Hace años me sentí en la obligación de salir en defensa de las -injustamente descalificadas por la iglesia cristiana- “brujas” en el Medievo. Esto, tras escuchar a un investigador afirmar: «Y es que el celta fue un pueblo donde las sacerdotisas fueron degenerando hasta convertirse en verdaderas brujas que llegaron a instituir los sacrificios humanos.»
Las defendí como mujeres sabias, sacerdotisas al servicio de diosas de la antigua religión, que, bajo las acusaciones injustas de cometer los peores crímenes, fueron desacreditadas, torturadas y asesinadas por inquisidores ¡del Santo Oficio! Ello por el terrible pecado de tener creencias diferentes a los jerarcas del Medievo, ya que ellas creían en la ancestral Diosa Madre Naturaleza, adorada desde hacía al menos 40.000 años, mientras que los defensores de la religión monoteísta patriarcal cristiana, adoraban a un Dios Padre desde hacía sólo 1.200 años.
Y bajo las terribles imputaciones de cometer los peores crímenes, multitud de mujeres inocentes fueron ¡quemadas vivas! en la hoguera, tras un falso juicio sin abogados y sin derecho a presentar testigos o a ser escuchados sus argumentos racionalmente.
Tuvieron la desgracia de vivir en un período histórico en el que los jerarcas que ejercían el poder real o el religioso, impusieron en Europa un fuerte dogmatismo cristiano, y, con la presunción de tener la exclusiva verdad, pretendieron y consiguieron marcar el camino de lo que se tenía que pensar y hacer, negando la divergencia de pensamiento.
Los jerarcas, en su soberbia inaudita, se creyeron con el derecho y la misión grandiosa de imponer «la verdad de los dogmas de la única religión revelada por todo el universo», y con total impunidad no dudaron en condenar el conocimiento antidogmático y científico. Para ello ejercieron una violenta campaña y se atrevieron a gobernar por el terror, creando el Tribunal de la Inquisición, que velaba por la pureza de la fe y perseguía con empeño patológico a toda persona que con su osadía les hiciera la competencia, o pusiera en peligro su poder y su fundamentalismo dogmático.
De forma que usaron los medios más atroces para subyugar a todo trance a quienes no siguieran la ortodoxia cristiana, y a quienes, como las sacerdotisas, les hacían la competencia en aquellas parcelas que dominaban («… el conocimiento -el arte de la curación, la agricultura, la inspiración- estaba en manos de mujeres más que en las de los hombres..»» [Campbell (1991, 488)]).
Curiosamente, los jerarcas cristianos tuvieron la desfachatez de desacreditar a las sacerdotisas a pesar de que ellos realizaron los mismos rituales metafóricos que las desacreditadas, tras tergiversar los femeninos, claro. Por ejemplo:
1.- Las desacreditaron diciendo que adoraban a Satán / Lucifer / Demonio, en lugar de Cristo, con el que tenían un pacto y que en sus ritos pretendían invocarlo de forma “mágica”, para hacer daño a los seres humanos y enviar calamidades, tanto sequía como epidemias, ya que (creían) tenían el poder de modificar el clima o la salud (o transformarse en animales, etc.) y, además, afirmaban que tenían relaciones sexuales demoníacas [Siendo el demonio, cuyo enclave era subterráneo, de forma enmascarada y difamatoria, la diosa protectora de la cosecha que dominaba el lugar donde se enterraba la semilla y enviaba las lluvias benéficas. Respecto a ello señala Campbell en (1992, 84): «… el empleo de una estratagema sacerdotal de difamación mitológica, que desde entonces ha sido utilizada constantemente, principal, pero no únicamente, por los teólogos occidentales. Consiste simplemente en llamar a los dioses de los otros pueblos demonios»].
