Río Tinto es el mayor río rojo del mundo. Su paisaje marciano atrae con su singular belleza a curiosos de todo el mundo, pero un reciente estudio confirma el origen humano de este color, provocado por una minería que contamina con aguas ácidas y que vuelve con fuerza.
«Minas de cobre y pirita que confluyen con un paisaje anhelado por tartesos, fenicios y romanos. Son las legendarias Minas de Riotinto», reza la descripción inicial de una de las muchas reseñas turísticas de Huelva, en la esquina suroeste de España. Las minas de Riotinto, entre la cuenca del Tinto y el Odiel desde hace milenios, son hoy un vestigio de la Revolución Industrial del siglo XIX que trajo a una importante comunidad inglesa a España.
Pero este espacio minero sobre todo es un paisaje único. «El paisaje más marciano en la Tierra», explican los guías turísticos que muestran el antiguo poblado minero inglés y sus impresionantes cortas, hablamos de la mina a cielo abierto más grande de Europa.
Sin embargo, más allá del atractivo turístico, el paisaje encierra un magnetismo envenenado: sus aguas coloradas son aguas ácidas que fluyen al Atlántico por la ría de Huelva. Un reciente estudio de la Universidad de Huelva (UHU) ofrece un enfoque inédito. En época lluviosa «la fuerza de la corriente arrastra a algunos peces de arroyos de buena calidad hacia el río Tinto, donde no pueden soportar los altos niveles de contaminación y mueren», aclaran Manuel Olías y José Miguel Nieto.
La falta de vida en las aguas rojizas del río Tinto y el Odiel no es de ahora sino centenaria. El motivo no es otro que las aguas ácidas que fluyen por estas cuencas, no obstante, el origen de esta acidez viene revelado por la tesis de los investigadores locales, que apuntan al drenaje ácido de minas (AMD, por sus siglas en inglés).
El trabajo alerta de la movilidad en el agua de elementos nocivos como el cadmio o el arsénico, y enmarca a la minería como el motivo de esta contaminación masiva que sería responsable de un alto porcentaje del plomo contaminante que, desde siglos, se ha acumulado en los hielos de Groenlandia, por ejemplo, procedente de la minería onubense.
Otros informes calculan que, desde Huelva, se ha emitido al mar el 15% del cobre que existe en aguas marinas.
Un tesoro ingobernable
La minería de Huelva es continua desde antes de la llegada de los romanos a la península ibérica. La región acumula al menos 4.800 hectáreas —de las que el 60% es territorio degradado— con minas y galerías abandonadas o escombreras. Los cálculos de 2014 estimaban la existencia de 200 millones de metros cúbicos de escombros contaminantes.
Es el precio de vivir sobre la Faja Pirítica, «probablemente la mayor concentración de sulfuros masivos de la corteza terrestre», según la Sociedad Española de Mineralogía. La Faja ocupa, básicamente, la provincia de Huelva y también el sur de Portugal y parte de Sevilla.
Ante la imposibilidad de gestionar esta contaminación de largo recorrido histórico, que lleva más de un siglo y permanecerá mientras la tecnología no lo remedie, el paisaje se ha normalizado. Pero «es absurdo vincular el color del río Tinto y su acidez a un aspecto natural. Hablamos llanamente de contaminación antrópica, provocada por el hombre», denuncia J. Manuel Cantó Romera.
«Gracias a la solemne estupidez de la Junta de Andalucía de reconocer este paisaje como singular se cierra la puerta a la remediación», lamenta Cantó Romera, que aplaude la «valentía y profesionalidad» del estudio de la UHU. Con 45 años de experiencia en el drenaje ácido de minas, Romera cree que la visión turística del paisaje de río Tinto «institucionaliza» la contaminación minera, «yo soy minero, me dedico a ello, pero estoy a favor de una minería responsable».
«Mucha gente cree que la acidificación de estos ríos se produce de forma natural y que, por tanto, no hay que tomar medidas para corregirla», sintetizan Olías y Nieto. Pero el aporte de contaminantes ya afecta a costas africanas y al Mediterráneo, por ejemplo. «No se trata de ‘contaminación’ natural».
Los investigadores onubenses están desarrollando, por el momento, un sistema de decantación y drenaje de las aguas que trata de remediar la transmisión de la contaminación aguas abajo, a la ría de Huelva. Se trata del proyecto Life–ETAD, pero por el momento, es una experiencia experimental.
Nueva vigilancia ante el inminente boom minero
Un artículo de 2017 del académico independiente Stephen Tuffnell definía al drenaje ácido de minas como el segundo reto global en materia de sostenibilidad, tras el calentamiento global. Los excesos de la industria minera y los efectos de sus despojos se sienten en todo el mundo, Suráfrica, Brasil, Perú…
Hablamos de un problema global. El río Tinto no es único, existen muchas otras aguas rojas y ácidas en el mundo, aunque no con su recorrido y caudal, con casi 100 km de extensión. El agua fluvial «profundamente afectada» por la acidez se mezcla con el agua marina, lo que provoca que la mayoría de los metales de origen minero acaben en el sedimento marino, en contacto con organismos marinos. De ahí a la cadena trófica que ingerimos solo hay un paso.
Por ahora, son pocas instituciones las que se personan para vigilar que se cumplan las declaraciones de impacto ambiental, ya que muchas minas se encuentran en territorios que deberían estar protegidos, como parte de la Red Natura 2000, «el problema es que es difícil enfrentarse a la minería como gran fuente de empleo e ingresos», confiesan desde Ecologistas en Acción.
Pero las necesidades del nuevo boom minero aumentan el peligro. La empresa responsable pretende incrementar más aún la balsa de río Tinto que acumula los materiales más contaminantes. El nuevo proyecto pretende incrementar en 42 metros la altura de la balsa. Para Ecologistas en Acción “es una locura que repite paso por paso el desastre que ya vivimos con la rotura de Aznalcóllar” (uno de los mayores desastres ambientales de Europa). Actualmente, las de Riotinto ya son las balsas más grandes de la península, con al menos 182 millones de metros cúbicos de lodos.
Andalucía es una de las mecas de la nueva minería, ávida de litio y cobre, en lo que afecta a los yacimientos españoles. La OCDE, de hecho, acaba de presentar su primer estudio específico poniendo el foco en Huelva, que produce el 70% de la minería metálica nacional.
«El ecosistema minero de Andalucía tiene el potencial de convertir a la región en pionera en minería ambientalmente sostenible al tiempo que abrir nuevas oportunidades comerciales a nivel local», reza el informe.
La minería regional emplea directamente a unas 10.000 personas y a 30.000 indirectamente, anunciaba el consejero del ramo, Rogelio Velasco. Actualmente hay 464 explotaciones activas y muchas más en cartera. Siendo una de las regiones más lastradas por el desempleo estructural en Europa, parece obvio que la Junta aprovechará el boom de la nueva minería. Pero las aguas rojas del río Tinto, que seguirán fluyendo cuando las empresas mineras se hayan ido, nos hace preguntar si todo vale la pena.
Cortesía de Gonzalo Wancha Sputnik
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