Ha caído el telón. Cuanto más fácil sería si estuviéramos en el teatro. Bastaría con que saliera el anunciador y dijera, para estar a tono con lo kitsch de nuestra política: “La función ha terminado, perdonad sus muchas faltas”. Pero el asunto no es tan sencillo, veinte años no pasan en vano. Y las esperanzas, cuando se pierde, se transforman en asperezas. Cuando hubo quienes lo advirtieron y otros no quisieron escuchar. Y, sobre todo, tantos que seguían creyendo que la alegría llegaría, finalmente.
Desde hoy comenzará un ajuste de cuentas. Me gustaría pensar que será justicia, pero no. En política, es venganza. Y mientras se saborea ésta, tratar de ubicarse mejor para que en el próximo reparto la lonja de poder sea un poco más contundente.
Hasta 2014 gobernará Chile Sebastián Piñera. La derecha ha vuelto democráticamente al gobierno después de 52 años. Y por primera vez en cien años, con el beneplácito de la mayoría del electorado. Hubo un interregno, entre 1973 y 1990, que se lo tomó por la vía expedita del golpe de Estado. Sólo podeos esperar para ver qué ocurre en el próximo cuatrienio. Porque las promesas electorales ya no son más que desperdicios parecidos a las palomitas, carteles y tanta basura que producen las campañas electorales.
Hoy se puede decir poco de lo que vendrá. Sólo algunas cosas están claras. Y en esas es bueno afincarse para tratar de entender lo que está pasando en el país. Que la derecha haya ganado las elecciones parece indicar que vamos contra la corriente del río latinoamericano. Porque Piñera se ubica en la misma visión que el presidente colombiano Alvaro Uribe. Se entenderá con Alan García, pero eso es gracias a las inversiones chilenas en Perú.
En el resto de América del Sur tendrá pocos compañeros de ruta verdaderos. Ni que hablar del boliviano Evo Morales. Cristina Fernández, en Argentina, aportará sonrisas para Tatán, pero nada parecido al entendimiento que alcanzó con Michelle Bachelet. Lula cuidará muy bien las apariencias. De eso depende, en buena medida, que asiente su liderazgo en la región. Con José Mujica, en Uruguay, seguramente las relaciones serán fluidas, pero ninguna identidad. Tampoco encontrará un compañero de ruta en el paraguayo Fernando Lugo. Y cero empatía con el ecuatoriano Rafael Correa o el venezolano Hugo Chávez.
¿Esto de salirnos de la corriente significará que los chilenos volvemos a creer que estamos en un barrio equivocado? ¿O habrá sido sólo un episodio producto del hastío? Faltan exámenes. Por el momento el diagnóstico tiene que ser reservado.
Pero hay otro campo en que las cosas ya se pueden avizorar. En la política chilena habrá cambios rotundos. El senador Camilo Escalona, que preside el Partido Socialista (PS) con mano de hierro, deberá pagar una cuenta muy elevada. Fue el artífice de la candidatura presidencial para un democratacristiano. Incluso, a costa de figuras de su propia colectividad. Él impuso la mascarada de primarias que designó a Eduardo Frei Ruiz Tagle como abanderado de la Concertación. Fue quien cerró las puertas a cualquiera que pretendiera postular. Y se podría decir que lanzó la candidatura de Marco Enríquez Ominami.
En la Democracia Cristiana las aguas también se revolverán. Si bien su presidente, el diputado Juan Carlos Latorre, tiene a su favor haber logrado una buena representación parlamentaria, perdió el gobierno. Y es muy posible que su gestión haya aportado elementos significativos en el término de la Concertación. A más largo plazo, tal vez aparezcan fisuras que terminen en desgajamientos que podrían ir a parar en la coalición que iniciará su mandato gubernamental en marzo próximo.
José Antonio Gómez, en el Partido Radical Socialdemócrata (PRSD), tendrá dificultades. El PRSD se encuentra en uno de sus más bajos niveles electorales. Y muchos de sus camaradas lo acusan de actuar tarde, mal y con escaso coraje político, incluso para defender posturas en temas que siempre perfilaron al radicalismo.
El Partido por la Democracia (PPD) removerá sus piezas. Pepe Auth ha dejado la presidencia. Posiblemente, no le pidan que reasuma.
En síntesis, habrá un reajuste completo en la coalición que gobernó Chile durante los últimos 20 años, si es que sigue existiendo como tal. Y muy pronto se verán también las tensiones dentro de la agrupación que lidera Piñera. Pero ellos cuentan con algún tiempo para consolidar los ajustes. En la Concertación el tiempo ha terminado y la noche de los cuchillos largos se acera.
Viendo el epílogo de la elección: El discurso de Piñera, el abrazo con Frei, las palabras de Bachelet, me acordé de Calderón de la Barca (¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son). Y pensé que en cuatro años tendremos pocas posibilidades de enterarnos de la realidad. El nuevo gobierno concentrará en sus manos el poder político, económico y comunicacional. El sueño puede transformarse en pesadilla.
Por Wilson Tapia Villalobos