«Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor» Salvador Allende
El día de ayer, 25 de octubre de 2019, será recordado en la historia de este país como el día en que el pueblo de Chile, la sociedad en su conjunto, se unió para decir basta a los abusos que venimos sufriendo hace más de 30 años. Aquí un par de impresiones.
Emocionante ver aquella cantidad de personas reunidas. Solo en la ciudad de Santiago se estima que acudieron a la convocatoria más de un millón trescientas mil personas, según las cifras de Carabineros, por lo que sin temor a errar podemos cifrar el número real sobre 1,5 millones de personas. Si sumamos las masivas movilizaciones en todo el país y particularmente en Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, Curicó, Talca, Chillán, Rancagua, Talcahuano, Antofagasta, Copiapó, Iquique, Arica, Valdivia, Osorno y Puerto Montt, la cifra se multiplica.
Qué exige el Pueblo
Alejados de la burbuja en que parecen vivir los políticos de todos los sectores, que pretenden poner fin al descontento con míseras reformas legales y más bonos, el pueblo tiene las cosas claras y sus exigencias se hicieron sonar más fuerte que nunca el día de ayer. Esta mañana del 26 de octubre, Piñera vuelve a hablar por cadena nacional para hacer promesas espúreas e inútiles en lo que denomina “Agenda Social”. Pero ya no hay promesa que aplaque el clamor popular y el derrocamiento del gobierno dictatorial es el único camino posible.
En primer lugar y como primer paso para el proceso de transformación social que el pueblo de Chile exige transversalmente, se demanda la salida de Piñera de la Presidencia de la nación. Bien sea mediante su renuncia voluntaria o una acusación constitucional en ciernes, el término del mandato presidencial se hace indispensable y así lo exige la sociedad chilena. No existen dobles lecturas ni posibilidad de negociar esta demanda que se hace imperiosa para seguir avanzando. Poco le importa al pueblo que el Congreso no la exija o que pretendan llegar a consensos aprobando las 40 horas en tiempo récord o congelado alzas tarifarias. El pueblo está decidido a transformar la sociedad estructuralmente y ello no se hace con reformas, se hace re estructurando la sociedad.
En segundo lugar, se puede percibir con total claridad la conciencia social que se respira en el aire respecto de la necesidad imperiosa de refundar el país mediante una nueva Constitución democrática y legítima. Es lo que grita el país a todo pulmón. Y si bien hace unos años la idea de una Asamblea Constituyente se percibía como inalcanzable o extremadamente difícil por lo amarrado y cerrado del sistema político que nos rige, hoy se vislumbra como una posibilidad certera frente a la fuerza y unidad del pueblo de Chile, así como a la cohesión del movimiento social.
El pueblo unido jamás será vencido
Aquella para algunos añeja consigna hoy cobra mayor fuerza que nunca en la demostración total de unidad y conciencia de clase que el pueblo organizado protagoniza. Una unidad que emociona hasta las lágrimas se respira en la calle, es un sentimiento que no puede ni será apabullado por los fétidos gases tóxicos de las lacrimógenas del Estado policial. Es tal la unidad del pueblo de Chile, que incluso las dos “barras bravas” más grandes de Chile, quienes muchas veces se han enfrentado violentamente en las contiendas futboleras, hoy se agrupan como una sola para crear pueblo y demandar las justas reivindicaciones de la sociedad completa. En expresión clara de una elevada conciencia de clase, Los de Abajo y la Garra Blanca marchan hombro a hombro para demostrar que en esta lucha todos y todas somos uno mismo.
De igual forma, hemos visto cómo este movimiento multitudinario está formado no solo por estudiantes y pobladoras, también sectores más acomodados de la sociedad se han unido para expresar su descontento y dar cuenta que también tienen conciencia y están dispuestos a movilizarse por el cambio social. Se hace fundamental valorar las fuerzas que todos y todas ponen en pro de la unidad y dejar atrás cualquier divisionismo. Es preciso entender que el pueblo, la mal llamada clase media, es también diversa y dentro de los y las explotadas hay unos más privilegiados que otros, no obstante todos y todas formamos parte del mismo sistema inhumano de dominación y barbarie, y frente a este escenario no cabe más que lucha, conciencia y organización. Del mismo modo, este proceso de cambio no conoce colores políticos y mucho menos partidos, es el pueblo de a pie el que avanza a paso firme para lograr escribir una historia distinta, un mejor presente y futuro para nosotros en todo plano, individual y colectivo.
