Han pasado 21 años desde que un grupo de alumnos decidiera partir aguas con la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago, la organización que desde 1948 había agrupado a los liceos humanistas del centro de la capital. Críticos del carácter peticionista y el espíritu institucional de la Federación, los alumnos descolgados formaron una orgánica que se convertiría en un actor principal durante los años más álgidos del movimiento secundario: la ACES.
La Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios nació en ese entonces como un espacio de articulación que buscaba conectar a los estudiantes con los movimientos territoriales de distintas zonas del país. El objetivo era alcanzar la autogestión. Así, al margen de la autoridad política y en paralelo a las instituciones del Estado, sería el mismo pueblo el que resolvería sus problemáticas a través de la cooperación y la deliberación colectiva.
La ACES tuvo su época de esplendor durante la Revolución Pingüina del 2006, una serie de protestas masivas que volvieron a poner a los estudiantes en el centro del mapa político nacional. Sus demandas eran la modificación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), la revisión de la jornada escolar completa y la desmunicipalización de la educación.
La masividad de las protestas estudiantiles sacudió por completo a las fuerzas políticas que habían gobernado el país desde el retorno a la democracia. Karina Delfino, ex vocera de la ACES durante la Revolución Pingüina, considera que este movimiento fue un precursor del estallido social que puso al país rumbo a un proceso constituyente.
“Lo he dicho varias veces. La Revolución Pingüina fue la primera gran revolución desde el retorno de la democracia. Sin ella no hubiera ocurrido el estallido social, fue el origen del camino constituyente”, declaró la actual alcaldesa de Quinta Normal.
Nace la CONES
A partir de la Revolución Pingüina surgieron nuevos espacios de articulación secundaria con distintos grados de cercanía a la autoridad. Fue el caso de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (CONES), formada al calor del movimiento estudiantil del 2011.
La CONES nació con el objetivo de llenar el espacio que la ACES dejaba vacío al enfocarse en sus luchas territoriales. La nueva coordinadora tenía un carácter más dialogante con los gobiernos y no compartía su desconfianza ante la institucionalidad. Buscaban disputar el poder político más que construir una alternativa a éste.
Si bien la ex vocera de la CONES, la comunista Valentina Miranda, logró llegar a la Convención Constitucional con apenas 21 años, distintos dirigentes secundarios señalan que la organización ha desaparecido prácticamente del mapa a día de hoy.
“Hace rato que no se sabe de la CONES, hemos visto algunas pancartas suyas en marchas, pero una articulación concreta no hay, o por lo menos no se ve”, señala un dirigente del Instituto Nacional Barros Arana.
Fue durante el segundo mandato de Michelle Bachelet cuando comenzó la fragmentación del movimiento secundario. Las organizaciones que habían logrado poner en jaque al gobierno de Sebastián Piñera perdieron fuerza con la llegada de un gobierno progresista cuyo programa apuntaba a resolver los problemas que los estudiantes venían denunciando hace años.
Cuando la derecha volvió al poder el 2018, la situación de los secundarios había cambiado radicalmente. Ya no existía el amplio respaldo ciudadano con el que habían contado en sus épocas de esplendor; el fracaso del gobierno de la Nueva Mayoría produjo una regresión conservadora que alejó a la población de las causas sociales que antes habían apoyado.
Los secundarios pasaron a ser percibidos como lumpen. La violencia en los liceos emblemáticos de Santiago se tomó la agenda ante la arremetida del alcalde Felipe Alessandri, quien encontró en el antagonismo con los estudiantes una cruzada que le permitió pasearse por todos los medios de comunicación fomentando medidas autoritarias que sólo avivaron el conflicto.
Luego de la revuelta
El estallido social de alguna manera logró unir a los secundarios bajo una causa común. La ACES se unió a la Mesa de Unidad Social, el movimiento que agrupaba decenas de organizaciones masivas y mediáticas como la Coordinadora No + AFP, la CUT y la ANEF. Sin embargo, al poco andar decidieron distanciarse del espacio, criticando el carácter excesivamente dialogante que dichas organizaciones estaban mostrando ante el gobierno de Sebastián Piñera.
A pesar de la atomización interna, el movimiento secundario logró levantar este año un petitorio único, en el cual exigen lo que llaman “condiciones mínimas para estudiar” (transporte gratuito, mejora en la infraestructura de los liceos y ampliación del menú Junaeb), además de la implementación de una educación sexual integral, protocolos contra la violencia patriarcal, prácticas remuneradas para estudiantes de liceos técnico-profesionales, fin de la PAES, y el fin de la ley de Aula Segura.
Sin embargo, distintos dirigentes señalan que la articulación sigue siendo uno de los principales problemas del movimiento. Cada pocos meses surge una nueva orgánica con el objetivo de aglutinar a los estudiantes bajo una estrategia común, pero no duran mucho tiempo activas antes de sucumbir ante la desorganización y las fracturas internas.
“Existe una atomización gigante entre los secundarios. Cada cierto tiempo surge una orgánica nueva que dura un par de meses y después se desarman. Hay un montón de piños revueltos”, señala un estudiante del Instituto Nacional.
En los últimos meses, la Coordinadora Secundaria Revolucionaria ha logrado convertirse en un actor convocante dentro del movimiento estudiantil. Fue una de las fuerzas que levantó el petitorio único secundario y que lideró las protestas que empañaron el cambio de gabinete del presidente Boric el pasado 6 de septiembre.
Si bien la CSR ha logrado generar una mayor articulación en un escenario marcado por la fragmentación, otros estudiantes advierten el poco interés de la orgánica en dialogar con la autoridad, además de una supuesta tendencia a enfrascarse en combates callejeros contra carabineros.
“Han conquistado un espacio en el centro de Santiago, pero también son más conflictivos, van al choque. Al final utilizan la represión de carabineros para justificar más protestas, es como un círculo vicioso”, señala un estudiante del INBA.
Otros dirigentes, sin embargo, advierten que difícilmente podría ser de otra manera dada la situación actual del movimiento secundario. Luego de años de conflicto directo entre el estudiantado y las autoridades, las confianzas están quebradas incluso entre los mismos alumnos.
“Llevamos años con los pacos metidos dentro de los liceos, años exigiendo condiciones mínimas que no se han cumplido. Obvio que los estudiantes se radicalizan, que las orgánicas se vuelven más combativas. Incluso entre nosotros mismos como estudiantes hemos visto amenazas y amedrentamientos”, declara un estudiante del Instituto Nacional.