Es decir, que las sacerdotisas con sus ritos “mágicos”, muchos de carácter sexual (autoestimulatorios, lésbicos, o cunnilingus con animales), trataban de asegurar que la Diosa Madre Naturaleza, enviase, bien las lluvias benéficas de la que dependía la germinación de la semilla enterrada en el mundo subterráneo, o procurase el tiempo adecuado para que las enfermedades no proliferasen, o calmase el calor canicular, etc.
Y los curas las imitaban, ya que:
¿Qué es una procesión de rogativa de lluvias en honor de una Virgen cristiana, sino un rito “mágico” con el que tratar de asegurar las lluvias benéficas, con idéntico fin al de las sacerdotisas paganas (es decir, “agrícolas”), eso sí, invocando a una figura disminuida del panteón cristiano, ya que la Virgen es considerada un ser humano mortal, Madre del Dios todopoderoso?
¿O qué pretenden cuando rezan al Dios Padre para que conceda la salud a un fiel enfermo, sino incitar “mágicamente” la intervención divina para que conceda su petición, al igual que hacían las antiguas sacerdotisas con su himnos mágicos?
¿Y acaso los curas no imitaron hasta bien entrado el siglo XIX los ancestrales ritos sexuales de las sacerdotisas paganas, en el ritual obsceno del «Risus paschalis» (Jacobelli, 1991), practicado en el recinto sagrado durante la Pascua de Resurrección, consistente en subirse los ropajes, mostrar los genitales y masturbarse ante los fieles, lo que provocaba sus risas?
Y que en España no sólo era practicado por el sacerdote sino también por monjas en sus conventos, según han descubierto algunos investigadores, razón por la que se hacían a puerta cerrada. Añade Pepe Rey (2004): «El documento inquisitorial, tras describir los instrumentos que intervienen,…, finaliza así: «Esto ha llegado a tal depravación, que há muchos años que se dicen los Maitines de la Natividad del Señor a puerta cerrada en todos los conventos de religiosas, por los excesos y las palabras indebidas …»»?
Por cierto, mientras las sacerdotisas, curanderas y parteras del Medioevo complementaban los actos “mágicos” bajo la advocación de las diosas para modificar la salud o el clima, con actos experimentales, los “curas” cristianos, se limitaron a usar métodos supersticiosos “mágicos”.
Por ejemplo, las curanderas y parteras los complementaban con el uso científico de las propiedades terapéuticas de plantas y otros productos saludables, con los que fabricaban medicamentos, pócimas y bálsamos, mientras los “curas” cristianos, se limitaron (y siguen limitándose) a usar métodos supersticiosos “mágicos” de curación, como lo es rezar. [Es decir, le envían un mensaje para que «les escuche». Por ejemplo, cuando pretenden que envíe la lluvia efectúan una plegaria (aunque también sacan en procesión a la Virgen o al santo de su devoción para que use su poder y su influencia e interceda ante Dios a fin de que venga la lluvia). Es algo así como si el dios cristiano atendiese las súplicas cifradas en un lenguaje «verbal» mientras que la diosa prehistórica atendiese un lenguaje «visual y simbólico»].
Y cuando las sacerdotisas querían que lloviese tocaban instrumentos musicales de viento o de percusión, hacían ruido, cantaban himnos satíricos, lanzaban imprecaciones, palabras soeces, aullidos y gritos, para propiciar por magia simpática la lluvia (retumbar de tormentas propio de chaparrones y lluvias benéficas). O cuando esperaban la helada celebraban el ritual sagrado encendiendo hornos / fogatas / hogueras en los campos para subir la temperatura y así evitar que se helaran los nuevos brotes (ritual de la noche de Walpurgis en honor de la diosa Walpurga, del 1 de mayo).
2.- También desacreditaron a las antiguas sacerdotisas como “brujas”, diciendo que eran monstruos que comían niños sacrificados en sus aquelarres.
