Con una rigurosa disciplina militar y por medio del registro en una página web, fueron vacunados los primeros trabajadores del sector salud mexicano encargados de la atención de pacientes contagiados por el nuevo coronavirus. Sputnik conversó con una de estas personas, un técnico que realiza diagnósticos en un hospital público de la capital.
Aunque el técnico en laboratorio clínico Óscar Cornelio ya había trabajado durante la pandemia de 2009 provocada por la influenza H1N1, «no la vi tan fuerte como esta ocasión, nunca llegó a tantos compañeros y a extenderse como el COVID-19 en nuestro entorno cercano», relató a Sputnik en entrevista.
Cornelio fue uno de los trabajadores que recibió durante los primeros días de enero de 2021 la primera dosis de la vacuna Pfizer–BioNtec que comenzó a llegar a México el 24 de diciembre de 2020 y que, según anunció el Gobierno Federal mexicano, priorizó su aplicación al personal encargado de trabajar en la primera línea de atención de la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus.
Aunque en un primer momento, la autoridad prefirió no revelar oficialmente dónde había almacenado la preciada vacuna, ésta fue encargada a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) que mantuvo el primer conjunto de dosis importado en su sede del Campo Militar 1.
Además de su custodia, personal médico militar fue destinado en México para realizar su aplicación que se descentralizó en distintas sedes del Ejército mexicano, también se encargó a la Sedena su distribución al resto del país, en una apuesta por avanzar en la inmunización de la población que contenga una crisis más profunda de fallecimientos.
El severo deterioro de la salud pública mexicana vinculado a una alta prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad y la hipertensión en su población —relacionadas con la mala calidad alimenticia que hizo mutar a la dieta tradicional mexicana por comida altamente procesada y bebidas azucaradas— provocó que el promedio de edad de los fallecidos en México se sitúe en el entorno de los 50 años, mientras en Europa este se ubica en las personas de más de 70 años.
Una vacuna militarizada
«En el trabajo en el hospital se organizaron los trabajadores de la primera línea por áreas de atención: enfermeras, médicos, laboratorio, trabajo social y servicios básicos. Se pidió que dos o tres personas por cada área se trasladen en autobuses que llegan cada mañana, y hacen el traslado a la sede de vacunación», explicó Óscar Cornelio a Sputnik.
De acuerdo con su relato, cada trabajador debe registrarse previamente vía internet para poder acceder al autobús del traslado a la zona de vacunación. En su caso, la vacuna le fue aplicada en el Hangar Presidencial del Aeropuerto internacional de la Ciudad de México, Benito Juárez, sede de una base militar, la misma en dónde se recibió el expresidente boliviano Evo Morales.
La vacuna de Pfizer–BioNtec que hasta el momento es la única que se aplica en México, utiliza una tecnología llamada ARN mensajero que no es la comúnmente usada por las vacunas convencionales. En este caso, se copia la información genética que el virus SARS-CoV-2 utiliza para crear la «corona» de picos con la que infecta las células y de la que recibe su nombre, que por medio de la vacuna se inserta al sistema inmunológico de la persona para provocarle una respuesta de anticuerpos, en esto sí, como las tradicionales.
Esta diferencia hace que la vacuna de Pfizer deba conservarse a una temperatura de -70 grados, así como tiene la particularidad de que su aplicación requiere dos dosis para alcanzar una efectividad de protección del 95%, según sus estudios.
«Dentro de la base militar no puedes bajarte del camión y el trato es muy estricto, te dan órdenes precisas. Allí registran tus datos personales y te dan un número para ir pasando a la aplicación. En todo momento se guarda la sana distancia porque hay militares que la guardan constantemente, no se permite tomar fotos ni platicar pero en lo personal me pareció bien organizado», relató la fuente.
Luego de un cuestionario dónde se descarta que la persona esté enferma en ese momento, tenga síntomas o fiebre; que haya recibido la vacuna contra la influenza en los últimos 30 días, es considerada apta para la vacunación.
«La vacuna está congelada y se descongelan ciertas dosis para aplicar durante el día, por parte de enfermeras del Ejército. Es en el hombro y básicamente no duele, más que el puro pinchazo», relató la fuente.
