Hola amigos de El Ciudadano. Descubrí por internet hace un tiempo su web y desde entonces soy una fiel lectora. Les escribo porque acabo de terminar de escribir una especie de columna, artículo… como quieran llamarlo. El punto es que se los mando porque me sentiría muy alagada si lo publicaran. Aquí va:
Sí. Soy de izquierda y tengo plata, ¿Y qué?
«Qué cómodo es para uds. que viven así ser de izquierda, no?»
«Que eres cara de raja, eres de izquierda y alegas contra las desigualdades y mira todo lo que tienes»
«Es súper fácil ser de izquierda viviendo en el 10% más rico del país, no?»
Estos argumentos falácicos retumban cada vez más. Es como si la gente pensara que por «tener plata» es inconsecuente que seas de izquierda, o que para pertenecer a la izquierda tienes necesariamente que ser pobre. Qué ridiculez y qué equivocados que están.
No tengo dudas de que en mi opción política y la de mi familia no se genera ninguna contraproducencia respecto a nuestra calidad de vida.
No se generan contraproducencias porque nunca olvido los valores y la forma en que me educaron mis padres.
No se generan contraproducencias porque mis padres nunca han renegado de sus orígenes y menos de la opción política que les dio cabida de acuerdo a los mismos valores que los engendraron.
No se generan contraproducencias porque aun cuando llegó el caos, la injusticia, las desapariciones, las torturas, las muertes, ellos aún más se afiataron a la opción que en algún momento les dio esperanza, en vez de hacer nada o renegar como cobardes.
No se generan contraproducencias porque ellos no olvidan todo lo que tuvieron que sufrir y soportar y todo lo que tuvieron que luchar por un país democrático y más justo en momentos en que imperaba todo lo contrario.
No se generan contraproducencias porque mi padre no olvida que cuando tenía 10 años, con la muerte de su esposo encima, su madre se rompió la espalda haciendo lo posible por darle a su único hijo una vida mejor.
No se generan contraproducencias porque mi madre no olvida que mi abuelo trabajó a todo sudor gran parte de su vida en ferrocarriles sacándose la cresta por llevar adelante a su mejor obra en la vida: su hija única, y luchando siempre por sus ideales, contra las injusticias y las desigualdades, incluso cuando aquella vez tuvo que esconderse para salvar su vida por creer en ellos y defenderlos.
No se generan contraproducencias porque mi padre no olvida que gracias a la opción política que lo representaba, pudo entrar a la universidad y estudiar gratis, lo que le permitió sacar el título profesional de ingeniero civil mecánico, que sumado a su inteligencia y su perseverancia le ha permitido ascender en la vida con su propio esfuerzo y llegar a tener lo que tiene hoy.
No se generan contraproducencias porque mi madre no olvida que gracias a la opción política que la representaba, pudo entrar a la universidad y estudiar gratis, lo que le permitió sacar el título profesional de abogado, que sumado a su inteligencia le permite hoy desenvolverse con total independencia.
No se generan contraproducencias porque la misma izquierda que en algún momento les permitió a mis padres soñar y luchar contra las desigualdades de oportunidades acometidas contra ellos mismos y contra un liberalismo capitalista cada vez más destructor e injusto, está hoy luchando por quienes no pueden, pero sí quieren salir adelante, al igual como lo hicieron ellos.
No se generan contraproducencias porque saben que la derecha, además de inmiscuirse en las vidas de todos con su conservadurismo moral, proclama a vivas voces una sociedad económica exageradamente liberal, preocupada más de producir, que de ayudar a surgir, preocupada más del PIB que de la educación, preocupada más de que los ricos se hagan más ricos, en vez de que los pobres sean menos pobres, y que cree que la evolución de un país se mide claramente por porcentaje de crecimiento, aun cuando ese porcentaje de crecimiento pertenezca sólo a una cara de él y aún cuando ese porcentaje se exprese en edificios o malls, y no en escuelas públicas, profesores decentes, o en bajas en las tasas de discriminación social o étnica.
No se generan contraproducencias porque saben que los pobres no son pobres por flojos o porque quieren, sino que porque la mayoría de las veces no les queda otra.
No se generan contraproducencias porque saben que la posibilidad de que un «hijito de papá» tenga un futuro y una vida digna son mucho más altas que las de un hijo de familia de origen humilde, y porque saben que eso se denomina «injusticia».
No se generan contraproducencias porque a pesar de que en gobiernos de la Concertación la desigualdad de oportunidades e injusticias (aunque en menor grado) se siguen cometiendo producto de su propia derechización y su falta de valentía para tomar medidas verdaderamente afiatadas a su ideal político, mis padres no pierden las esperanzas de que los vicios se terminen y pueda resurgir una nueva izquierda más dura y más leal.
No se generan contraproducencias porque saben que la derecha, producto de su liberalismo económico, favorecerá siempre al que tiene más, y que la izquierda, aún la de centro, favorecerá más al que tiene menos, y porque aun sabiéndolo, siguen votando siempre firmemente ligados al ideal que los ampara, demostrando así que miran en el interés del país y de quienes necesitan una ayuda, más que mirar en su interés propio.
No se generan contraproducencias porque no hablan desde el resentimiento y porque además conviene menos ser de izquierda teniendo un buen pasar, que no teniéndolo.
No se generan contraproducencias porque les da asco que gobierne alguien a quien sus votantes celebran con bustos de un dictador que durante los 17 años de gobierno ilegítimo los persiguió y los llamó «malnacidos» y que vitorean su triunfo con un «Chi-chi-chi le-le-le viva Chile y Pinochet».
No se generan contraproducencias porque saben que el mismo dictador de derecha cagó la educación pública del país, condendando a muchos a la pobreza.
No se generan contraproducencias porque tienen claro que el problema de la delincuencia no se soluciona aumentando el número de presos o sus años de presidio, y que no se trata de amenazarlos con que se les «acabó la fiesta», sino que de mejorar la educación, y que más que amenazas necesitan motivación para ver la vida de forma diferente.
No se generan contraproducencias porque veraneo en Los Molles y no en Zapallar o Cachagua, y mis padres NUNCA me hubieran metido a mí o a mis hermanos en la UDD ni la Gabriela Mistral, ni en la Adolfo Ibáñez, ni en la Finis Terrae, ni mucho menos en la de Los Andes.
No se generan contraproducencias porque NO SOMOS CUICOS y NO VIVIMOS EN UNA BURBUJA, porque además de conocer Vitacura, Providencia, Ñuñoa, La Reina y vivir en Las Condes, sin proponérmelo también conozco Maipú, Recoleta, Macul, Estación Central, Puente Alto y en fin… y mis padres no tienen que obligar a sus hijos a ir a un Techo Para Chile para tener la conciencia tranquila, ni menos ir a misa todos los domingos y dar plata cuando ponen esa odiosa canción.
Y por último no se generan contraproducencias porque no somos ni egoístas ni arribistas, y mis padres nunca olvidarán sus orígenes humildes y los esfuerzos que hicieron sus propios padres por ayudarlos a surgir, a diferencia de muchos otros que una vez que lo tienen todo se olvidan que alguna vez no tuvieron nada, y que juran que votando por Piñera y gritándoselo al mundo reafirman su status socioecónomico o que eso los vuelve mas «high» o más «gente», cuando en realidad es todo lo contrario.
NO se generan contraproducencias entre tener un buen pasar y ser de izquierda.
Sí, soy de izquierda, y tengo plata.
Gracias por leer mis descargas.
No responderé ningún comentario.
Gabriela Sanzana Pavéz
Estudiante de Derecho
19 años
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