ella, al no lograr modificar su origen: el sistema económico, social y político que sostiene esta condición.

En este sentido, existe un sector cristiano (aún pequeño en comparación con la totalidad del mundo cristiano, pero no por ello menos importante) que se mueve y que actúa: tiene hambre y sed de justicia; pero así también, muchas/os de este mundo nos hemos visto impotentes al intentar cambiar esta realidad que nos inquieta. Es por ello que hemos mirado en dirección hacia la política, no sin prejuicios, no sin dudas, no sin miedos, pero con la convicción de que queremos hacer lo necesario para que nuestros pueblos tengan una vida digna, un buen vivir.

Es en este escenario que considero necesario preguntarnos, primero, ¿qué es lo que consideramos necesario cambiar, a la luz de nuestra fe y evangelio, en nuestra sociedad? Y siguiendo esta misma línea, ¿cómo es esta nueva sociedad que queremos construir? Creo necesario hacernos estas preguntas en nuestras comunidades, templos, parroquias. Que sea motivo para reflexionar en misas y cultos, para que como iglesias podamos en nuestra totalidad hacernos parte y cargo de nuestras realidades.

Se manifiesta como una necesidad, en el día de hoy, estas reflexiones para poder construir un nuevo discurso, que muestre a esas otras iglesias que yacen escondidas en la inquietud de muchas/os, inquietud que es signo de estos nuevos tiempos y que viene cargada de una renovación profundamente necesaria para nuestras iglesias. Un nuevo discurso que esté lleno de ese Cristo que vemos en pobres, en oprimidas y oprimidos, en las y los que sufren las injusticias; y que este discurso irradie también nuestro actuar como cristianas/os y el de nuestras/os prójimas/os en general.

De la mano de este nuevo discurso va también la necesidad de la construcción de una nueva ética política, que desde la identificación y discernimiento a la luz de la fe de las problemáticas que aquejan a nuestras/os prójimas/os, pueda contener en su seno esa nueva sociedad que muchas y muchos deseamos construir. Esta nueva ética política no solo debe estar pensada para la política en sí, sino para toda nuestra cotidianeidad, para así hacer frente como cristianos a los desafíos de nuestros tiempos.

Por todo lo anterior, y a modo de conclusión, es que a continuación quiero ofrecer a ustedes, tanto cristianos de las diversas iglesias, como también a creyentes de otras religiones y a no creyentes, una serie de temáticas que han surgido de esta inquietud de cristianas y cristianos a través de experiencias, del convivir comunitario, del trabajo cotidiano, con el fin de incentivar la discusión de estas temáticas en nuestros espacios.

A nivel social general hemos recogido las siguientes problemáticas y temas:

• Pobreza, desigualdad social, neoliberalismo, capitalismo y la construcción de un nuevo modelo de desarrollo.

• Diversidad sexual, matrimonio igualitario, respeto a los derechos de los LGBT.

• Derechos de la mujer, igualdad de derecho en la diversidad, desigualdad en el trabajo, aborto, aborto terapéutico, métodos de anticoncepción.

• Pueblos, naciones, culturas, luchas por tierras ancestrales, conflicto mapuche entre otros.

• Animales y sus derechos.

• Conflictos medioambientales como Hidroaysén, Monsanto, entre otros.

• Nacionalización y renacionalización de recursos naturales.

• Educación, movilizaciones estudiantiles, endeudamiento, democratización, etc.

• Conflictos regionales y regionalismo, como Aysén, Freirina, etc.

A nivel de iglesias cristianas surgen los siguientes:

• Ecumenismo, y cómo concretar éste en la construcción desde las bases de relaciones entre las iglesias, asumiendo sus diferencias, pero apuntando a compartir en conjunto el vivir el cristianismo.

• Tejido social comunitario: construcción y reconstrucción de comunidades en el seno de nuestras iglesias.

Y como católico, dentro de nuestra Iglesia con hermanas y hermanos, han surgido una serie de inquietudes relacionadas a:

• Cómo construir una Iglesia de las/os pobres y de oprimidas/dos.

• Mujer y sacerdocio.

• Institucionalidad eclesial y democracia.

• Sacerdocio, sexualidad y voto de castidad: Pedofilia y la posibilidad del matrimonio a nivel sacerdotal.

Para finalizar, me parece mucho más crucial que la lectura de este pequeño artículo, el ser capaz de dialogar con la realidad social de nuestro país: que sea el Cristo actuante en nuestras hermanas y hermanos el que hable. Conversar con gente de organizaciones sociales y políticas, movimientos sociales, centros culturales, comunidades indígenas, organizaciones poblacionales, entre otras. Conocer la vida, los problemas de nuestros pueblos, y sus intenciones para cambiar esta realidad, es la mejor manera de poder leer los signos de nuestros tiempos y los desafíos que se nos presentan a nosotros como cristianos, para poder construir de mejor manera y con mayor fuerza el Reino de nuestro señor Jesucristo en la tierra. AMDG

Por Patricio Rubio

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Texto -de origen externo- incorporado a este medio por (no es el autor):


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