Si estuviera vivo cumpliría 64 años, pero está muerto. Sus últimas lecturas públicas se escucharon medias distorsionadas. El cáncer a la laringe, ese que lo mató a comienzos del año pasado, partió por quitarle la voz. Aunque la voz nunca se fue. Hace unas semanas, Seix Barral (editorial que sigue publicando los libros de Pedro Lemebel) lanzó Mi amiga Gladys, una publicación póstuma que habla de la amistad que mantenía con Gladys Marín.
Lemebel empezó a ser conocido días después del plebiscito, cuando intervinieron junto a Francisco Casas una ceremonia en La Chascona, la casa de Pablo Neruda que todavía sigue siendo un museo. Estaban premiando a Raúl Zurita cuando aparecieron cargando una corona de espinas, y se la entregaron. Esa fue la primera performance de Las Yeguas del Apocalipsis.
Luego tuvieron otra aparición, en el teatro Cariola, antes de que el candidato Patricio Aylwin hablara sobre las políticas culturales que quería desarrollar en su eventual gobierno. El mismo Lemebel lo relató hace unos años a la revista Intramuros.
«Con el Pancho nos pusimos unos impermeables negros y nos sentamos en las primeras filas. Antes de comenzar nos encaramamos al escenario, nos quitamos los abrigos y todos se sorprendieron al vernos vestidos como vedettes –plumas, tacos, zungas– con un cartel que decía «Homosexuales por la democracia». Nadie entendía nada. No te muevas, Pancha, aquí nos quedamos, le dije a mi compañero. Muchos pensaron que era parte del espectáculo. Se produjo un gran silencio, luego nos aplaudieron y finalmente nos sacaron del escenario».
Su relación con el mundo de las letras fue profunda. A mediados de los 80 entró al taller literario de Pía Barros, en el que escribió Porque el tiempo está cerca, cuento que ganó un concurso de la Caja de Compensación Javiera Carrera. En el relato se contaba la historia de un joven rechazado por el padre; un joven de Providencia que decide prostituirse en las calles de Santiago centro.
La primera anécdota como escritor, que lo llevó a adoptar el apellido de su madre en primer lugar –antes se le conocía como Pedro Mardones Lemebel–, viene de aquel día en que le fueron a avisar que había ganado. «Como mi papá veía Sábado Gigante, pensó que era un premio que te daban por la televisión, y dijo sí». En la antología publicada por la caja de compensación, aparece la foto del padre, mezclando datos biográficos de ambos. «Por eso me cambié el nombre a Pedro Lemebel, porque mi papá no tenía por qué cargar con mi asunto sexual», dice el escritor en el documental Corazón en Fuga.
Su primer libro se titula La esquina es mi corazón. Fue publicado en primera instancia por la editorial feminista Cuarto Propio, y luego comprada por Seix Barral. Es un conjunto de crónicas escritas en distintos diarios de Chile. La segunda edición la acompañó un prólogo escrito por Carlos Monsiváis, escritor mexicano. Ahí se describe el objetivo que se logra en los textos. «Asumir la condena que las palabras encierran (maricón, puto, pájaro, carne de sidario) e ir a su encuentro para desactivarlas».
El estilo de este libro se proyecta a casi toda la producción de Lemebel, salvo Tengo miedo torero, la novela que publicó en 2001 que cuenta la vida de la Loca del Frente, una vieja trans que aloja por unos días a un frentista que organiza el atentado contra Pinochet en el Cajón del Maipo.
Ese fue Lemebel: un hombre que describió la marginalidad como lo saben hacer pocos. Un hombre que habló sobre torturas, discriminación y pobreza, entre otras cosas.