La represión nuestra de cada día
Como siempre, aun cuando más de un millón de personas se tomó las calles de Santiago para exigir la caída de Piñera e intentar llegar a La Moneda, Fuerzas Especiales de la policía, comandados por el dictador Piñera, reprimieron una vez más, fuertemente al pueblo en rebeldía, impidiendo con las armas que la masa llegara al palacio de gobierno. En países vecinos, menor cantidad de personas han logrado la caída de gobiernos. En este país no se logró ayer, pero no debe caber duda de que se logrará. La conciencia clara y la convicción intacta son las armas que el pueblo detenta junto a la unidad para de una vez por todas detener el paso del fascismo disfrazado de libertad de mercado, que no es otra cosa que libertad de explotación del rico hacia el pobre, del patrón hacia el obrero.
Y mientras los grandes medios de comunicación responsabilizan a los “encapuchados” de los enfrentamientos con que terminó “La Marcha más grande de la historia de Chile”, nosotros, que estuvimos ahí, en primera línea transmitiendo en vivo lo que aconteció, podemos demostrar que no fue así. La brutal policía una vez más actúa con extrema violencia sin mediar provocación alguna. Además de ello, son ya conocidas las estrategias de la policía de infiltrar violentistas para justificar la extrema violencia con que actúan a diario.
Si esto no es una dictadura, qué es
Vivimos regidos por una Constitución dictatorial. La carta magna que determina las reglas fundamentales y crea las bases del sistema político, económico y social que sufrimos, fue impuesta por la fuerza, la muerte, la tortura y la represión. Este documento, redactado por su ideólogo, Jaime Guzmán, ha llevado a Chile a ser una de las sociedades más injustas del planeta, con la mayor brecha entre ricos y pobres. Un país donde un grupo pequeño de privilegiados amasa fortunas de nivel planetario a costa de la explotación del pueblo que, muchas veces obnubilado por los encantos del consumo, endeudamiento abusivo mediante, se ha sumido por años en la apatía y el desazón, transformándose también en una de las sociedades con mayor índice de enfermedades mentales del globo. No obstante, el sueño terminó definitivamente y la sociedad despertó para ejercer el poder que solo al pueblo le corresponde.
Vivir bajo las reglas de la Constitución de la dictadura es razón suficiente para entender que seguimos viviendo en una dictadura. Ahora bien, si sumamos a ello el fraude de la transición a la democracia, la traición de la Concertación que engañó al pueblo con cánticos prometedores de un futuro mejor pero que finalmente no hizo otra cosa que profundizar aún más la explotación del pueblo y el saqueo del país, su medio ambiente social y natural, la idea de que vivimos en dictadura va cobrando más fuerza. Pero ojo, se trata de una dictadura muy peculiar, es una dictadura que engaña porque se disfraza de libertad y democracia mediante el engaño de las elecciones, donde sabemos que gana el que gasta más dinero en las campañas de un sistema en el que ya cada día menos personas confían.
Sumemos a todo lo anterior la sistemática violación a los Derechos Humanos que han perpetrado todos los gobiernos desde el golpe cívico-militar hasta nuestros días. Hablamos de cada gobierno de la Concertación que, detentando el uso legítimo y exclusivo de la fuerza, han asesinado a dirigentes y luchadoras sociales, mapuche, obreros y estudiantes, tal como actuó Pinochet en su tiranía. Tal como ha actuado también la Alianza por Chile, tal como se ha comportado la élite político-empresarial chilena que no ha estado dispuesta a cambiar en nada estructural aquella fétida carta fundamental. Hoy por hoy la guinda de la torta la pone Piñera al sacar a los militares a las calles y proclamar la guerra, siendo el responsable directo de las hasta ahora 19 muertes, según cifras oficiales, y los y las miles de abusadas sexuales, torturadas y vejadas. La “democracia” chilena ya acumula demasiadas muertes, torturas y desapariciones como para seguir siendo llamada democracia.
Digámoslo claro, vivimos en una dictadura caracterizada por la extrema concentración del poder y la riqueza en manos de un pequeño grupo de familias, los denominados dueños del país, quienes hasta que el pueblo no sea capaz de transformar el estado de las cosas, seguirán determinando cómo vivimos. Esto se llama plutocracia, la dictadura de los ricos.
El volcán ha hecho erupción y el pueblo de Chile se ha hecho consciente de las mentiras de la clase dominante, el pueblo no se dejará engañar nuevamente y el volcán no será aplacado con reformas ni migajas. El día de ayer vivimos una lúcida jornada de conciencia social y de clase que no se detendrá así como así.
Por Sebastián Saá
El Ciudadano