Allí le explicaron que podría presentar ciertas reacciones como dolor de cabeza, agotamiento, tal vez fiebre u otros síntomas leves que debía tratar únicamente con paracetamol, en caso de que fuesen fuertes o persistentes.
«Sí sentí agotamiento por dos o tres días, sentí cansancio, dolor en las articulaciones pero no muy fuertes, pero sí fueron un síntoma de la vacuna», relató.
Más que secuelas físicas
La tarea de Óscar Cornelio como técnico laboratorista en uno de los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) es tomar las muestras de las pruebas rápidas de detección del COVID —que buscan confirmar la enfermedad activa en la persona introduciendo un hisopo por la nariz— y también las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa, o PCR, que permiten detectar la presencia de anticuerpos en la sangre de la persona, indicador de que el paciente ya padeció la enfermedad. Por esto es considerado dentro del grupo prioritario para la vacunación pública, que según anunció el Gobierno mexicano, será universal y gratuita.
En el caso de la vacuna de Pfizer y BioNTec, tras recibir la primera dosis sólo se cubre un 30% de posibilidad de no contagiarse del nuevo coronavirus por lo que la persona no es inmune hasta después de 15 días de la segunda aplicación, dónde la protección aumenta al 90%
«Nosotros tenemos al menos dos compañeros que se contagiaron habiendo recibido la primera dosis, por lo que en este momento hay que seguir manteniendo la guardia firme», explicó Cornelio en entrevista con Sputnik.
Resaltó que en el inicio de la pandemia en el primer trimestre del 2020, los trabajadores de su hospital recibieron capacitaciones vía internet y también, por medio de jefes de sector y de otros compañeros, que compartieron lo que sabían en términos de prevención y protección de enfermedades contagiosas.
«Nos fuimos pasando la información sobre la forma en la que debes vestirte, jamás habíamos ocupado este tipo de overoles blancos, caretas, cubrebocas, gafas, ni siquiera para entrar al quirófano dónde sólo se requería el uniforme y botas, pero esto es como si fueras un astronauta», relató.
Además de la cantidad de equipo, se tiene que seguir un protocolo estricto para ponérselo y quitárselo, porque «a la hora de cambiarte es dónde tú te puedes contagiar«, explicó la fuente.
«Para entrar al área COVID-19 del hospital, a diario te tienes que disfrazar con todo, y en mi caso entro hasta dos o tres veces en el curso de la jornada. Entro, tomo las muestras y salgo para hacer el procesamiento. Al quitarte el traje, cada vez que tocas una parte de tu cuerpo debes aplicarte alcohol en gel y hacerlo en orden: el gorro, las gafas, las botas», agregó.
Al preguntársele si en su hospital habían sufrido escases del material de protección descartable, mencionó que al inicio sí faltó durante algunos días, pero que luego fue cubierto y partir de entonces, sólo ha habido un par de ocasiones en que no se cubrió lo necesario para la jornada.
«Tal vez sea suerte que no le sufrimos como muchas veces se ve en las noticias», aseguró.
Sin embargo, lo más complicado para sostener una tarea tan ardua para quienes deben convivir a diario con el COVID-19 es el decaimiento del ánimo y el cansancio que implica una tarea que de ser cotidiana, pasó a ser de alto riesgo.
«A veces empiezas a flaquear y llenarte de miedo porque no ves a lo que te enfrentas, ves a la persona pero al virus no, y no sabes si te contaminaste o no, te entra el miedo y ya no quieres participar del cuidado», relató.
Explicó que en su сentro hospitalario ha sido fundamental la contención de los demás compañeros para evitar «llegar a la psicosis» y que en su caso, ganó confianza cuando vio que se generalizaron los métodos y mecanismos de prevención, que se han vuelto imprescindibles.
«Con tanto cuidado, era más fácil que se infectaran los de afuera que nosotros, pero aun así es impactante y te llenas de sorpresa cuando te enteras que murió un compañero, que enfermó, está intubado o falleció. Eso crea incertidumbre sobre lo que va a pasar ya que cada vez tienes casos más cercanos de personas infectadas. Por eso, aunque haya llegado la vacuna, no podemos bajar la guardia«, concluyó.
Fuente Sputnik