¿Y qué es la comunión cristiana (Eucaristía) en la que se come cereal / hostia y se bebe vino (que simbolizan el cuerpo de Jesús y su sangre), que se conmemora en el sacrificio arquetípico de la Misa, sino el sacrificio de Jesús, fruto / hijo del bendito vientre de la Madre Virgen María, niño cuya historia y sacrificio arquetípico está aludiendo exactamente a la historia de la agricultura, y cuya comida es idéntica al festín de Fertilidad o banquete ritual de las religiones paganas “agrícolas” de todo el universo, que en fiestas de cosechas se comían frutos, tortas de cereal y se hacían libaciones de vino, como cuerpo de una divinidad, de forma metafórica como niño o niña, hijo o hija de una diosa madre virgen, con la que trataban de garantizar la cosecha, de ahí que las sacerdotisas de la Edad Media (brujas) los comiesen en sus rituales de Fertilidad de cosecha heredados?
De hecho, existen numerosas ofrendas realizadas con harina de cereal (niño o niña), que después iban a ser comidos, tras ser cortados a trozos o despedazados, como cuerpo de la divinidad que lo personificaba, hijo-a de una diosa madre virgen, cuando se conmemoraba que lo daba a luz, símbolo de la nueva cosecha, en fiestas de Acción de Gracias a la Diosa Madre.
Así, la eucaristía cristiana es idéntica al ritual de los aztecas que comían solemnemente la imagen realizada con masa de harina que representaba a Huitzilopochtli, Hijo (niño) de la Diosa Virgen Coatlicue; o comían la figura realizada con la planta amaranto y harina de maíz, que representaba a la Diosa Iztaccihuatl (niña). Idéntica al ritual de las fiestas Caritesias o las Carisias, en las que se practicaba el banquete Charistía, comiendo torta de maíz y miel llamada piramús de Las Diosas Gracias; o el celebrado en la fiesta Nefrason de Mitra, nacido de la Diosa Virgen epónima; o el de las Mitríacas de la Diosa Mitra, Madre Virgen de su Hijo epónimo; o el de las Coriacias de la Diosa Mitra Coriacia; o el de las Opertáneas de la Diosa Cibeles Operto; o el de las Liberalias de Libera; o el de las Miseas de la Diosa Misa; o el pan que se comía en las Megalartias de la Diosa Demeter Megalartos; o de la Diosa Cibeles Megalartia; o el pan talisio de las Thalysias de la Diosa Demeter y su Hija Perséfona; o el comido en las Megalesias de la Diosa Cibeles Megale; o el de las Apaturias de la Diosa Afrodita Apaturia; o el de la Diosa Atenea Palas Apaturia; o el de las Cerealias de la Diosa Ceres; o el de las Consivas de la Diosa Ops Consiva; o el de la Vitulacia de la Diosa Vitula, Madre de Vitelia; o el de las Larentinas de la Diosa Larentia, Madre de los Lares; o el de las Latonias de la Diosa Latona y sus mellizos Artemisa y Apolo; o el de las Modranicht de la Diosa Modron, Madre de mellizos: Mabon y Owein…
Desafortunadamente, igual que los jerarcas cristianos machistas de la Edad Media usaron el método de descalificar como “bruja” -así como tergiversar sus actos- a las féminas que poseían conocimientos y ejercían un poder que no querían siguiesen practicando, ese proceder sigue siendo utilizado por machistas contemporáneos para destruir a sus rivales.
Bibliografía citada:
ARROYO, F. (2000): Los enclaves templarios ibéricos.
CAMPBELL, J. (1991): Las Máscaras de Dios: Mitología primitiva. Alianza, Madrid.
CAMPBELL, J. (1992): Las Máscaras de Dios: Mitología occidental. Alianza, Madrid.
JACOBELLI, M. C. (1991): El «risus paschalis» y el fundamento teológico del placer sexual. Planeta, Barcelona.
REY, P. (2004): Lo nuevo nace sobre la muerte risueña de lo viejo. Grupo SEMA.
Por Francisca Martín-Cano Abreu
Investigadora cultural y escultora