La consolidación del proyecto neoliberal se caracterizó por un aumento exponencial de la explotación social, el saqueo de los recursos nacionales, y la derrota de la clase trabajadora y de los sectores populares. Ello obviamente llevó a una profundización en las relaciones de dependencia, subordinación y explotación de los países Latinoamericanos a las metrópolis imperialistas.
Igualmente, permitió una apertura indiscriminada y sin protección alguna de las economías nacionales de la Región a los centros de poder, lo cual fue ejecutado a través de un plan de políticas económicas que fueron elaboradas por los organismos financieros internacionales. Este perverso plan fue conocido como el “Consenso de Washington” (1989).
Este tenebroso panorama significó la derrota de la clase trabajadora, la recolonización económica y política de la Región, así como un crecimiento de la desigualdad, la pobreza y la desocupación. Todo en beneficio de la transferencia de las ganancias hacia los centros desarrollados, empresa donde las burguesías locales participaron como cómplices necesarios del proceso.
Este retroceso social y político, junto con un reforzamiento de la dependencia económica, diplomática y militar de nuestras sociedades al imperialismo, fueron las marcas de este período referido como la década perdida (privatizaciones, flexibilización laboral, desregulación, apertura comercial, y liquidación del Estado social). Durante la misma se amplió la brecha entre los más desposeídos y los ricos en los países subdesarrollados.
El siglo XXI emerge con el surgimiento de una camada de falsos críticos del neoliberalismo (Chávez, Evo, Correa y Ortega), quienes cuestionan discursivamente al capitalismo tradicionalmente entendido y plantean su sustitución por un capitalismo de Estado, tan asfixiante y explotador como el capitalismo tradicional. Estos renegados ideológicos, auspician esquemas keynesianos para erigir gobiernos de bienestar social, en la periferia de los centros de poder.
Promueven programas minimalistas de subsistencia y contra la pobreza, que si bien palean las necesidades sociales coyunturales, los mismos están lejos de atacar a la pobreza desde un perspectiva estructural. Constituyen proyectos fantoches que han confiscado la palabra revolución en nombre de populismos despóticos; son verdaderos fraudes a las aspiraciones legítimas de quienes sufren la opresión y la explotación.
Por razones de oportunismo ideológico, estas farsas sociales se han maquillado con un lenguaje revolucionario y antiimperialista. En el caso venezolano, el proyecto ha sido bautizado con el rimbombante nombre de “Socialismo del Siglo XXI”. Obviamente, no se ha construido ningún socialismo, ni poder popular autónomo, ni democracia protagónica, en el sentido de su definición originaria.
La estructura económica venezolana sigue siendo capitalista subdesarrollada y dependiente. Además, no existe la más mínima muestra de que la economía venezolana marcha hacia un proceso de socialización real, lo que no debe confundirse con las estatizaciones compulsivas llevadas a cabo por el régimen como parte de su Estadolatría fascista que promueve desde su inicio (Todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado – Benito Mussolini).
Nuestra América no disfruta de ninguna “alborada emancipadora”, ni vive “tiempos de revolución”, ni se han modificado los lazos de dependencia como perversamente se afirma desde el poder. Estos proyectos “antioneoliberales de pacotilla” carecen de ideas críticas y de propuestas audaces que constituyan verdaderas alternativas frente al imperialismo y al orden capitalista.
Los mismos siguen abierta o solapadamente las políticas fiscales, monetarias y presupuestarias del FMI al aplicar impuestos regresivos y medidas laborales contrarias a los intereses de los trabajadores, al continuar con endeudamientos externos e internos irresponsables, al seguir cancelando una deuda externa ilegalmente contraída, al privilegiar al capital transnacional, profundizando la dependencia de nuestras economías a los mercados internacionales.
Todo esto ha conducido a un aumento de los sectores de la población que se sumergen en la pobreza y el desempleo estructural, con todo su cortejo de degradación social. Insistimos, son ensayos neoliberales, pero con nuevos libretos y rostros, a fin de renovar malintencionadamente las esperanzas entre los más necesitados y desposeídos de nuestras sociedades, ahora más sometidos y reprimidos que nunca en nuestra historia.
En conclusión, los teatrales proyectos populistas de estos felones no representan una opción libertaria para nuestra América que permita romper con el nefasto capitalismo y su legado de destrucción económica, social y humana.
Por José Rafael López Padrino
Fuente: www.soberania.org